domingo, 12 de diciembre de 2010

Mariposa gris


Tengo una mariposa gris
en la boca.
Pero no.

Abro la boca y sale
Siempre nueva
de alas recién hechas
amarilla y coral;
malva.

Sale de esta boca que llamo mia
Tan también mia
Como es
esta vibración de esta garganta.

Abro la boca y digo
Que no.
Que no es al viento a quien
Le pido que me mire
Y se mire
Y vea el lugar donde dos
Pueden seguir siendo dos
Sin restar.
Sin botas ni juegos
A esconder la mano
Porque estoy aquí hablando
Para luego callarme y mirar
Las ondas que viajan en el aire
Vuelan y se posan en un rincón
En un hueco donde se calientan.
Y etonces tú también hablas
Y veo esa otra onda que danza y
Hace cosquillas
Y me río.
Ambos reímos.
Así.

domingo, 5 de diciembre de 2010

De sexo, antropofagia y las sombras del dolor

Una mujer regordeta, vestida de forma más que conservadora, de tonos rosados, obsesiva compulsiva, de cara siempre sonriente y tono de voz siempre dulce, goza.  Su goce es aparente cuando tortura al otro, a Harry por ejemplo.  Lo hace escribir sobre su propia piel que no debe decir mentiras, cuando lo que ha dicho es una verdad que ella no quiere (no puede) escuchar porque se derrumbaría el Orden del Padre que le proporciona la seguridad que necesita.  Me refiero a Dolores Umbridge, personaje importante de las tres últimas películas de Harry Potter (también leí los libros, pero el personaje adquiere carne en la pantalla, más que en mi imaginación que no entiende ese goce, pero a eso vamos).

Otra mujer regordeta, vestida en ropa de trabajo, pero provocativa, digo que es de un anaranjado subido, estridente, por dar más señas, habla con otra mujer que duerme.  Le cuenta que a pesar de militar en el partido conservador, entiende que en lo que Franco no la pegaba era en eso del sexo.  La represión del sexo no tiene ningún sentido, según ella.  Está harta del colágeno, las liposucciones, del partido, de todo, menos del sexo.  Esa mujer según mi parecer es un "monstruo".  Es un ser hecho de partes de entes pertenecientes a distintas especies.  Ella come flanes, huele cocaína, y hace anécdotas a partir de las que explica que a los 3 años lamentaba que no hubiera habido un pedófilo en su familia. (El video está abajo de este comentario).

En su Filosofía del tocador Sade se propone revolcar la sociedad burguesa en su escencia, no corrompiendo a la virgen joven, sino habiéndola convertido en diabla (vampiresa) cuando la muestra en la última escena dirigiendo, cual conductor de orquesta, un acto de violación a su propia madre.

Los discursos conservadores siempre quieren controlar el sexo, tal vez porque intuyen que el orden social depende de ese control y no otro.  Eso investigó Foucault en su Historia de la sexualidad.  El libro tiene 3 volúmenes y a mí me parece que nunca llega a decir lo que quería, aunque dice que en la modernidad es el momento histórico cuando más se habla de sexo.  La sociedad tiene mucho interés en controlarlo, precisamente en el momento en que se proclama que "todos los hombres (blancos y burgueses) son creados iguales", pues la burguesía (el capital) quería controlar la sociedad y desplacar la nobleza y otros privilegios de castas.  El control de las jerarquías, del trabajo, de los clanes, entonces, si todos son "iguales", entra en crisis si no se controla el sexo.

Como Sade, los liberales plantean libertades para los individuos, aunque le pese a la madre; a la madre y no al padre, porque es ella quien reproduce el orden social mientras que el padre se desentiende porque él ES la ley.  He ahí el goce rescatado como uno de los espacios de libertad en oposición al orden burgués (aunque no es fácil decir por qué).  Umbridge es esa madre que vela por la ley, que necesita el control y lo reivindica porque ese orden le otorga privilegios y los previlegios, sépanlo quienes los gozan; se viven con goce.  Ese goce reside, entonces, en la circunstancia de tener poder y poder ejercerlo.

A Veredora Antropófaga (La Concejala Antropófaga)

domingo, 14 de noviembre de 2010

hubieran dado la vida

Vivimos en tiempos cínicos y hoy nadie da la vida por nada.  No pontifico pues no me saco de entre los individuos que contiene el nadie que escribo en la oración anterior (y sé que cuando uno se esfuerza siempre encuentra excepciones a frases tan contundentes).  Sólo quiero reflexionar sobre cómo cambia la gente, su modo de pensar, de actuar, de organizarse en los "tiempos cínicos".

Necesitamos creer en algo pero es muy difícil ponernos de acuerdo sobre cuál será la superestructura que nos organizará.  De eso tratan libros y películas para los niños de la próxima generación.  Mientras nosotros nos entreteníamos con la idea de una guerra universal de un grupo de aliados contra el "mal" (Star Wars), los niños de hoy ven y leen "Harry Potter" (contra quienes defienden la raza pura de magos y sus privilegios) o "The Golden Compass" (contra quien esté en contra de la idea de que las personas pueden tener criterio propio y no ser organizadas por una minoría que maneja de forma paternalista las nociones de bien y mal: "es por nuestro bien que nos atropellan", porque le tienen miedo al mal que resultaría de nuestra libertad).  El caso es que se nos olvidaron las propuestas libertarias que implicaban las ideas ilustradas.

Voltaire dijo, y luego lo repitieron varios que hoy considermos héroes, mientras estaban debatiendo en sus distintos países para la construcción de los gobiernos constitucionales modernos:  "No estoy de acuerdo con eso que usted está diciendo, pero daría mi vida por defender su derecho a decirlo".  Ayer uno de mis hermanos, tan conservadores ellos, me explicó la medida de los nueve jueces:  "Ahora mandamos nosotros.  Se puede caer un avión con 3 jueces del supremo y todavía tenemos mayoría.  Mandaremos por los próximos 60 años".  Sin comentar el procedimiento para aprobar esa ley, u observar el costo al país en momentos de crisis, que no viene al caso, porque para él lo importante es que la gobernanza se logra a partir de una guerra y hoy esa guerra la estamos ganando nosotros (ellos).  No son democráticos, es lo que está de fondo.  Y ese es el estado de cosas, entonces no importa el detalle de las componendas.

Quienes todavía piensan en la democracia (a la que tanto se aludió cuando era para criticar a Cuba o la Unión Soviética, que ya hoy nadie ve como enemigos) y se espantan de los gobiernos de mollero que sufrimos hoy día, escribien y escriben.  Abajo copio tres citas del periódico que se publicó hoy domingo:



Rafael Lama escribió:

"Mientras el País se nos cae en cantos, económicamente y socialmente hablando,  abre una tienda que tiene exactamente lo mismo  que otras cadenas ya establecidas y boom... se paraliza el tráfico.

Me hace cuestionar nuestras prioridades como pueblo. Tal vez si pusiéramos el mismo empeño y la misma obsesión en resolver los problemas socioeconómicos de Puerto Rico, la cosa cambiaría radicalmente.

Es hora de tomar esa obsesión y redirigirla. Canalizar esa energía en buscar soluciones para enderezar nuestro destino económico."

Mayra Montero reflexiona desde la contundencia, como siempre:

"Que en el País no hay oposición, es algo que se sabe. Pero que ni siquiera haya un ápice de rebeldía, un tímido destello de amor propio para plantarle cara a los absurdos del Gobierno, es algo que resulta imperdonable. Uno no quisiera mirar hacia el Capitolio, ni hablar más de esos temas. Pero lo de la prueba de dopaje del pasado lunes, esa pantomima que ni resuelve nada ni demuestra nada, ha sido de los espectáculos más cínicos que han organizado en los últimos tiempos."

y Edgardo Rodríguez Juliá tira la toalla:

Mientras Fortuño destapa ollas en las cocinas de los comedores escolares, en uno de esos gestos populistas que convierten el oficio del político en una sarta de necios clisés, mientras la Legislatura celebra la marcha del “buen trato” para cuatro días después estallar en gritos y pataletas entre populares y penepés, el país desaparece. Sí, como lo oyen, esta vez sí que se trata de la desaparición definitiva de Puerto Rico como país.



Me preguntaba cómo un gobierno que se impone a la fuerza es indiferente cuando la prensa publica estos lamentos a diario.  ¿No incluye ese tipo de programa la censura a los periódicos?  Luego pensé, no importa lo que publiquen, porque "el poder lo tienen ellos"  y me parece que están convencidos de que lo seguirán teniendo.  ¿Cambiarán la constitución para ello?

martes, 5 de octubre de 2010

El mundo boca arriba y el fuego (reflexión bolero)

Los indios entendían, en el proceso de conquista y colonización de las Américas, que el mundo se había puesto boca arriba.  Esa metáfora indicaba que se había acabado un mundo, su mundo, todo al revés ahora.   Ahora sólo llanto, esclavitud, enfermedades, falta de orden, orientación, consuelo.  Y la llorona busca a sus hijos por ahí, todavía.

Menos mal que las estrellas no se mueven y por algún tiempo la tierra seguirá dando vueltas alrrededor del sol.  Entonces no me preocupo que luego de un suspiro se respira otra vez aunque ahora, el saber no será más un modo de pensar a los humanos más humanos y más humildes.  No hace falta saber, dicen ellos.  Saber sobra.  Saber molesta.  Falta que trabajen quienes pueden y que se mueran de hambre quienes no encuentran (such is life), no una fábrica, sino un lugar donde poner un timbiriche para ofrecer algún servicio (¿está todo prohibido o se puede, el timbiriche, digo, cuánto cuestan los permisos, hay incentivos para comenzar? ¿Se zafará algún tiro o un macanaso como si estuvieran expulsando mercaderes?). 

Ya lo vio Manuel Vázquez Montalbán, digo.  Vio que no hacemos falta y se inventó hace años un detective que era un ex-literato, un ex-comunista y un gourmand, porque lo que nos queda es comer bien.  Mientras podamos.  Comer, coger.  ¿Eso nos dejan? Si al Quijote le quemaron su biblioteca,  Pepe Carvalho quemaba él mismo, voluntariamente, cuando llegaban los fríos de otoño, sus libros para encender la chimenea.  Al carajo la nostalgia decía ese personaje que odiaba la nostalgia.  Pero los libros lo calentaban, aunque fuera por última vez.  Aunque fuera una combustión física la que lograba el efecto térmico.  Pero es que la otra combustión se queda en la memoria de quien leyó algún día algo, digo yo.

Será a ese fuego al que le temen, será.  Eso digo, pienso.  Será eso.  Pero y será...  ¿será que nos dejaremos volver cenizas, como un amor de antaño?

domingo, 19 de septiembre de 2010

El humanismo ha muerto, dijo una humanista

Propondré aquí que la razón por la que la Universidad está en crisis es porque la selección de lo que se enseña no coincide con los intereses de quienes gobiernan (no me refiero a un partido político sino en general al momento histórico), pues "Lecciones y selecciones tienen más que ver entre sí de lo que ningún historiador de la cultura haya podido pensar"  (68).

Quienes se quisieron inventar la modernidad del país, salir de la monarquía, secularizar lo político, meternos en el tren del progreso, tuvieron entre sus primeros argumentos que hacía falta un sistema de educación.  Según Jurgen Habermas, no es que sin la educación no haya médicos o abogados o ingenieros,  que hacían muchísima falta en aquel país que estaba poblado de anémicos niguosos, donde lo social (matrimonios y nacimientos), lo político (¿qué?), lo económico se daba al margen de la ley, todos perdidos por la floresta.  El caso es que sin educación no hay democracia.  El sistema educativo, a nivel básico y superior posibilita que la gente participe en el proceso de formular las leyes que los gobiernan.  Eso defendió el alemán, hijo del proyecto ilustrado que ponía su fe en la razón humana.

Hay que recordar lo prominente que fue la educación para todo proceso de cambio social, político y económico que se proponía beneficiaría a la mayor cantidad de gente.  Aunque no fuera cierto, se pretendía que sí y allí estaba la cosa pública, las fuentes de agua en los parques, los parques, las aceras, la educación de las masas.  Esta última ocupó un lugar central mientras que el conocimiento se haya pensado de forma elitista y excluyente.  Mucho se ha dicho del sistema educativo que quiso imponer Vascocelos en México luego de la Revolución de 1910.  Para su mirada, México tenía que olvidarse de sus tradiciones indígenas, que podían quedar pintadas en la pared según Diego Rivera las entendía, mientras se aprendía de memoria los clásicos.  Antes de eso Andrés Bello pensó la educación para formar americanos luego de las guerras de independencia.  El caso es que los estados han visto que la educación es, más allá de las ideas de Habermas, un modo de crear hegemonía, consenso, como también supo Muñoz quien creó la DECEP y llevó "educación" incluso a los campos y los analfabetos (por eso su interés en el cine).  Y antes, a quienes defendieran la presencia de los gringos en el país después del 98 les bastaba recordar que la relación con esa potencia era una mejoría en comparación a la barbarie con España.  Había, sí, gobierno militar, pero Ashford estaba curando la anemia y habían fundado una Universidad apenas llegaron, en 1903.

Acabo de llegar de una conferencia en Brasil donde un colega me comunica que el estado mexicano tiene la intención de convertir todo el sistema de educación pública en institutos técnicos, vocacionales.  Recuerdo que en este país hace décadas que no saben qué hacer con el Sistema de Educación y ya vamos por ¿cinco? secretarios de educación en este cuatrienio.  Por otra parte, la educación universitaria se ve como un negocio que está en pérdida por lo que hay que demostrar que la inversión es rentable.  Y mientras vamos a desmoronar la Editorial, el periódico Diálogo, le seguirá la radio. 

Lo que sucede es, como propone Sloterdijk:  "La era del humanismo moderno como modelo escolar y educativo ha pasado, porque ya no se puede sostener por más tiempo la ilusión de que las macroestructuras políticas y económicas se podrían organizar de acuerdo con el modelo amable de las sociedades literarias" (29).  El humanismo ha muerto. 

Me preguntaba en voz alta, delante de mis estudiantes precisamente eso, por qué ya los estados entienden que pueden prescindir de la educación masiva.  ¿Cómo piensan que comunicarán que sus intereses son democráticos, cómo crear la ideología, la superestructura, el superego que garantiza el consenso (siempre combatido por algunos, pero manejable)?  Luego pensé, no hace falta el sistema de educación.  Su función la han usurpado los medios.  Y leo a Sloterdijk que añade por esa misma vía: 

    "Estos breves apuntes dejan clara una cosa: la cuestión del humanismo es de mucho mayor alcance que la bucólica suposición de que leer educa.  Se trata nada menos de que de una antropodicea, es decir, de una definición del hombre teniendo en cuenta su apertura biológica y su ambivalencia moral.  Pero sobre todo, se trata de la pregunta por cómo puede el hombre convertirse en un ser humano verdadero o real, ineludiblemente panteada desde aquí como una cuestión mediática, si entendemos como medios aquellos instrumentos de comunicación y de comunión a través de cuyo uso los propios hombres se conforman en eso que pueden ser y que serán"  (35-36)

Propone, siguiendo a Heidegger, que Europa fue el teatro de los humanismos militantes, en el sentido de que se pusieron en práctica distintos modos de poner al hombre como centro de todo lo creado, controlándolo todo para supuesto beneficio de las masas.  Tanto el nacismo, como el fascismo y el comunismo fueron tan catastróficos como el liberalismo sigue siendo.  Queda la pregunta:  "Qué amanzará al ser humano, si, después de todos los experimientos que se han hecho con la educación del género humano, sigue siendo incierto a quién o a qué educa para aqué el educador?"  (52).

Me temo que en esa pregunta está el meollo de la crisis económica de la Universidad.  Si no el estado vería que necesita gente educada para el progreso que propone construir para el futuro.  Aún visto desde el punto de vista más cínico posible, para ese futuro habría que dominar la tecnología, las estrategias de comunicación y los medios de información y para ello la cultura que se adquiere en la Universidad.  Pero piensan que no nos necesitan.

Citas tomadas de "Normas para el parque humano" de Peter Sloterdijk

sábado, 21 de agosto de 2010

Estrellas

Tal vez perdimos el rumbo porque ya no nos dejamos orientar por las estrellas.  Ahora existen instrumentos de navegación que hacen que mirar al cielo sea una actividad sólo romántica.  Superado ya el romanticismo, abandonada la creencia en Dios, no miraremos nunca más hacia arriba.

Creo que esa es la premisa escondida entre las casi 700 páginas del libro La carta esférica, que el novelista español Arturo Pérez Reverte publicó en 2000, cuando entrábamos al nuevo milenio, la era de las galaxias, con las películas "Star Wars" de Lucas y "2001" de Kubrik haciéndonos cosquillas en el subconsciente.  Es por esto que más que una novela de aventuras, como propone en su epígrafe, más que una novela marinera, género al que Coy, el marino que protagoniza el relato, era aficionado, más que un thriller, género más bien cinematográfico de suspenso que se apoya en la suceción rápida de acciones que van complicando cada vez más una trama de misterio, es una novela de amor (o de desamor). 

Pérez Reverte vuelve a inventar una protogonista mujer que resulta ser un pesonaje fuerte, aunque muy mujer, y súmamente creíble (hay otra en La reina del sur).  Su príncipe azul resulta ser un marino simple, todo hecho de instinto, que no más verla decide que quiere dedicar el resto de su vida a contarle las pecas.  Quiere saber leer la piel de mujer como sabe ponerle nombre a cada estrella de las constelaciones del cielo, pero esta mujer, llamada Tanger, como una ciudad al norte de Marruecos, no se dejará leer nunca como tampoco se dejará leer el otro del sujeto racional que se inventó la modernidad de occidente; tal vez sea ése el por qué del nombre.

La novela es una reflexión sobre la fugacidad de la vida, sobre su significado, sobre la fragilidad de todo, sobre todo, los humanos que nos pensamos tan potentes, porque esa reflexión la impone el hecho de estar a la merced del mar, con sólo las estrellas de testigo, a bordo de un barco.  Supongo que también la impone el hecho de atravesar una frontera tan falsa como una fecha, pasar de un milenio a otro en nuestra navegación por el tiempo, como son arbitrarios los paralelos y las longitudes en una carta esférica.

jueves, 19 de agosto de 2010

Permiso

     La Academia Puertorriqueña de la Lengua Española nos acaba de dar permiso a los puertorriqueños de usar ciertos puertorriqueñismos.  Parece una oración redundante, pero no lo es.  Léala bien y entienda a qué me refiero.  "Atrévete y dilo" es el nombre de la campaña, que estará presentando en la radio y otros medios pequeñas cápsulas que explican que palabras como "atrecho", "sato", "avanzar", "canoa" y "chango", entre otras, son palabras tan en español como otras, aunque sean nuestras.  Como si estuviéramos aguantando la respiración antes de atrechar por un camino más corto.  Como si tuviera miedo de decirle al veterinario que mi perrita es sata y él no me entendiera.  Como si no avanzáramos a coger la canoa más grande y más linda en el pasadía del domingo, antes de que otro aguzao nos la quite.  Como si éste, al momento en que se ve con la canoa más chiquita y fea, no se pusiera chango.  De toda la vida.  Así es.
     No me malinterpreten.  Cuando yo era niña todavía en la escuela se enseñaba a decir zapato, así, con la legua fuera de la boca, entre los dientes (tan feo gesto de los españoles que deberían prohibirlo).  Todavía cuando era estudiante de bachillerato se enseñaba a entender cuáles eran los problemas con el español de Puerto Rico que, que yo sepa, nunca ha ido al psicólogo ni ha necesitado que nadie lo rescate (aunque me consta que rescatistas quedan).  Me parece bien que la Academia haga un esfuerzo y permita lo que toda la vida hemos dicho sin su permiso.  Así no se vuelven locos dando multas.  Así no acomplejan a nuestros niños.  Así dejan de verse tan obsoletos.


     Nosotros seguiremos hablando español; con o sin su permiso.

martes, 3 de agosto de 2010

Pensando a Lola a través de su nieta, Irene Vilar...

Hace tiempo escribí algo sobre Irene Vilar y su libro "The Lady's Gallery" sobre Lolita Lebrón, su madre, el sacrificio en el nacionalismo cultural puertorriqueño.  Se publicó en una revista electrónica de Darmouth College.  Aquí está el link.

artículo

y la dirección por si no funciona el enlace:  http://journals.dartmouth.edu/cgi-bin/WebObjects/Journals.woa/2/xmlpage/2/article/81

lunes, 26 de julio de 2010

La sencillez de la esperanza obstinada

Homenaje tardío a la vida de José Saramago. 

Entiendo la literatura como conversación.  Me gusta hablar con Foucault, con Homero, o con Laguerre, aunque uno sea francés, el otro de una época anterior a todo, en la que vivió por otros lugares que nunca pisé y aunque todos estén ya muertos.  Escribir un libro es participar de la conversación póstuma de la humanidad.  Leerlo es participar de oyente.  José Saramago seguirá conversando con mucha gente, por muchos años, y eso me alegra.  Pero para decir de forma resumida lo que me significa este autor, escojo comentar una entrevista.  Es un modo de conversar más directo.  Y, además, más que sus libros, a mí me conmueve su vida.

La creencia en la reencarnación responde a la impresión que tenemos de que una vida no es suficiente.  A pesar de los mal ratos personales, de la violencia y la estupidez humana, a algunos nos gusta vivir y lo hacemos concientes de que es un viaje corto.  También lamentamos que no podamos estar en varias dimesiones simultáneamente.  Como dice la canción de Joaquín Sabina, poder ser pirata, violinista, bailarina, cirujano, partera, dueña de un bar.  José Saramago tuvo la suerte, o la sabiduría y la paciencia; la fe, que le permitieron vivir varias vidas.

Nacido de campesinos analfabetos, se hizo aprendiz de un abuelo sabio.  “¿A qué clase de sabiduría se refiere?  Al hecho de que entre esa persona y la vida no existe un espacio de separación, y lo que sucede ahora es que entre los que saben y la vida sí hay un espacio de separación.  La sabiduría es el respeto del otro, la capacidad de entender lo que es distinto y todo aquello que a uno lo hace sentir que pertenece a algo que nos contiene a todos, a la comunidad humana.”  No tuvo maestros ni guías.  No fue a la universidad.  Leía en bibliotecas públicas después del trabajo.  Ganó el Nobel.

Dejó de ser oyente para pasar a ser enunciante en la conversación humana después de cumplidos los 60 años. Se casó tres veces.  A la última esposa, la conoció a los setenta años.  Con ella vivió casi dos décadas.  Sobre esto comenta:  “No lo sé, sencillamente he estado viviendo, haciendo en cada momento lo que tenía que hacer, he pasado por muchas cosas durante la vida y ahora tengo la fortuna de que, al contrario de lo que ocurre al llegar a cierta edad, en la que muchos sienten que ya está todo hecho, que ya lo ha dicho antes, que ya no se tiene capacidad para decidir, trabajar y todo eso, me siento con las energías intactas.”

Pero no por esa falta de pretención se contenta con el espectáculo del mundo.  Al hablar de su novela “El año de la muerte de Ricardo Reis” comentó:   “Pero el año ’36 es el año del huevo de la serpiente.  Se está preparando todo para lo que ocurrirá tres años después, en 1939 [se refiere a la 2da Guerra Mundial].  Ya es la Guerra Civil en España.  Ya es  la ocupación militar de Renania por las tropas nazis, es el Frente Popular en Francia, es la guerra en contra de Etiopía, es todo esto, todo esto y, es la creación de las milicias fascistas en Portugal.  Entonces, es como si yo estuviera diciendo a Ricardo Reis:  ‘¿Pues tú te crees que la sabiduría es contentarse uno con el espectáculo del mundo?  Pues entonces aquí tienes el espectáculo del mundo y dime si se puede llamar sabiduría a contentarse sentando mirando el espectáculo.’”

A pesar de su vida larga y rica, estaba conciente de que no sería testigo del producto del cambio presente.  Declara la Ilustración muerta (la idea de que a partir de la razón podemos organizar un mundo perfecto):  “Estamos cruzando un puente y muchos de nosotros, por la edad o por inadaptación, nos vamos a quedar afuera.  En la otra orilla empieza un ser humano que tiene poco que ver con nosotros”.
 
En su entrevista, dada en la isla de Lanzarote, donde tenía su casa, muestra que estaba al día con los sucesos del mundo.  Estaba pendiente de la crisis económica en Argentina, de la Guerra entre Palestina e Israel, de los sucesos del 911.  Con todo, no pierde la esperanza.  Tal vez todas las palabras de su conversación se resuman en su crítica a la tolerancia.  No es suficiente.  “Tú tienes que respetar al otro.  Sencillamente respetar al otro.”

Jorge Halperín.  "Saramago:  Soy un comunista hormonal”.  Bogotá, Colombia: Editorial Oveja Negra, 2002.

jueves, 8 de julio de 2010

Es que si no lo digo...

At the risk of appearing rather esoteric, I want to suggest that the history and practice of black music point to other possibilities and generate other plausible models.  This neglected history is worth reconstructing, whether or not it supplies pointers to other more general cultural processes.  However, I want to suggest that bourgeois democracy in the genteel metropolitan guise in which it appeared at the dawn of the public sphere should not serve as an ideal type for all modern political processes.  Secondly, I want to shift concern with the problems of beauty, taste, and artistic judgement so that discussion is not circumscribed by the idea of rampant, invasive textuality.  (78) Paul Gilroy.  The Black Atlantic

Estaba en la fila de la farmacia para comprar no sé qué.  ¿Un termómetro y supositorios antipiréticos para mi hijo?  ¿Mi receta contra la migraña?  De esto hace tiempo, pero estoy segura de que me comía la ansiedad.  Me la paso pensando que el cuerpo es discurso.  De eso escribo.  Pero cuando las enfermedades del cuerpo se imponen el discurso se rompe, se vuelve inútil, desecho, un país extranjero.  Sólo ayer hablaba con el médico con las piernas elevadas.  Preguntaba sobre qué escribo, para que pensara en otra cosa.  "Sobre los modos en que se construye el cuerpo en términos de raza y género en el siglo XIX en Puerto Rico".  No entiende.  Espéculo en mano, no puede concebir que el cuerpo se construya.  A punto de ser penetrada explico:  "El cuerpo es discurso", pero en ese instante me parece que no soy más que una estafadora.  ¿A qué me didico?  La ansiedad de aquel entonces, en la fila de la farmacia, se calmó, recuerdo.  Porque quien estaba 5 ó 6 lugares antes de mí, pidió lo que necesitaba:  "Dos phenergán, por favor".  Pero lo pidió rumbeando.  Se hizo un silencio repentino.  Todos lo miraron, buscando una explicación a la broma extraña que acababa de hacer el ciudadano.  Él entendió la pregunta implícita en el silencio, y tuvo la cortesía de explicarnos:  Esta vez habló a ritmo de bolero:  "Es que si no lo digo cantando, gagueo."  Todos reímos.

La música lo salvaba a él a diario de gaguear.  A nosotros nos dió alegría a pesar de la ansiedad de esperar en la fila de una farmacia.  Había dicho lo que todos en la fila habríamos dicho.  Pidió una cantidad específica de un componente químico que necesitaba para componer sus males.  Pero había algo inefable en su voz, que yo dije que era rumba, bolero, pero era más que eso, porque era una gestualidad del cuerpo y de la cara, un modo tan distinto de estar en ese espacio que lograba posibilitar la comunicación.

domingo, 27 de junio de 2010

Alicia, Dorothy, Wendy




No sé por qué estoy pensando en historias de crecimiento cuyas protagonistas son niñas.

Alicia se aburre con los cursos que le dictan. Se escapa con un conejito que le habla de la velocidad del tiempo, cae por un tunel, entra a otro mundo. Allí experimenta una adolescencia literal. A veces es muy grande. Otras es muy pequeña, se pregunta quién soy yo, el sombrerero le explica que son mejores los no-cumpleaños. Se encuentra con una dictatorial y caprichosa reina de corazones. Se da cuenta de que si se equivoca le cortan la cabeza, y regresa a la realidad a tiempo para el té porque la verdad es que se había quedado dormida en vez de hacer las tareas. Acepta jubilosa el orden de las cosas en el que no peligra su cabeza por causa de su falta de entendimiento de los caprichos del corazón de la déspota, ¿o sí?

Dorothy también se aburre. Arrastrada por un tornado, llega a otro mundo pero entonces quiere regresar a casa. La bruja buena le pone las zapatillas de rubí que llevaba la bruja mala a quien acaba de matar por accidente al aplastarla con su casa. Al seguir el camino dorado hacia la verdad que el Mago de Oz le descubrirá para llegar a casa, aprende que quienes la rodean son valiosos, a pesar de ser cobardes, tontos, o faltos de corazón. Al final se da cuenta de que no necesita un mago, ya que lo que desea lo lleva consigo desde el principio; las zapatillas. Al regresar también valora lo que tiene bajo la nueva perspectiva que la pesadilla le ofrece.

Wendy es mi favorita. Es la única que quiere crecer desde el vamos. Si la película comienza cuando la madre le anuncia que ya está grande para dormir con sus hermanos chicos, ante su desesperación, el viaje con Peter Pan es sólo un ritual de despedida. A la isla de nunca jamás va a asumir el rol de madre de los niños perdidos; o sea, es un mundo de fantasía en el que le toca fungir de madre porque sabe contar buenos cuentos. Lo único que extraña Peter es que le cuenten cuentos y es la madre quien lo hace (la mujer es custodia de la palabra, según Benjamin). Trata de conciliar el mundo de la niñez con el de la adultez; llevarse a su niña consigo al mundo de los adultos, traer a Peter, quien simboliza la fantasía, en su travesía a ese mundo que la espera inevitablemente. Lo lograría haciendo que él quisiera también crecer (besarla=dejar de ser niño), pero es inútil. Llega un momento en que bailan y vuelan. Es lo más que puede ofrecer Peter, quien nunca querrá asumir responsabilidades de adulto. A fin de cuentas, es el único de los niños que se escapa, no se pierde. Wendy decide regresar luego de cansarse de jugar. Peter promete visitarla, pero sabemos que nunca lo hizo.

Me pregunto qué diría Freud de estas historias. Pareciera que la mujer siempre acepta el paso a la adultez (el Orden del Padre), luego de una breve lucha a favor de la fantasía y la fuga. Las historias se requedan en la fantasía (lo más que me gusta del Mago de Oz es la canción "Over the rainbow", cantada por Judy Garland) aunque se resulvan siempre a favor de la entrada a lo real (aunque esto sea inefable, a fin de cuentas la mujer es custodia de la palabra y con ella de la cultura). ¿Querrá decir esto que hay un orden que funciona más allá del orden del Padre? También estas historias indican que el rol de madre que le asigna la naturaleza es el que la obliga a esta conformidad con el proceso de crecimiento, tal vez porque sabrá mantenerse al margen del poder de ese Orden (esa maternidad no tiene que ser biológica; Wendy cuida de sus hermanos, Dorothy cuida un perro, Alicia cuidará la cultura; la palabra).

Na, esto es mi fluir de consciencia sobre lo real, lo simbólico y lo imaginario, a partir de estas tres historias de crecimiento que me han venido a gustar más de adulta que de niña, sin entender bien por qué.

domingo, 20 de junio de 2010

Monsi: El cinismo esperanzado

La institución literaria de su país no le reconocía su lugar como escritor. Un comentarista (¿Adolfo Castañón?) pensaba que Carlos Monsiváis habría sido un gran novelista que nunca se atrevió. Así lo descualificaba. Un escritor que hable con la gente, con la radio, la televisión, de Luis Miguel, extraterrestres o lucha libre con la misma solvencia y peso con que hablara del escritor Salvador Novo, se salía de la definición más conservadora de ese oficio. Éste debe manejar la escritura (la palabra escrita) como un fuerte desde el cual defender LA CULTURA, definida como folklore por un lado y como ciertas nociones de lo bello, producidas por las mentes estrechas, con la idea de inventarse un país que siempre está siendo amenazado. A esos militantes de la cultura los conocemos, porque por acá también moran muchos aburridos de esa calaña. Aquél, Monsi, como lo llamaban quienes lo queríamos, no sólo se coló en espacios que habían sido prohibidos por atentar contra ciertas nociones de pureza, sino que también hibridizó el cuerpo mismo de la letra, haciendo del texto que se lee otra cosa. Con él la crónica era la más compleja, interesanete, inquietante y divertida literatura que se escribiera en el México contemporáneo.

Hubo también quien dijo, "Monsiváis no tiene ideas, tiene ocurrencias." Absolutamente falso, claro está. Este crítico cultural se construyó como la conciencia de México desde la parodia, que es uno de los géneros más difíciles. Practicó el collage como medio para, poniendo ahí desnuda tu palabra, político idiota, sacada del contexto que la naturaliza, al presentarla mediante un comentario simple que hacía evidente el cliché, la vacuidad, la inmensa tontería, hacía que se te pusieran coloradas las orejas. Su cinismo no era desesperanzado. Su erudición era de las que me gustan. No sólo citaba libros (la antítesis de Borges, de Octavio Paz) sino que, además de dominar la literatura y sus márgenes como nadie, también sabía de todo lo demás.

Caminaba por las calles, hablaba con la gente, era gente, a pesar de ser un mito viviente. De la noticia que publica el periódico "La jornada" sobre su muerte me alegró la siguiente cita:

"...los restos de Monsiváis fueron recibidos por la noche por una multitud en el Museo de la Ciudad de México. Numerosas personas expresaron ahí una misma petición: “¡Monsi, al Zócalo; homenaje popular, no oficial!”

Monsiváis no está, mas la gente seguirá exigiendo su derecho. En esta ocasión, el derecho a manosear al padre muerto. Homenaje popular, no oficial, para quien dedicó su vida entera a pelearse con las instituciones, con el padre, aunque él a su vez se convirtiera en el padre que muchos quisimos, respetamos y admiramos.

Monsi, no sé qué será de México sin ti. ¿Cómo se van a reír para mirarse con la seriedad que exige la esperanza?

miércoles, 16 de junio de 2010

Talleres en Casa Concha

Casa Biblioteca Concha Meléndez
Salón Literario Libroamérica


El Salón Literario Libroamérica, institución cultural sin fines de
lucro, continúa con su misión de formar nuevos escritores y lectores.
Recuperados de los esfuerzos para producir el Festival de la Palabra y
agradecidos de sus éxitos , hemos diseñado un primer bloque de cursos,
a celebrarse en la Casa Bibloteca Concha Meléndez, en la calle
Vilamayo #1400, esq. Manuel Rodríguez Serra, Condado. Para más
información, se puede comunicar al (787) 645-4038.



Laboratorio Experimental de Novela

Mayra Santos-Febres
LLENO, LLENO, LLENO, LLENO, LLENO, LLENO, LLENO

19 JUNIO - 24 JULIO (sesión de verano)
SABADOS 1:00 - 4:00 p. m.


Este "laboratorio" ofrece una experiencia única a aquellas personas
que ya cuentan con los esbozos de una novela en las manos, pero que
aún no han logrado desarrollar. Durante 6 sábados, de 1:00-4:00pm,
Mayra Santos-Febres se reunirá con un grupo selecto de escritores a
desarrollar el mapa que conduce a la composición de una novela. Luego
, de entre los convocados, escogerá a un grupo aún más cerrado de
talleristas para seguirse reuniendo periódicamente (cada dos semanas)
a finalizar el trabajo . Al final de las sesiones, cada tallerista
debe terminar con un manuscrito o borrador de novela en la mano.

Requisitos: formación profesional en escritura "creativa"
(periodistas, editores, maestros, profesores, correctores de prueba,
relaciones públicas, publicidad, leyes, historiadores, investigadores,
etc.) o formación en talleres de escritura creativa- narrativa.

Condición: posibilidad de compromisos a largo alcance; es decir, este
taller no es apto para velocistas ("sprinters")




Taller de Cuento Policiaco

Mario Santana
3 JULIO - 7 de AGOSTO

SABADOS 9:00 – 12:00 M



Este taller ofrece la experiencia de escribir narrativa desde el punto
de partida de la brevedad y concisión, enfocándose en los temas de la
violencia y el crimen. Mario Santana Ortiz (1er Premio Nacional de
Periodismo de la ASSPRO, 2002, 2004 y 2008, Premio de Excelencia al
Periodismo Eddie López, 2008, autor del libro de cuentos "Secuestros
de papel" Pasadizo: 2010) trae a la mesa de la escritura su
experiencia de 20 años como periodista y sus destrezas de escritor
para explorar el género detectivesco y cómo se conecta con la crónica
y el periodismo policial. Cada participante terminará con una serie de
3 cuentos policiacos en mano. De ellos se escogerá uno para ser leído
en público en una actividad de cierre tipo peña literaria en Casa
Concha Meléndez.

Requisitos: enviar por correo electrónico una muestra de escritura
para ser preseleccionados.



Taller de Poesía:

"Que se vayan las oscuras golondrinas: Poesía del siglo XXI"

Janette Becerra

26 JUNIO/31 JULIO
SABADOS 4 - 6 pm


Con más de 10 años de experiencia enseñando composición poética y
literatura en UPR Cayey, Janete Becerra (directora del Círculo
Literario de Cayey, autora de Elusiones- 2001) ofrecerá un taller de
creación poética contemporánea. Guiará a los talleristas
participantes a componer metáforas actuales,a descartar imágenes
trilladas de la poesía romántica y neo rromática de las siglos XIX y
XX y a escribir textos frescos de poesía contemporánea de resonancia
actual.




Taller de análisis :

“El cuerpo derramado: Acercamientos a la narrativa puertorriqueña actual”

Melanie Pérez Ortiz, Ph.D.

25-- 30 DE JULIO
VIERNES 6:30pm- 8:30 pm

Este taller ofrece a l@s estudiantes herramientas de análisis y el
contexto histórico necesario para leer críticamente la producción más
reciente de narrativa puertorriqueña. ¿Quiénes son los autores más
destacados en los últimos 30 años de producción literaria en la isla?
¿Qué preocupaciones se evidencian en los textos que producen? ¿Qué
estrategias de escritura asumen para comunicar esas inquietudes?
Estas son algunas de las preguntas a las que buscaremos respuestas. Entre los autores que se estudiarán figuran: Luis Rafael Sánchez, Edgardo Rodriguez Juliá, Rafael Acevedo, Fancisco Font y Yolanda Arroyo.


Requisitos: Interés en expandir los conocimientos y el
entendimiento de la literatura puertorriqueña hasta la producción más
reciente. Disposición al diálogo, interés por comunicar su formación
profesional particular al estudio literario desde una perspectiva
crítica y respeto por las diferencias.



Melanie Pérez- Ortiz, Ph.D. (Doctorado de la Universidad de Stanford
1999; Recipiente de una Mención Honoraria de la prestigiosa beca de la
Funcación Ford y de la beca que ofrece la Whiting Fellowships in the
Humanities, además de haber sido becada por las fundaciones Dorothy
Danforth Compton y la Irvine Foundation y la Universidad de Stanford
para conducir sus estudios literarios). Es Catedrática Asociada en la
UPR de Río Piedras. Autora de Palabras Encontradas, (2008),
Productora y panelista del programa radial sobre literatura y cultura
actual titulado En su tinta, (RadioUniversidad de Puerto Rico, 89.7 fm, miércoles, 4:00 pm) y mantenedoradel Blog Apuntes (http://apuntespr.blogspot.com). Trae a la mesa de
la crítica cultural su amplia formación como especialista en
literatura puertorriqueña para escoger y discutir textos literarios de
nuestra producción actual de manera profunda.



Taller de escritura poética: ANTROPOLOGIA Y POESIA

24 JUNIO/29 JULIO
6:30-8:30pm


El taller vincula el proceso de la escritura poética a la experiencia autorreflexiva del creador. El acto de la escritura poética queda adscrito así a la singularidad (antropo/lógica)de cada asistente. Cada participante utilizará especificidad cultural para desarrollar metáforas poéticas que comuniquen la singularidad de su visión y le permita expresar poéticamente reflexiones acerca de su entorno histórico y su contexto vivencial íntimo.

Irizelma Robles Álvarez( Puerto Rico 1973). se doctoró de la Universidad Autónoma de México, especializándose en Estudios Mesoamericanos. Autora de De pez ida, editorial Isla Negra (2003) e Isla Mujeres, editorial Fragmento Imán (2008). Primera finalista del premio nacional de poesía de 2009 del Pen Club de Puerto Rico por su poemario Isla Mujeres. Participa en la Antología de Pesca y pescadores de América Latina y el Caribe que se publicará bajo el sello editorial de la Universidad Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional (en prensa).

Requisitos: Bueno ojo para observar diferencias culturales.


El máximo de estudiantes por sesión inicial serán 15 estudiantes. Se les dará prioridad a los que separen sus espacios con tiempo. Todos los talleres se ofrecerán en Casa Concha Meléndez. Al final de cada taller de cuento y poesía se seleccionarán los mejores trabajos de cada participante para que los exponga en una lectura pública de poería, y cuento: “Cierre de Verano Literario: Biblioteca Casa Concha/De Cara al Festival de la Palabra”

sábado, 12 de junio de 2010

Como si estuviera viendo llover

Hacía calor. Metí la cabeza bajo la cascada de agua. Me tiré por una chorrera de agua natural, resbalando las nalgas sobre las piedras hasta caer en la charca. Salté de una piedra alta, alta hasta la poza. Nadé. Me senté sobre otra roca a coger sol. De repente, llovizna, llueve, aguacero torrencial. Nada de correr a guarecerse. Yo no moví ni un músculo. De momento me pareció que sonreía. Iba descubriendo poco a poco que estaba contenta de sentir la lluvia caer sobre mi cabeza; sobre el cuerpo y quedarme, como viendo llover.

martes, 8 de junio de 2010

Mi televisor no funciona

Los hechos que se narran a continuación son reales. Cualquier parecido con la ficción es involuntario; pura coincidencia.

Hace tiempo que no lavo el carro y decido que ya es hora. Está lleno de papeles, libros que atestiguan distintas facetas de lectura confundiéndose en el olvido, juguetes, ropa, basura. Hasta han comenzado a rumiar en él alimañas. Mejor dejarlas sin hábitat, antes de que les ponga nombre y termine así encariñandome con ellas.

Dejo que se apodere de mí la personalidad cocola. Pongo la radio fuerte, en la Z, salsa gorda. Cuando no se pueden ignorar más ciertos trabajos hay que asumirlos con alegría. Al terminar, el motor no enciende. Habré gastado la batería. Necesito cables para jumpearlo. El vecino me ayuda. No enciende ni con cables. Llamo a mi amigo el mecánico aficionado, quien intuye que será el corta corrientes del sistema anti hurto. No logra encontrar el modo, pero deja el sistema anti hurto desconectado. Llamo a mi cuñado mecánico y éste enciende mi carro (se llama Betty Boop) con la batería del suyo (que estoy segura que no tiene nombre). Vuelve a colocar la mía. Lo corro con fuerza y por horas para recargarla. Me olvido del problema hasta algunos meses más tarde, cuando el carro no prende de momento, esta vez en medio de la calle en la noche, sin ninguna causa aparente. Me acuerdo de que jumpear no funciona siempre. Tengo que comprar otra batería, pero pensé que estaba cargada. Unos individuos que recargan cerveza en la gasolinera se dejan conmover por mis tetas desvalidas y lo jumpean. Esta vez los cables funcionan. Me alegro; sé que es una solución ya demasiado precaria.

Al día siguiente, cuando espero no funcione, funciona. Sigue funcionando los próximos días como si nunca hubiera habido ningún problema. Aunque en la calle me rompieron y arrancaron de cuajo el espejo retrovisor del lado de la acera; (¿cómo?), conduzco al otro extremo de la isla con el espejo apéndice que hace de bandera del lado de la conductora indiferente; regreso. Tengo que ir al mecánico pero me tengo que ir de viaje. Me despido. Voy sin el aire acondicionado para no provocar los aspavientos ni el capricho de la máquina. Dejo las ventanas abajo mientras pronuncio mi corto adiós. Entonces llueve torrencialmente. Al regreso del viaje el carro tiene hogo en el guía, en el bonete, en los asientos, en las alfombras, en los cinturones de seguridad. No prende. Compro un producto; una maquinita de jumpear. Limpio los asientos. No vale la pena jumpear; es de noche. A la mañana siguiente he perdido las llaves.

Me rindo. Contrato un remolque. Me llevan al taller, donde me indican que se quemó la tienda de reemplazos. No tienen máquina para cortar llaves. Me dan el código de mi llave. Voy al lugar que me indican con una llave blanca que acabo de comprar, para cortarla, para luego volver a la casa que me vendió el auto y programarla (tiene un chip). "El señor que se encarga de cortar llaves no vino hoy; pase mañana a recogerla." Llego a mi casa resignada. No hay agua. Me cortaron el agua que pago puntualmente todos los meses.

Mis amigos están avisados de que mi teléfono celular funciona también intermitentemente. Se caen las llamadas. Algún día cambiaré el teléfono nuevo con pantalla rota y conecciones caprichosas. Después que arregle lo del carro, lo del agua, escriba un libro, de de comer a la perra y vaya a la playa.

No se preocupen por mí, pues no puedo llenar la bañera de agua para ahogarme. No me seduce ningún otro método para acabar con esta cadena de desgracias, así que mientras la radio funcione, el you tube, yo escucho salsa. Acabo de descubrir HULU, pero no veré reality tv. Esos programas con una mano tan pesada de irreal melodrama me aburren. Pero les advierto, mejor busquen buenos nombres para las sabandijas del carro.

domingo, 6 de junio de 2010

Mito e historia: A veinte años luz, de Elsa Osorio

A los estudiantes en huelga; porque sí.

"Vine a Comala porque me dijeron que aquí vivía mi padre". La guerra de los cristeros. Historia y mito se funden en una de las novelas más importantes que se escribieron en el S. XX; Pedro Páramo, de Juan Rulfo. En esta novela escrita a mediados de ese siglo, a 140 años de guerra por la Independencia Mexicana, comienza a denunciarse que el padre es un páramo: el padre, la nación, el proyecto burgués moderno. A pesar de esto, el padre no puede evitar volverse goce, como en los años 60: las luchas por adquirir iguales derechos de los negros estadounidense (hoy Obama), las luchas estudiantiles en Francia y en el resto del mundo, el feminismo. Hoy el goce sigue cuando el padre deja atrás sus atributos de macho, con los LGBT y sus luchas.

En los años 60 los escritores hispanoamericanos revisaron mito e historia de forma grandilocuente. Se proponían revisar todo el mito, toda la historia en libros monumentales, como Cien años de soledad (García Márquez), La muerte de Artemio Cruz (Fuentes), La casa verde (Vargas Llosa) o Canto general (Neruda). Luego se pensó, se debetió, son otros padres que quieren ocupar el lugar de padres anteriores en cuanto se presentan como el origen y pretenden que sus escritos estructuren el orden de las cosas.

Hoy se vuelve sobre la historia y el mito, pero la óptica es otra. No es que se evite la historia; la segunda mitad del siglo fue testigo de muchas violencias y atrocidades. Si se declara el fin de la historia entonces no habría para qué insistir en meter el dedo en esas llagas. Pero me parece que sin limpiar el pasado de mierda, no podemos vivir hoy. Igual pasa con el mito. Se vuelve a hablar con el padre, pero se le toma la mano, se la aprieta cuando éste se descompone por sus memorias, se lo llama a capítulo cuando desvaría, se lo obliga a escuchar. Tal vez la literatura hoy se parece más a la conversación que todo acto literario es en escencia (no un monólogo).

Me vienen a la mente varios libros contemporáneos vuelven sobre el mito y la historia de forma despiadada, conmovedora, compleja, honesta, conversada. Eso implica que el saber reside en más de una parte. No es propiedad de los dioses ni sus representantes (¿quiénes son esos dioses y quiénes los representan?). Hay muchos saberes. Tantos como personas, sea ésta un rey o una puta; ambos saben, de lo suyo. La diferencia es que unos saben con poder y otros saben sin las estructura que validan esos saberes. A veces un libro se presenta como una intervención en las estructuras que viabilizan la diseminación de saberes subalternos, porque los ponen a dialogar con otros que sí están expuestos porque han contado con las estructuras para exponerse. Tal vez el afán de historia en el campo literario de hoy, corresponde con el hecho de que hay historias que han encontrado estructuras para ser dichas. En ese sentido, me encantó leer A veinte años, Luz, de la argentina Elsa Osorio.

Es la historia de una hija de desaparecidos (la narración nos cuenta el momento en que asesinaron a su madre) que conversa con su padre (exiliado en Europa), al haberlo finalmente encontrado, luego de que sospechara su historia silenciada e hiciera esfuerzos parecidos a la locura para saber su origen. Es un libro construido a partir de conversaciones. Habla la puta que cuidó a Luz por un tiempo, trató de salvar a la madre y fue custodia de su historia. Habla Eduardo, el padre que la adoptó, sin saber detalles de su procedencia, quien en cierto momento insiste en investigar y termina... (bueno, no les cuento). Habla Luz, habla la madre de Luz (Lilliana Ortiz), cada cual dice cosas, desde su historia y su registro; maneja su verdad y sus saberes. Pero no es una novela ingenua que enfrenta los buenos a los malos. Bueno, hay personajes malos, malos; pero cómo salvar a un milico torturador y asesino. Los protagonistas, sin embargo, son humanos y complejos, cambiantes, cobardes y valientes, decididos y pusilánimes, y aún así terminan actuando de acuerdo a una conciencia (¿mítica?) que diferencia el mal del bien y las consecuancias de actuar de cada lado.

Como en los libros de Carlos Franz (que me dicen que es conservador), como en los de Santiago Roncagliolo, los de Iván Thays, Mayra Santos Febres, incluso los de Jorge Volpi, hay una voluntad de volver sobre la historia y el mito (el padre, aunque sea padre ausente, reemplazado por una madre), porque aunque no haya intención de volver a escribir la historia general, hay muchas historias individuales que necesitan entrar a la conversación humana. Sin melodramas, hablar con el padre tomándole la mano, apretársela cuando tengamos que decir algo difícil, aunque se la suelte para manotear o llorar cuando haga falta.

jueves, 27 de mayo de 2010

Bienvenida a Latinoamérica

Una vez había tomado cervezas demás (antes me podía pasar) mientras acampaba en Culebra. Estaba sola en la playa. Los otros se habían ido por ahí. Se me ocurrió ponerme la careta y el tubo para respirar, las chapaletas, e irme a mirar la naturaleza marina (soy buzo con licencia, este gesto no es complicación ni novedad). Ya en el agua veo un tiburón, una barracuda, una morena gigante que me ronda. Trato de calmarme (es la nota; ese animal no puede estar aquí tan cercano a la orilla). Pero no puedo evitar salir corriendo (repetir el milagro de caminar sobre el agua) y tirarme a salvo en la primera arena seca que encuentro. Al rato llega alguien; no recuerdo quién. Observa mi palidez. ¿Qué te pasó? pregunta, "Parece que viste un fantasma" añade. Me río de mi tiburón, barrucuda, morena imaginarios... (o reales, quién sabe).

Lo que describo arriba fue un ataque de pánico. Aquello fue hace tiempo. Sigue la descripción de otro.

Estoy tomando cervezas y hablando con un compañero dominicano. Le describo la crisis del país porque pregunta, como preguntan todos los Latinoamericanos: ¿Qué son ustedes? Repito algunos de mis argumentos más cínicos. "No me digas que en tu país no se hace lo que digan los gringos". "Me atrevo a apostar que, si contamos, en México hay tantos Mc Donalds como en Puerto Rico". "La primera vez que fui a Cuba estaban dando los "Ninja turtles" en el cine... Al bizcocho le dicen cake y a las bolsas de plástico les dicen nylon".

Pero esta vez el argumento era la crisis. Yo decía algo así como "Hemos entrado en una etapa". Me imaginaba un ciclo de crisis y protestas, pero sin que cambiara nunca nada escencial (bueno, perdimos la telefónica pero sacamos la marina de Vieques). Me encabalgo cada vez más en el pasado para tratar de determinar el punto de inicio de la crisis. Pienso en derechos adquiridos que hemos ido perdiendo sin protestar, y en las protestas que se han hecho y lo que han ganado (ahora nos venden el agua potable, antes había fuentes en los parques, pero la marina...). La nota sirve para entender a veces. De momento veo un tiburón, una barracuda, una morena... "¿Y si no es una etapa sino una crisis permanente a la que hemos entrado, de la cual no saldremos como antes; no iguales, no intactos?"

"Bienvenida a Latinoamerica", fue la respuesta, enmarcada en una gran sonrisa, del compañero dominicano.

jueves, 20 de mayo de 2010

Pura coincidencia

Comenzando el libro del escritor español José Ovejero, titulado "Añoranza del héroe", que trata sobre un abuelo suyo, según me contaron, quien huyendo de Franco se vuelve revolucionario en Cuba (me encanta ver cuantos escriben anclados en más de una parte, más de una realidad, como este héroe con más de una familia; una en España y otra en Cuba, esto es, la historia que nos une) leo la siguiente descripción de cómo empieza a cuajarse la resistencia a Machado, quien luego fuera derrocado:

"Los siguientes meses fueron de una tensa expectación. Se hablaba de la huelga general, de los efectos de la Ley de Emergencia Económica que aumentaba los impuestos al consumo, de los bajos salarios, del hambre. Pero aún pocos soñaban con la revolución. Lo más que se atrevían a esperar la mayoría de los cubanos era que Machado, saciado en su rapiña, decidiese abandonar el país para disfrutar su riqueza en latitudes más tranquilas. En las ciudades sí parecía el descontento llevar a la acción, aunque desordenada. Allá alborotaban los estudiantes, estallaban petardos, se firmaban manifiestos y denuncias, cundía el grupo rabioso de los conspiradores, al tiempo que la "porra" hacía desaparecer sospechosos, torturaba indefensos, distribuía favores y jurisdicciones." (24)

Cualquier parecido con la realidad puertorriqueña actual es pura coincidencia.

viernes, 14 de mayo de 2010

De festivales y monstruos

Dos o tres días antes, cuando todavía parecía que estábamos jugando a hablar de un Festival que no era cierto, andaba mostrando la playa y las selvas tropicales a mi nueva comadre, la escritora cubana Karla Suárez. De casualidad pasamos por Ballajá. Íbamos a otra cosa, la Karla turista quería ver el Morro, pero digo "Aquí será el Festival". Señalo Ballajá. Entremos, dice ella. Se queda con la boca abierta. "Oiga, comadre, pero este sitio es grande". ¿Y si llueve? Yo, que he asumido el candor como estilo de vida, comienzo entonces a preocuparme. Cuando vuelvo a ver a Fajardo (José Manuel, escritor español, Director de Programación del Festival) le digo, como haciéndole eco a la cubana: "Oye, ¡pero ese sitio es grande! ¿Se está haciendo promoción?" Me dice que sí y que me despreocupe. Pienso que vienen escuelas y que son 100 escritores (público cautivo, aunque los escritores no se dejan cautivar, a veces hablan y escapan). Durante los próximos días, en almuerzos y cenas, en chiste, urdimos planes para atraer la gente a Ballajá, la flauta de Hamelín, por ejemplo, para luego cerrar la puerta y dejarlos a todos dentro hasta el final, contratar a Buñuel de Jefe de programación era otra posibilidad. Saben que cuando él dirije, la gente no se puede ir.

El día antes estamos un grupo midiendo y clavando cuadros de la exposición de Mordzinski. Los trabajadores del gobierno se fueron a las 3:30 y el argentino, que resultó ser un Romeo o Pepé le Pou (cuántas manos besó) brillante en muchos sentidos, simpático en todos, se fue en brote. Llegó el apoyo más emocional que práctico, porque en mi casa pongo los cuadros virados. Mido a ojo y donde quede está bien. Pero bueno, tengo inteligencia y debo usarla a veces, así que cuánto mide esta pared, cuánto los cuadros, y cómo lograr que queden centrados a tal distancia del suelo, con una pulgada entre ellos. Bueno, se hizo. Es cierto que movimos un clavo de lugar 4 veces, pero se hizo lo que había que hacer y alguna que otra travesura adicional (lo digo con pudor y vergüenza, apenas llegamos me comí la cena de quienes llevaban allí horas trabajando... la cubana ayudó). Gracias al escritor español José Ovejero, quien sí sabía medir clavos.

Llega el día, como siempre pasa inevitablemente. Nos lanzamos y allí está la gente. Bajo la lluvia está la gente. Movimos una charla a la Sala Mordzinski (Mempo Giardinelli, Leonardo Padura, Sergio Ramírez, la palabra y el poder) por la lluvia, pero la sala abarrotada de gente esperó con paciencia el nuevo montaje técnico. Bajo el calor está la gente y repartimos abanicos. La gente llegó; está.

Me entero con alegría de que Paco Ignacio Taibo II (escritor español residente en méxico; buenísimo) iría acompañado de Pilar Quintana (la aguerrida colombiana) a piquetear con los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico en huelga. Al día siguiente me cuentan... "¡Los puertorriqueños bailan en los piquetes! ¡No me llamen upi, llámenme candela, candela, candela!" Algo sobre la alegría en contextos de dictadoras y violencia dicen los panelistas de la mesa sobre escribir el horror. El angolano Ondjaki cuenta que su abuela llora cuando le tienen que cortar un dedo del pie debido a la artritis, porque "no podrá ya bailar". Le mandamos un saludo desde la mesa a los estudiantes en huelga. Nos solidarizamos.

Ojo. Este es el punto clave de esta crónica mínima. Hablan el escritor chileno Luis Sepúlveda y el italiano Bruno Arpaia de la palabra y el poder. A fin de cuentas hablan de la esperanza y la utopía. No tengo que decir que Puerto Rico es un lugar medio desesperanzado. En estos días, sin embargo, tenemos las universidades en huelga y el apoyo de la prensa y las distintas comunidades de la esfera pública, profesores incluidos, quienes se han opuesto a conflictos huelgarios anteriores. La esperanza por una sociedad justa que se ocupe de sus ciudadanos y goce de libertad, de cultura, de sosiego... Esa esperanza no se puede abandonar. Yo que pretendo una dureza que es más impostura que otra cosa, me escondí detrás del escenario para que no viera nadie que lloraba conmovida.


Luego una fiesta y a bailar con esos maravillosos escritores, muchos de los cuales son amigos hace un tiempo, otros nuevos amigos ya dados por seguros. A bailar con los nuevos amigos que colaboraron en la producción del evento con paciencia, cariño, diligencia, eficacia...

El domingo era día de la madre; me fui con mi hijo. Leí en la prensa que también quedó bonito el regalo de un libro y una flor para mamá. Volví cuando ya todo había acabado, pero esas bestias raras que son los escritores se niegan a irse. Todavía andan algunos encarnados, otros en espíritu rondado la isla.

Y nos han amenazado con volver.

miércoles, 5 de mayo de 2010

CARTA ABIERTA DE Mercedes López Baralt

Merce me entrega a la mano esta carta. Por medio de sus palabras me solidarizo con los estudiantes:

¡QUE VIVAN LOS ESTUDIANTES!

En estos tiempos recios en que la esperanza parece haberse rendido en nuestro país, los etudiantes la han rescatado en el verdor de los prados de la Universidad de Puerto rico. Sus reclamos son justos y piden diálogo. Están organizados en una suerte de hermandad edénica: leen, escriben en sus computadoras, juegan a la pelota, duermen a la intemperie, comparten alimento, limpian el campus, y, con ingenio admirable, han creado su porpia estación radial. Han formado comunidad.

Al hacerlo, han soltado al vuelo la esperanza, multiplicada prodigiosamente en los demás recintos y enmiles de corazones que piden con Sabina que el diccionario detenga las balas. ¿Por qué nos hechiza su gesta? Porque da voz al reclamo silencioso de un pueblo que ya no aguanta más los abusos de poder. Porque son el futuro. Y porque la comunidad es el rostro de la fugitiva utopía, que hoy nos sonríe desde la Torre.

Merdeces López-Baralt
Universidad de Puerto Rico

domingo, 2 de mayo de 2010

Conversación

A los estudiantes en huelga. Por rescatar la utopía posible y creer en el diálogo.

Convesar con muertos brillantes que han movido por siglos o por instantes algo en cierta historia de gente que lee. Conversar con vivos que se sienten amigos porque nos hurgan las llagas y luego nos dan un abrazo o porque nos hacen reír cuando en verdad teníamos ganas de llorar o nos dejan llorar tranquilos o nos acompañan a llorar. Conversar sobre el mundo y sus engranajes hoy. Preguntarse qué tiene que ver la palabra escrita con esos engranajes o con los que hacen que mi cuerpo respire, sude, se levante o se vuelva un montón de piedras (como Pedro Páramo). Atrevernos a pensar nuevamente en voz alta en las utopías posibles. Escaparnos a conversar sentados en una esquina, agarrados a una cerveza (o un café, o un poco de agua). Cantar, bailar, volvernos todos mujeres al borde de un ataque de nervios. Enterarnos de que había gente que nos estaba diciendo algo y no nos habíamos dado cuenta. Tener la oportunidad de reaccionar a esa interpelación. Conversar en persona o remotamente, a viva voz, o como entre sueños, sólo con notar que se comparte o aborrece un gesto.

Más allá del insularismo. Los conventillos literarios ya no funcionan. La conversación no es sólo con los cuatro que están de acuerdo conmigo y que coinciden en el gusto por la misma marca de café. Hay que conversar con el mundo. Traer al mundo a la isla. Salir a verlo. Mirar hacia el Caribe, hacia Estados Unidos, hacia América Latina y Europa (de todas partes vienen esos seres raros que se llaman escritores). A esa fiesta se invita al pueblo de Puerto Rico, a partir del martes próximo. Ojalá que acepten la invitación, se vistan de gala, y vengan, que pa conversar hacen falta dos, y a veces, como ahora, más.

miércoles, 21 de abril de 2010

Media sonrisa

Le pusieron el arma en la mano. Era la primera vez que tenía ese metal pesado entre sus dedos. Había sido un niño bueno. Tan bueno como le permitieran los puñetazos que los distintos novios le daban a su madre en el ojo y la cuchillada que vio a sus ocho años, metida en el vientre de otro chamaquito, cuando fue a capear en el caserío de la esquina un moto, marihuana enrolada ya pa que no pasara trabajo, por tres pesos. No se asustó entonces por la sangre ni ahora cuando sentía el objeto frío que guardó con cuidado. Imaginó que la poseción del artefacto que le habían prestado, "por dos o tres semanitas; en lo que se calma el don", era la evidencia de que se había hecho hombre. No los chillidos que le sacaba a la doñita, blanquita como la nieve de los cuentos que nunca había visto, pues no había viajado más allá de Disney. Sabía que hacerse hombre nada tenía que ver con eso, desde las pajas de los 12 años cuando se empeñó con paciencia en conquistar esa cima que le parecía común y banal. Ignorante de sus talentos, suponía que cualquiera podía apuntar un fusil de carne como el suyo y hacer saltar fuera los quejidos, casi silenciosos, primero, desesperados después, hasta que, riéndose, ese fino bombón de menta tenía que taparse la boca para no espantar a los vecinos. Pero ahora lo estaban buscando y tenía que andar con el acero para defenderse.

Allá en su casa con jardinero y cocinera, ella lamentaba haberse quedado sin su chocolate. No que el marido se hubiera dado cuenta, finalmente, luego de que ella hubiera paseado con descaro su caramelo por discotecas y barras, siempre por poco tiempo, porque por más que intentaran salir a pasear, las urgencias se imponían y en medio de la mejor parte del concierto de reggae, rap, reggaetón o salsa, se olvidaban de lo que habían pagado de taquilla o que faltaba que tocara la mejor banda, con la certeza de que el espectáculo estaba por comenzar en otra parte. Luego llegar a la casa un poco mareada y cansadíssssima, de la reunión con las amigas. Ella, que había hablado poco con el dulce ese (¿para qué contarle que el manicurista se había retrasado nuevamente?) y lo había escuchado también soltar pocas líneas que no hablaran de lo rica que estaba, mejor que las mozuelas que todavía no sabían qué hacer luego de la conquista que no era tal, siempre seguras del éxito de sus pestañas (esa piel, esas nalgas duras, doña), ella sabía que aquél sabría cómo se intruduce metal entre las costillas del prójimo para acortar ínfulas de venzanza. El marido sabía muy bien cómo y cuándo experimentar con las altas y bajas de la bolsa, pero no sabría que no hay tiempo para altas y bajas de conciencia cuando uno está de frente al enemigo. El chiquito lo sabía porque lo llevaba en la familia, el barrio y los amigos, como quien le hizo el préstamo solidario, que luego pasaría a facturar de cualquier modo. Nada de esos detalles sabía ella, claro, no era adivina y habían roto comunicación. Pero se lo había leído en la pinta de camisas anchas, cadenón de oro que valía lo mismo que su sortija de casada, pantalla en la oreja izquierda, el tumbe con el que se acomodaba los guevos cuando la veía, hacía media sonrisa y la halaba por el pelo para acercarla a su paquete, a su boca. Ella lo había visto y sabía sin saber que se defendería siempre en la vida con otra arma que, luego de devolver la primera que le prestaron, se compraría asegurándose de que estuviera limpia. Le había gustado la seguridad que se sentía al cargar con el metal pesado entre el pantalón y la nalga derecha. Y, bueno, había hablado con unos amigos, estaba por invertir en un negocio que lo dejaría forrao y sin problemas.

Nadie sabía, pero en el instante en que él se recostara de un carro cualquiera, en frente de la barra que frecuentaba en su pueblo, cigarrillo de pasto en la mano y nalgas protegidas por la sensación fría, que misteriosamente se sentía caliente en el pecho, habría de pasar otra doñita. Él se agarrará las pelotas como por instinto. Sin darse cuenta esbozará media sonrisa. Ella se dejará halar.

domingo, 11 de abril de 2010

Quién sabe; de fondo unos tiros

No sé cuándo, no hace mucho, seguro, pensaba que pa dedicarme a las letras tenía que ponerme un disfraz de algo, aprenderme un diccionario de memoria para poder decir nenúfares cuando esa es la palabra que cabe (¿cuándo?) o referirme al acaso e implicar distintos sentidos, todos los que ese libraco (mataburros, decían los maestros con la ironía de entonces) enumera. Me tenía que estudiar la gramática y no confundir el pluscuamperfecto con otras formas del indicativo o el subjuntivo. Recordar las concordancias, despedirme del seseo para siempre, del yeísmo. Ay, Dios, tantas cosas se pedían a alguien que hablaba (habla) con r velar y se come las s hasta llenarse de aire. ¿Y eso qué tenía que ver con que Pirulo le entrara a gahnatás a la jeva hacia el final de la novela; con esa violencia ominosa que me decía algo?

No sé por qué insistí. En verdad me aburría la idea de ser correcta en el sentido de la lengua y en otros que no confesaré aquí. Tal vez me llevó esta ruta porque más allá de las reglas que uno siempre puede olvidar (para eso están) ese mundo de letras me decía cosas que no encontraba dichas por otra parte.

Pienso en los modos en que los letrados quisieron llevar ese mundo al pueblo; los indigenismos o negrismos, el realismo social, el costumbrismo, que nada tienen que ver con la gente que se supone que representaban. Pienso en las letras hoy, tan desilusionadas de todo eso y asumiéndose como un mundo en sí, suyo, para sí, pero que igual dice cosas para quien tenga los libros leídos y la paciencia para descifrar. Pienso y a veces me vuelvo a preguntar por el sentido y la razón de tantas letras que ocupan unas cuantas vidas; cómo es que salen de esa encerrona y llegan, si llegan, otra vez a tener algo que ver conmigo y si no conmigo con otro cualquiera que paga cuentas, se harta del trabajo o se preocupa porque no lo tiene, o anda también harto de la posición misionera, le da calor, o se ríe un rato por cualquier cosa sin pensar en lo otro. ¿Qué es lo que dicen los libros? Se oyen unos tiros de fondo. Y yo sigo escribiendo y leyendo y haciéndome preguntas pendejas.

Tal vez alguien escriba una buena novela en la que haya muchos tiros y nos haga entender algo. O tal vez no. Tal vez el que escribe no ha sido encañonao ni ha encañonao a nadie (recuerdo una vez que ante una pistola--¿o revólver, preguntó el policía-- me ví tirada en un mangle con hormigas saliendo por mi boca; recuerdo un hermano muerto, otro que no cuenta los parajes por los que ha andado). Tal vez otra escriba otro buen relato, lleno de chingoteos que inspiren a quien se aburre, o le den idea a quien sabe como no hacerlo, en complicidades sadeanas. Tal vez otro reflexione sobre la vida que es infinita como un río aunque siempre sea distinta, sobre la muerte que siempre gana aunque nos la chinguemos. Quizá alguien hable de las crueldades que practicamos y sufrimos a diario y logre hacer que otro llore o se ría, o piense en el proceso. No sé.

Leer cuesta, escribir más. Son actividades que cansan y agobian. Necesitan adiestramiento, insistencia, concentración y paciencia, aunque liberen de algún modo a quien practica o a quien comparte. Me imagino la posibilidad de compartir de otros modos a los usuales. Compartir la experiencia de unos procesos y sus resultados, desde la oralidad. De la letra a la boca, allí donde se escuche; en medio de una plaza quizás, como en los tiempos primitivos del libro, como hacen en misa; donde haya mucha gente que tal vez oiga o tal vez no. Quién sabe si se detienen. Quién sabe si se les ocurre preguntar o acusar o contradecir, o asentir.

Pienso en una madre atea. En un niño que pregunta por el sentido de todo e intuye respuestas donde otros le han dicho que se encuentran. Van a alquilar una película, en chanclas, con el sudor y los olores del día encima. Pasando por el frente de una iglesia ven que entran los que se visten de domingo y van a misa. Sin miedo a la alternativa que ella ha desechado, le pregunta si quiere entrar. Tiene curiosidad y sabe pensar; llegará a sus conclusiones. Él se entusiasma, dice que sí. Se sientan en una esquina atrás. Ella explica el rito tantas veces vivido (ahora todos de pie, aquí se canta, se leen estas cuatro lecturas, después se predica, luego se come el pan y al final se dan la mano). Él, que había pasado horas jugando XBox, se impacienta... ¿Es muy larga? ¿Cuánto es una hora? ¿Todo esto hay que leer? ¿Por qué no me puedo sentar? ¿Qué quiere decir compasión? Ella se fija en los olores a esperma, en las luces tenues, en el ritmo pausado, sumamente pausado, en la concentración necesaria para poder seguir la prédica del cura (demasiado abstracta y llena de frases hechas para aquellos tiros). Se fija en el sentido de las palabras compasión, caridad, misericordia. "Padecer (sentir) con el otro lo que el otro siente; ponerse en sus zapatos o que el otro lo haga por uno". ¿Por qué entramos aquí? Porque tú querías. ¿Nos podemos ir? Nos vamos. Caminamos a alquilar la película. Hablamos de otras cosas. Ella se queda pensando si los años de vivir el rito le adiestraron la mente para un ritmo que él no conoce. Se insiste al preguntar si hace falta ese ritmo. El letrado moderno quiso suplantar al cura. No se trata de guiar destinos, pero sí de conversar al paso de las palabras a trote, de quien está allí para eso. Bueno, ese ritmo lo vivió una vez en que se quedó horas mirando una laguna salada, se dijo. Los siguió el trote los pasos en la conversación camino al Blockbusters y de vuelta (nos vamos caminando, había dicho ella).

Quién sabe.

sábado, 3 de abril de 2010

El bolero de los vampiros

El código de honor hacía que mantuviéramos los recovecos del amor en la esfera privada. Lo que fuera público y notorio podía dañar la honra y con ello posibilidad de adquirir puestos, herencias, privilegios. Claro, eso para la clase que tenía todas esas cosas, porque otras no tenían nada que ver con ese código. Pero así, muchas veces los boleros hacen el cuento que se cuenta en la primera radionovela que se popularizó en Cuba: "El derecho de nacer". Hay un cruce de castas, de clases, de razas que no está permitido (por la honra, la herencia y los privilegios) y que tiene como consecuencia la negación del amor y del hijo. Me refiero al contexto de América Latina y su Gran Caribe, lugar donde nace el bolero. En el contexto de la modernidad, el bolero pasó a la esfera pública y en él cantaban hombres, mujeres, gentes de distintas razas y clases sociales. Ese medio permitió que se escucharan voces que decían lo indecible: "y hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida". Lo que había permanecido privado y secreto por años--desengaños amorosos, infidelidades, promesas incumplidas--encontraba un lugar para debatirse, para exponer sus efectos: "quisiera abrir lentamente mis venas, mi sangre toda, vertirla a tus pies" o la solución digna "Yo, que ya he luchando contra toda la maldad. Tengo las manos tan desechas de apretar, que ni te pueden sujetar, vete de mí..." . Y lo hizo desde las vísceras, que es lo que el objeto amado se lleva consigo cuando se marcha; las vísceras del amante que en adelante tendrá que vivir vacío de tripas, riñones, hígado, sangre. Los cantantes de bolero son, tal vez, la versión caribeña de los muertos vivos (undead), porque el amor nos mata, a pesar de que no haya más remedio que seguir viviendo, aunque sea evitando nuestra imagen en el espejo y la luz del sol.

sábado, 27 de marzo de 2010

testosterona y sangre

La moto está ahorcada por el cordón de una cortina. No es una moto verdadera. Es un objeto doméstico, un juguete que el niño usa para liberar y experimentar con su testosterona. Finalmente, en el espacio doméstico, la moto queda condenada a muerte por un acto irreflexivo o creativo. Igual pasa con las espadas, ametralladoras y pistolas de seis balas como las que usan en los westerns. Las espadas pueden pasar a ser una antorcha que libera una halo de luz. Las ametralladoras bastones que ayudan a caminar a un cojo. La pistola de seis balas sirven para atemorizar mosquitos molestosos. La testosterona se transforma en el espacio doméstico. "Mamá a mí no me gusta matar, es todo de mentira, no te preocupes". Dice el niño. O tal vez, ha dicho, "Yo no quiero hacer daño sino aprender a defenderme". Pero lo cierto es que no va solo de noche al baño, porque está oscuro y tal vez allí se oculte un ladrón. Yo bromeo: "¿De qué sirve tanto ensayar para defenderte del mal del que te escondes?" Sustancia extraña la testosterona esa que no se transforma en acciones positivas, sino que moldea un ego, una autoimagen a semejanza de los héroes más atrevidos. Es la imagen de narciso en el lago quieto, donde se ve hermoso, porque no sabe que no es un reflejo sino su imaginación lo que ve. Y bueno. La mamá feminista escribe y espera que el niño no lea. No se vaya a lastimar su frágil ego. ¿Cómo decirle que los héroes, más que disparar, logran evitar la sangre que se queda en el plano mítico para que la paz sea? Eso digo que creo. Eso creo que digo. A mí la sangre me desmaya. A mí la idea de la sangre me desmaya. Pero no, es la violencia que hace que esté fuera lo que se supone corra adentro. Digo esto y me ocupo de la sangre mensual que me corre entre las piernas sin violencia.

sábado, 13 de marzo de 2010

Mientras, allá la playa

Si llegas contento y hay una fuente de agua frente a tu casa, ¿piensas que es una bendición o llamas al plomero? Si planificas mil salidas, a jugar, a mirar los caracoles jugando o a dejar que otros jueguen, y de momento las ruedas no giran en torno a su eje, ¿piensas en los beneficios de la inercia? Si de momento la puerta, más que cuidar bien de la casa, hace bromas, se abre y se cierra como si tuviera voluntad propia, ¿te ries por la ocurrencia? Y si un niño saltamontes hace un cálculo equivocado y deja, por un minuto siquiera, de ser un superhéroe, ¿meditas sobre los beneficios de la laicidad general? ¿Y si todo esto pasa en medio de la crisis? ¿Te preguntas qué crisis y sigues tu rutina? Habrá crisis peores. Allá los terremotos atestiguan este hecho. De todos modos hay que seguir pensando en beneficio de la humanidad que necesita los frutos de este trabajo intelectual (sí, anjá). Hay que poner cara seria mientras se profesa aunque cuando se termine de hablar o quizá aun antes de comenzar ya no se profese nada. Eso no tiene que ver con el acto ritual de abrir la boca, saludar al público, sonreír para la cámara, para la posteridad. Mientras, allá la playa espera tiempos mejores que seguramente llegan, es que se distrajeron saludando a algún conocido por el camino.

sábado, 27 de febrero de 2010

Niño

Niño

Mi niño
tiene manos de hombre:
seguras, fuertes,
grandes, gentiles.
Consuelan con ternura
y parlotean.
El niño
frunce el ceño, como un hombre,
si le nace la idea.
Este niño que
se ríe como un hombre,
cuando embroma
con sus juegos de palabras;
instrumento nuevo
que domina viejo.
Sin embargo,
mi niño,
también tiene un corazón
de hombre
sin miedo;
de niño.
Sabe que puede volar
y se lanza
sin esperar la caída
que destroza
al niño;
al hombre.

Pd: Tres tornillos en el codo más tarde, uno en el radio, espero que el hombre no se asuste de volar, que aprenda el niño a preparar la caída.

domingo, 21 de febrero de 2010

Levadura, polvo de hornear, bicarbonato

Vengo del supermercado con bolsas de plástico que contienen latas de aluminio y otros recipientes plásticos que empacan materiales que alguna vez fueron de procedencia vegetal o animal (¿Dónde pastó ese ternero? ¿pastó?), pero que hoy no es más que un producto procesado quién sabe dónde, quién sabe cuándo, no se sabe por qué manos. Voy al supermercado y compro harina, sal, levadura, aceite (las etiquetas dicen que las envolturas contienen sólo eso). Hago pan. Además compro azucar negra, bicarbonato, vainilla (no sabor a, sino vainilla destilada en alcohol en unos potecitos pequeños que parecen guardar la infusión de una bruja) y hago galletas, o donas. No tengo en casa productos procesados. Imposible que esto sea verdad. Pero tengo una cantidad mínima e indispensable porque no vivo en un poblado medieval. A la carne le echo sal (sólo sal) y la pongo en una brasa que no la cueza demasiado. Me gusta el sabor de la sangre. Mejor que el vegetarianismo que se empancina con productos procesados (gum, guar, sutanate) por una industria creada especialmente para ellos. Fumo. Cada cual alarga y acorta su vida a su modo. Lo mio es un ritual, como todo. Sigue su descripción.

Leo. Pienso en galletitas de mantequilla. Leo. Pienso en donas. Leo, pienso en pastelillos de carne. No tengo nada de eso en la nevera. Pero involuntariamente comienza el inventario. Leo. Tengo bicarbonato y azúcar suficiente como para que sobre para el café de mañana. Leo. También queda una gota de vainilla. Leo. Me toma 10 minutos derretir mantequilla, echarle harina, bicarbonato, sal, vainilla, un huevo. No me gusta la nuez moscada; me provoca náuseas. Tengo huevos... Calentar el horno, hacer bolitas pequeñas, esperar otros diez minutos a que se endurezcan y se doren... La lavadora de platos y el procesador de alimentos facilitan el trabajo (no es que rechace la modernidad y sus inventos sólo el sabor de lo impronunciable: maleate).

Media hora más tarde estoy leyendo con un vaso de leche (quién sabe de qué vaca) en la que sumerjo galletitas tibias y pienso... Mmmm... Pastelillos. Tengo carne molida. Mañana hago pastelillos. Es una de las pocas cosas que a mi hijo le gustan. Tengo aceite, harina, bicarbonato y sal. No hace falta nada más. Achiote si se quiere. Tengo. ¿O haré las galletitas de queso y pasta de guayaba... Mmmm.... Leo.

lunes, 15 de febrero de 2010

El sueño

El sueño de Sor Juana
era el de Borges y su Aleph.
Esa letra que lo contiene todo
porque es la boca abierta
que pronuncia
el sonido más puro y abierto.
Mira como Dios
que es infinito
hacia adelante
hacia atrás
hacia el fondo.

Más que arena y que palabras dichas
desde el comienzo hasta el fin
de la historia
que aún no es
que todavía no se acaba
porque el Leviathán no llega,
hay miradas y gestos,
sonrisas,
encuentros.
¿Se puede decir todo cuando
el tema, sinfín, te reta?
¿Ese ocho desmayado
es un límite que se desborda?
No lo sé.
Ellos, hermanos,
lo sigueron
como el burro a la zanahoria.

sábado, 6 de febrero de 2010

Comunicación: ladrillo de aniversario

Habermas explica, via Castoriadis, que la producción pre-lingüística de fantasías produce en cada individuo un mundo interno, único y privado, que se enfrenta al mundo institucionalizado durante la niñez y aquél queda integrado a este mundo en el curso de la resolución del conflicto edípico. Esto quiere decir que para madurar (resolver el conflicto edípico) hay que abandonar las fantasías propias o al menos, supedidarlas a las exigencias del mundo institucionalizado. Lo que le interesa al teórico alemán es crear una teoría que supere el marxismo sin abandonar la modernidad como proyecto. A lo que quiere llegar es a proponer las prácticas comunicativas como un medio de negociación constante que crea, de hecho, mundos nuevos; el rescate de la utopía desde las fantasías de cada cual. Usa la palabra demiurgo. Me recuerda a Borges con sus ironías. El poeta que quiere ocupar el lugar de un dios al soñar estos mundos posibles. Con decirlos basta para que se vuelvan un proyecto realizable, parece decir Habermas, tratando de superar la idea moderna del "espíritu absoluo", i.e. el poeta, filósofo, dios que está encargado de llevar a cabo la tarea utópica. Al menos de pensarla.

A pesar de esta aporía que parece imposible de escapar--superar al dios creador para localizar al filósofo-artísta en su lugar--, el alemán se da cuenta de que uno no puede entender al otro a menos que entienda las circunstancias, el contexto en el que el otro habla (existencialismo, sí, Sontag, anhá) y que se habla también por medio de las prácticas. En otra parte habla del tiempo histórico, el espacio social y las experiencias centradas en el cuerpo como parte de esos contextos que producen sentido, sin los cuales la comunicación es imposible. Lo que me interesa de esta propuesta es el reconocimiento de que "the reproduction of a lifeworld always takes place also by virtue of the productivity of its members". Lo que me entusiasma es el plural. Aunque en las discusiones grupales en las que he estado, mientras más miembros peor, al final no es la razón lo que reina, sino la fuerza, el carisma, los chanchullos por debajo de la mesa y ya planchados antes de la reunión. ¿No es eso lo que cuenta Leonardo Padura en su más reciente novela titulada "El hombre que amaba a los perros"? Contar el curso de los hechos que llevan al asesinato de Leon Trostski en México como si fuera un reportaje, casi, basta para uno darse cuenta de que la razón nada tiene que ver con las fuerzas que se hacen cargo de la historia. Pero me parece bueno que un filósofo alemán se de cuenta de que existe mundo más allá de su ombligo filosofal.

NOTA: Celebro el aniversario de este blog. Un año cumple en febrero. Gracias a quienes leen.

viernes, 29 de enero de 2010

De la palabra a la acción o vice versa

Mi acción es conducir. Frenar. Esperar que cambie el semáforo y, mientras, mirar la enorme luna que me mira. Bajar la vista un poco y observar los carros que cruzan delante de mí en la noche lunada, como si fuera una película por el claror, mientras escucho a Rubén Blades pedirle a María Lionza que le haga un milagrito. "Canción grabada en 1978", dicen en la radio. Pienso en el documental que vi hace poco sobre el culto a María Lionza en Venezüela. Cómo la gente le pide aun hoy a la virgen desde su religión mulata, bienes. Recuerdo el espíritu absoluto de la filosofía, desde el que se pensará la relación del ser humano con el planeta y con lo trascendente. Pienso en las múltiples acciones comunicativas que se cruzan. La luz roja que provoca que frene, la luna que me convence de que soy lunática, a veces, desde este cuerpo que también funciona en ciclos, como ella, mas no por eso. Los libros que están metidos en mi cabeza y que también me hablan. El estómago hambriento que estoy a punto de atender, junto al hambre quisquillosa del niño. Los libros hablan, la luna habla, la radio habla, la virgen habla, las cosas hablan, el cuerpo habla. Todo es un cacareo. Un cruzamiento de acciones comunicativas. Bueno, algunas comunicaciones son acciones, otras rebotan de una lectura o de una conversacion o de una experiencia al objeto y de ahí a mi mente. Y me pregunto si todas esas acciones o rebotes significativos algo tendrán que ver con la paz.

miércoles, 13 de enero de 2010

Candada por error, Mara Pastor

El error es la búsqueda. La mujer candada busca una llave. Se mira desde adentro los afueras que están atrás, en el pasado, o hacia el lado, en el otro, los hermanos, el amante, las flores del camino. Les escribe cartas. La bicicleta está estacionaria. "Hoy busqué mi nombre en una foto vieja". Es una mirada vieja, que envejece o crece; madura. Hasta que por fin.

Quiero besar mi angustia para que me abandone
detrás de los altares, antes de su boda
con los calendarios, la angustia y su corona,
besarnos todas y olvidar al otro día lo que fuimos. (13)

Por aquí aparecen los aviones. La bicicleta está estacionaria pero a los aviones se los aborda.

Con Manuel se da cuenta de que "... El futuro es pensar como se escribe,/ y me has acompañado aunque no lo parezca, /hemos ido juntos // adonde me ha llevado la palabra. (23)

Porque a fin de cuentas el libro es un viaje en el discurso; porque se pregunta por la antropofagia y por los animales del zoolígico "¿Tendré que comerme a sus niños /para volver a besarlo?" y más adelante "Insisto en figuaras de animales /--que sólo he visto /en cautiverio--flotando/ en la espera" (35).

Termina en tono de film noir, con una mujer tal vez muerta, a quien le corre un hilo de sangre por la comisura de la boca. Pero no hay que espantarse. Esa muere para darle paso a la que se libera y vuela.

martes, 5 de enero de 2010

Dedos manchados de tinta

Leo el periódico al que tengo acceso en estos días en 5 minutos. Paso las noticias de los muertos del día anterior, el diagrama de dos páginas con fotos a colores sobre algún asunto de política púbica. Que el servicio de rescate de emergencia deja morir la gente, que aquél o este político dijo que haría o nos atacuñó una nueva ley que nos reduce el salario, los derechos, los espacios. Leo con interés los buscapiés y el horóscopo. Ya. Terminé. Luego la radio machacará la ínfima noticia ya repetida hasta el hartazgo. El debate público es un simulacro, pero esto no es noticia. Leo más ideas y propuestas, más debate, entre mis amigos y conocidos de facebook. Mientras, me doy cuenta de que pasar las finas páginas manchadas de tinta, su olor, su textura, es un homenaje a la nostalgia y me pregunto si los árboles que fueron ese papel merecían un fin tan innoble. Mis dedos se manchan de tinta y siento que soy ciudadana, pero no. Nada tiene que ver esa idea de un habitar por las esquinas isleñas desde el debate, activo y constructivo, con tomarse un café mientras se lee lo que ya cansa, sin saber cómo se sale del acoso del horror. Mis dedos estarán manchados, pero ese trabajo ínfimo de pasar las páginas y suspirar no es trabajo. Mi trabajo prescindirá de esa tinta. Saber eso, como se sabe el cansancio porque se lo siente entre las costillas, se vuelve luto. Pero habrá que construir.