miércoles, 30 de diciembre de 2009

La forma del aire

Un círculo o una elipsis, una línea
una sucesión de puntos que
mirados por separado son,
y en conjunto,
infinito.

Esta brisa que sopla ahora y es
la de ahora. Este aire inhalado
y exhalado, ahora.
El ya que es ya por un instante
y luego fue.

No hay retornos, sin embargo
todo vuelve.
No hay progreso mas parece
que se monta el sucesivo instante
sobre otro consumido.
Todo es nuevo sin serlo.
Todo es la única suma de pequeñeces
que se juntan y conectan
la sal del mar con la que exhuda
este cuerpo, como antes otros,
como después serán.

El movimiento perpetuo está inventado
sin mecanismos, pero está,
y respiro hasta el cansancio
porque, ¿dónde la inercia?
Luego respirarán otros
otro aire, que será, sin embargo
el mismo; resumarán sal
y le hablarán al mar. A ese mismo
mar de ahora; distinto.

Así, y así, y así, o de otro modo y
otro.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Fe en disfraz, de Mayra Santos Febres

Ella es negra y él es blanco. Así que cuando se juntan en una relación sado-masoquista, ella es culpable y él inocente. Ella es mujer y él es hombre así que cuando se juntan en una relación sado-masoquista ella es culpable y él inocente. Ella es la jefa y él el subalterno, así que cuando se juntan en una relación sado-masoquista, ella es culpable y él inocente. Pero “ella quiso ser”, citando a Julia de Burgos, “como los hombres [los hombres blancos e inocentes] quisieron que ella fuese:

"Yo quería ser como aquellas mojas, blancas, puras, como aquellas princesas; vestir trajes hasta el suelo, hechos de terciopelo bordado con hilos de oro y pedrería. Pero en mi fuero interno sabía que aquello no era para mí. Me lo recordaban las alumnas del colegio y el color de mi piel. Mi piel era el mapa de mis ancestros. Todos desnudos, sin blasones ni banderas que los identificaran; marcados por el olvido o, apenas, por cicatrices tribales, cadenas, por las huellas del carimbo sobre el lomo. Ninguna tela que me cubriera, ni sacra ni profana, podría ocultar mi verdadera naturaleza". (89)

Fe en disfraz es el título de la novela que entiende la piel como un vestido. La piel conecta a la protagonista con sus ancestros, y si el reproche contra la mujer negra en Occidente ha sido que ella no podrá controlar nunca lo que se entiende como su verdadera naturaleza, que la hace una mula que se usa tanto para el trabajo físico como para aliviar demonios que poseen el cuerpo del hombre blanco, entonces Fe (así se llama la protagonista) ni lo intenta, a pesar de su nombre.

Se viste con el traje que le perforará la piel que es su otro traje. El traje con el que se viste es amarillo, de encajes y pasacintas. Es un traje de mulata, Xica da Silva se llamó, que quiso insertarse como blanca en sociedad. Fe se vestirá con los dolores propios que, aunque no están dichos en la novela con abundancia, no hace falta porque están dichos los de sus ancestras. Y es que ésta es una novela de ritos y silencios. La mulata, y luego su hija, se ponen el mismo traje amarillo para ser presentadas en sociedad, con el mismo resultado. La ley, los otros, no las reconocen como sujetos posibles. Ese rito de pasaje, ponerse el vestido amarillo y ser presentadas en sociedad, no tiene posibilidad de éxito. Fe, en el siglo XX puede ser jefa, sólo si mantiene silencio sobre sus cicatrices:

--¿A quiénes se habrían parecido estas mujeres?
--¿No es obvio, Martín? Se parecían a mí.
Me quedé mirando a Fe, en silencio. Curiosamente, nunca antes me había detenido a pensar que sus esclavas se le parecieran. Que ella, presente y ante mí, tuviera la misma tez, el mismo cuerpo que una esclava agredida hace más de doscientos años. Que el objeto de su estudio estuviera tan cerca de su piel.(53)

La historia se cuenta rápidamente, en apenas 115 páginas, sin dejar por ello de ser una novela sobre el tiempo que no se deja vencer. Es una historia que cuenta vidas de historiadores que quedan atrapados por el tiempo. Aquí habla Martín, el amante secreto de Fe: “Ya lo he dejado claro en este escrito –la historia da la impresión de ser mutable. Pero siempre vuelve a su redil. Se repite y regresa al sagrado rito de su origen.” (104) La cita se refiere al escrito que leemos, porque aunque ella es la jefa y él el subalterno, él es quien contará la historia, como siempre pasa.

Fe, la historiadora que protagoniza este relato, se beberá su propia sangre y se ofrecerá como objeto en un extraño rito de sacrifico, y Martín también beberá su sangre, la de ella, y se dejará vencer, vaciándose, o palpará el mapa de heridas que lleva ella en la cadera, causadas por el arnés del traje. El vaciamiento es la derrota, pero lo es, además el qué él termina también bebiendo su propia sangre, acordándose de los ritos que se habían olividado él y sus ancentros:
Pero, entonces, ocurrió la peor de las traiciones. Con la cristinanización de los romanos y la paulatina suspensión de la fiesta de Sam Hain (Halloween), se olvidó el culto a los ancestros: a los ancestros animales, a los ancestros frutales, a los ancestros humanos, a los muertos” (92)

Una vez que Martín bebe de esa sangre comienza en él una transformación, a la manera de los vampiros góticos. Cuando comienza la narrativa Martín niega sus culpas, se piensa y se siente inocente:

No fui yo, lo juro, quien se levantó de la mesa del puesto donde almorzábamos, tomando a Fe de la mano, conduciéndola al estacionamiento. Ni fui quien entró al carro de Fe, quien guió a un lugar apartado, entre las mansiones, mientras manoseaba los muslos de Fe, metiendo mis dedos entre las comisuras de su carne. Estacionarme al lado en un parque. Lamerle el cuello con otra lengua que no era la mía, sangre en mis labios mordidos, meterle los dedos más profundo. (75)

No fue él, dice. Y el inocente tal vez tenga razón, al principio, cuando actúa sin saber lo que hace al mirar como pornografía deposiciones de esclavas aunte un tribunal, por abusos sexuales sufridos. Pero crece. Conversa en la cama con Fe. Supongo que es el diálogo de sobrecama el que logra que este personaje crezca y hacia el final del relato descubra:

Ese día, me descubrí capaz de actuar de otra manera. De sentirme dirigido por esa extraña hambre que desde siempre me habita. […] Hoy entiendo que los libros, la Razón, ya no me sirven de trinchera. Recapacito y estoy dispuesto a actuar, a enfrentar las consecuencias de mis actos. (97)

Martín decide hacerse cargo del rito. Sigue las instrucciones de Fe, pero se arma de una navaja toledana que ya habían usado en otras ocasiones. A este punto él también ha palpado sus cicatrices.

No les contaré lo que espera lograr Martín con esa navaja. Tienen que leer esta rica novela que es erótica, pero también puede que sea el testimonio del porpio Martín, quien escribe y deja un documento como si ese último encuentro lo fuera a llevar a la muerte y como dije, además es novela gótica, es novela histórica, es novela de creacimiento. En fin, es una gran novela narrada con un lenguaje y una técnicas afiladas, como la navaja toledana que se usa en el útimo rito que no les voy a contar. Sólo les advierto que se preparen para oler sangre y otros flujos más íntimos. Si son seres de pudor no la lean. Si están interesados en enterarse de transacciones que se pueden dar cuando nos ponemos los disfraces para dejárnoslos quitar hasta quedar pelaos (á poil, como se dice en francés), pues entonces, lean. Mantengan un cubito de agua fría a mano, por si acaso. Y buen provecho.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Nostalgia charra vs. supervivencia



Tengo una familia folklórica. Lo digo en broma y en serio. Recuerdo que cuando leía La carreta de René Marqués o La llamarada de Laguerre en la secundaria, mi papá siempre pensaba que estaba leyendo su historia; la historia de un mundo que fue suyo y que estaba en vías de desaparecer. Después empezaba a hacer cuentos de cuando se comía las chinas sin bajarlas del palo, chupándoselas como si fueran una teta, o de cuando caminaban a la escuela por kilómetros y kilómetros con los zapatos en la mano. Con estos cuentos y la referencia literaria, me imaginaba a mi abuela y sus nueve hijos descalzos y piojosos en una choza con sobereao (piso de tierra) esperando a que la tormenta platanera se los llevara (Belaval). Pero esos cuentos de miseria nunca han salido de sus bocas y lo cierto es que mis tías saben cocinar con fogón.

Al lado de la finca de mi abuela había una pareja de viejitos, Nacha y Colacho, que mi papá visitaba con reverencia (Me daba órdenes secas, "saluda", "acéptales el café" "contéstale a la señora"). Ellos vivían arrimaos en un terreno y tenían una casita, tal vez de 10 x 10 metros, hecha completamente de zinc. Cocinaban en un fogón que mantenían prendío en el fondo de la pieza. Creo que Nacha era feliz. No quería que le tumbaran su ranchito y si mi papá se ofrecía a traerle una nevera o una estufa ("se le puede hacer un fuego ahí"), Nacha sonreía con condescendencia y decía que ella no necesitaba nada de eso. En fin, que cuando se hablaba en la Universidad, analizando cualquiera de estas obras, de que lo que había de fondo en ellas era una nostalgia por parte de terratenientes desplazados por un pasado que idealizan pero que en realidad estaba lleno de violencias y desigualdades, me costaba entenderlo. Esa no era la memoria de mis antepasados más inmediatos y, que yo supiera, ellos no eran terratenientes ni hacendados, sino peones (en verdad eran pequeños propietarios y esta historia ha sido poco documentada o discutida).

A tono con ello y por el hecho de que vienen las navidades y con ellas mucha de la familia dispersa, en estos días me dio con rescatar décimas viejas, en vista de la parranda que se acerca. En especial una que alude a una vida que desaparece. Mi papá la escuchó alguna vez y tenía ganas de volverla a escuchar. Descubrí con you tube que la DECEP había hecho un documental hace años, en blanco y negro, en el balcón de una casa de madera (mejor que la que yo me imaginaba; parecía más bien una casa de muñecas) en el que cantan unos jóvenes Ramito, Chuito el de Bayamón y la Calandria, acompañados por Maso Rivera. Allí Ramito canta la canción del Toro Barcino que termina:

Ya acabaron mis ganacias
Pero quedó esta canción
Murió el toro y el peón
Que triste quedó mi estancia
Ya se acabó la abundancia
Y este dolor me acrisola
Ya se secó la amapola
Ya murió el buey que pitaba
Murió quien lo pastoreaba
Y quedó la estancia sola.

A fin de cuentas la canción se refiere a un sistema económico que muere: "ya se acabó la abundancia". Será difícil de entender a qué abundancia se refiere quien tenga, como yo tuve, como mi hijo tiene, casa con piso y paredes de cemento, carro y la posibilidad de ir al chopin mol a comprar cada pendejá que se le ocurra. Pero se rumora que quieren vender la Plaza del Mercado de Río Piedras para que se instale allí un Wall Mart y algunos nos rebelamos, tratamos de evitar que eso pase. ¿Por qué si, a fin de cuentas, las Plazas del Mercado apestan rancio y la de Río Piedras está en pésimas condiciones? Mi abuelo bajaba al pueblo a vender sus productos (a la de Caguas), pero ahora en la plaza venden aguacates y mangós dominicanos y chinas de la Florida.


Mi razón para volver sobre la canción del Toro Barcino es simple, con todo y los símbolos eróticos (el toro que más fajaba, el buey que pitaba, el que abanaba la zorra) que construyen al toro muerto en un padrote muerto, o, dicho a la Lacán, quien ocupaba "el lugar del padre" es quien ha muerto, por lo que la soledad de la estancia es también una falta de orden, de ley. No es que necesitamos un toro barcino que nos ordene. No es que necesite idealizar una vida campesina pasada que nunca viví a fin de cuentas. Lo dice quien antes de dejarse fajar (en el sentido de poner en su lugar, i.e. el doméstico) se fugó por los caminos de Dios, como se decía en el campo. Vuelvo sobre esta canción porque yo he hecho morcillas y pasteles y he visto matar a un puertco y después echarle agua hirviente para pelarlo con un cristal de botella rota. He recogío verduras (no sé, yautías, malangas, apios) y habichuelas de las matas pa después sacarlas de las vainas (con pánico de no encontrar gusanos) mientras se habla de cualquier cosa y se miran las nubes encima de una loma. Claro, por ratitios, como un entretenimiento, mientras visito pa luego irme.

Después de mi generación no se sabrá el sabor de la cosa fresca. No se lo extrañará porque no se puede extrañar lo que no se conoce. Es más, tal vez terminen alimentándose de algas. Tal vez no me deba importar; que se las arreglen ellos. Pero me importa porque quiero a mis descendientes. Para evitar que ellos terminen alimentándose de algas o pastillas con sabor a pollo, tendríamos que acordarnos de como sembrar y criar animales. Si matáramos la carne que nos comemos en vez de comprarla en el supermercado la respetaríamos más. Tendríamos más claro la vida que se vence para alimentar la vida (¿la gordura?) propia. No es nostalgia romántica, es la desnuda voluntad de supervivencia lo que me hace acordarme del Toro Barcino, aprenderme la canción y cantarla (desafiná y fuera de tiempo seguramente) a la menor provocación.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Crónica: La intemperie interior

Ayer nevaba y llovía al mismo tiempo. El tiempo se volvió flexible cuando el pasado y el futuro se escabullían en el presente que no quiere ser más que eso. Pero está bien que se cuelen si no hay melodrama. Leí que el psicoanálisis es hijo del romanticismo. Pensé, claro, y me dio gracia entender a los analistas, tan metódicos ellos, como Byronianos recalentados y reempacados. Será por eso que en este tiempo de locos nos ha dado por lo gótico: mansiones abandonadas que rescatar y conversaciones con fantasmas, encarnados o no, chupar sangre. Pero no me abruma la nostalgia ni me da por asir esperanzas. A veces un buen baño hace bien. La voz de un niño. Encender el horno. Pensar en tortas de chocolate que batir a mano, trescientas veces, con cuchara de madera. Pero no. Hay que vigilar la línea. Luego un libro, el teclado, un café. Mirar el frío por la ventana del lado acá de la calefacción.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Res parlante y en zancos

Entré al restaurante mexicano al que la gente iba más a comer queso fundido y beber margaritas que otra cosa. Caminé con parsimonia. Tal vez me sonreía, porque los tacos hacían que me acordara de los meses de mi niñez que pasé caminando en zancos por todas partes. Me empeñé en aprender con los zancos de unos vecinitos. Pasé de los bajitos a los altos en cuestión de días y estuve yendo de un lado para otro balanceándome en los enormes palos. Fueron días divertidos. Me senté de frente a la barra. Me pedí una margarita para esperar a mi amiga.

Vengo en representación de aquella mesa, dijo el gordo. Necesitamos su número de seguro. ¿Por qué?, preguntó ella. Él contestó haciéndose el gracioso. Es que estábamos en una reunión de negocios y cuando usted entró le dió un ataque al corazón como a tres de mis colegas. Se reían traviesos los tontos que se quedaron en la mesa. Ella ripostó como un disparo. Entonces lo que necesitan es una ambulancia. Él también era rápido. ¿Llamamos a los bomberos y quedamos en paz? Ella no se dejaba vencer. Para la paz hace falta un mecánico que les arregle los marcapasos. Es una traducción que intenta mantener los sentidos originales. Hablaban inglés porque el buisiness man era un gringo colorao y probablemente sureño, ya que tenía enganchado un sombrero de cowboy. Pacemakers había dicho ella, jugando con la palabra que acababa de pronunciar el que proponía la paz. Se rió el gordo. Le dijo que ella lo hacía reír. Añadió que estaba convencido de que también le daría suerte. Vamos al casino a jugar. Necesito que me acompañes para que me digas a qué número jugar doscientos dólares. Ella pensó en su salario de estudiante. Todavía bromeaba. Se quedó en el duelo verbal por lo que contestó. Dame los doscientos dólares a mí en vez de botarlos allá. El gringo se quiso hacer el magnánimo. Te doy doscientos y juego doscientos. Lo de ella quería ser una perorata en contra del juego. Dame los cuatrocientos a mí en vez de tirarlos. El gringo empezó a incomodarse, pero no quería perder el temple. Te doy cuatrocientos y juego cuatrocientos. Dame ochocientos a mí en vez de desperdiciarlos en esos juegos del diablo. Acá el gringo tenía ya las orejas visiblemente coloradas. Ella se dio cuenta de que era en serio. La quería comprar como a una puta.

Tenía un trajecito de mezclilla anaranjada, corto hasta arriba de la rodilla, que parecía que me habían pintado en el cuerpo. Se cerraba con una cremayera que había dejado sin cerrar completamente al frente; el apretón del pecho hacía que las tetitas se subieran redonditas por arriba de la tela. No tenía grasa en el cuerpo. Era toda fibra, huesos y un pelo largo ondulado que llegaba casi a la cintura. Con los tacos, más que piernas, parecía que tenía ancas de yegua. Sin dejar de mirarlo a la cara ni hablar le dije. Mira, vamos a hacer una cosa. Mis manos se metieron por debajo del traje. Deslizaron un panticito de encaje rojo por las rodillas, los tobillos, los tacos. Dale los ochocientos dólares a los pobres, como yo hago ahora. Cuando terminé de decir like I am doing now le puse el panty en las manos. Me bebí la margarita que me quedaba de un sorbo. Pagué mi cuenta y saludé a mi amiga que acababa de llegar. Le dije que nos fuéramos a otro sitio, que allí la cosa estaba aburrida, puro viejo gringo, en inglés, mientras le guiñaba el ojo al gordo que no se había movido, seguramente por el calentón en las orejas. Caminé con el mismo paso con que entré al bar; y con la misma sonrisa.

domingo, 22 de noviembre de 2009

El enemigo

Explica Hannah Arendt el sentido en el que Rousseau pensó la idea de una voluntad general, la del pueblo o la nación.

"Para construir semejante monstruo de cien cabezas, Rousseau se valió de un ejemplo aparentemente sencillo y verosímil. Extrajo su idea de la experiencia común que enseña que cuando dos intereses opuestos entran en conflicto con un tercero que se opone a ambos, aquéllos se unen. Desde un punto de vista político, daba por supuesta la existencia --y en ella confiaba--del poder unificador del enemigo nacional común" . (Sobre la revolución, 102)

O sea, que las naciones se definen en oposición. Es un lugar común. Ejemplos recientes son la Guerra de las Malvinas que se inventó la dictadura militar argentina quemando sus últimos cartuchos; o los enemigos, reales o imaginarios, con que lidia la nación estadounidense continuamente para mantener la cohesión del "pueblo". Pero en este contexto me preguntaba, ¿qué pasa cuando el enemigo que unifica es interno? ¿qué cuando es el propio gobernante que la mayoría eligió porque pensó que el enemigo estaba en otra parte? ¿Lo estaba? Si no se sabe dónde está el enemigo, ¿contra quién nos cohesionamos? O es que enemigo son todos los que gobiernan o pretenden hacerlo, porque siempre se gobierna a partir de una violencia: gobernar es un acto de violencia. Siempre hay una violencia originaria en las narrativas de las comunidades y es ella la que justifica el contrato social.

Si así fuera, el enemigo que nos gobierna es un fantasma que se desaparece y reaparece, tomando distintas formas, para acecharnos. Regresa como el fantasma del padre de Hamlet, y nos incita a tomar venganza y nos recuerda que el monarca actual es un usurpador. Como Hamlet nos quedamos perplejos y meditamos, ¿cómo? ¿Queremos fundar una nueva comunidad en un nuevo acto de venganza? ¿Qué hacer si el enemigo somos nosotros mismos y las complicidades que elegimos?

lunes, 16 de noviembre de 2009

Resaca: otro espectro

Cuando era estudiante de bachillerato, estuve algunos meses en España; en Toledo, específicamente. Hice un préstamo estudiantil para pagar los cursos de literatura e historia en la Fundación Ortega y Gasset. El paquete incluía cuarto y comida. Creo que llevaba mil dólares para gastos, en cheques de viajero. Había reservado el vuelo de regreso a la isla para una semana luego de que terminaran los cursos. Así me divertiría en Madrid por ese tiempo.

Lo que no previne era que en España sí que hay marcha. La fiesta empieza como a las 9 de la noche, todos los días y termina como a las 6 de la mañana. Un vaso de cerveza de un pie de alto (de verdad, que sabe a levadura y tiene un alto porciento de alcohol) valía como 75 centavos. Recuerdo caminar de regreso a la pensión, donde habían cerrado las puertas como a las 3 de la mañana, a eso de las 7, cuando abrían las puertas nuevamente, para desayunarme algo y dormir hasta la hora del almuerzo, y así tomar mis cursos en la tarde. Como los dormitorios estaban en el 4to piso y los salones de clase en el 3ro, me gustaba aparecerme en los salones en pijama y pantuflas. Era mi modo de decir, puedo coger las clases con resaca y salir bien. Aprendo más en las calles que en los salones. La juventud es arrogante. Mientras caminaba de madrugada de regreso a la pensión, me sorprendía de que limpiaran las calles a manguerazos. Si hicieran eso en San Juan, pensaba. Recuerdo que una mañana me levanté de una cuneta azorada porque estaban a punto de pegarme con el chorro frío de una de esas mangueras como de bombero. Estaban limpiando la calle de escombros y yo dormía el exceso de cervezas en alguna cuneta, luego de haber bailado en una discoteca al aire libre, donde la gente se tiraba con ropa a la piscina, al ritmo de Mecano, los Inhumanos ("Qué difícil es hacer el amor en un Simca Mil. El asiento no se hecha pa atrás; ese no es el pito que debes tocar") o el hit del momento "Vaya, vaya, aquí no hay playa" (nos llegaba al corazón a los boricuas).

Así pasó un mes, el tiempo del curso. Regresé a experimentar Madrid esa semana que me quedaba, pero había un inconveniente. Me había gastado todo el dinero que había llevado para el viaje. No tenía con qué experimentar nada, en esta época anterior a las ATH, en la que no tenía tarjetas de crédito ni modo de sobrevivir. Recuerdo que llamé a mi padre y le pedí que me enviara algo, ¿100 dólares?, para pasar la semana. Me ubiqué en la pensión más barata que encontré, e hice el cálculo de que, luego de pagar ese hotelito, me sobraba plata para comerme un sádwich de jamón y queso diario, con agua del grifo. Así que no me disfrutaría Madrid. Me levantaba por las mañanas y deambulaba por las calles, por los parques, con hambre.

Llevaba como 3 días comiendo sándwiches cuando, en un parque, un viejo que andaba solo con su perro y hablaba sólo francés, porque era francés, me dijo algo. Le expliqué en mi francés rudimentario que mi conocimiento del francés era rudimentario. Él me dijo que hablaba muy bien, que estaba solo, que había enviudado recientemente y había tomado el carro, el perro, y se había ido a dar una vuelta por las ciudades cercanas. Esto lo decía con la tristeza más triste. Nada lo esperaba en Francia. En verdad estaba esperando que le llegara el momento de morirse él también. Como yo le servía de traductora y no tenía con quien hablar, me invitó a almorzar, luego a cenar. Se acomodó en un cuarto libre en la pensión en la que me estaba quedando. Quedamos de recorrer la ciudad el próximo día. Me despedí contenta de haber encontrado un abuelo que me cuidara. Me llamaron al hotel.

Mi copañera de cuarto en San Juan se había hecho novia de un gitano y andaba con él hacía días. Estaba desaparecida como todos los otros amigos del alma con quienes me había emborrachado antes. El caso es que ese era un buen día para mí, porque luego de mi aburrimiento y mi hambre, me habían alimentado y luego me llamaron y me invitaron a salir. Expliqué mi situación económica y mis amigos dijeron que no importaba. Donde beben dos beben tres. No sé a qué hora volví, luego de despedirme efusiva, felizmente. La resaca era mortal y me tocaban a la puerta de madrugada; muy temprano. Yo me preguntaba qué hora era. Seguro era el viejo, pero yo con esa resaca (¡Ay, mi cabeza!) no estaba en humor de hablar con nadie y menos en francés. No me levanté aunque tocaron a mi puerta hasta un punto que me pareció absurdo; tocaron con suavidad, con firmeza, con insistencia, con súplica, con violencia. Pensé en dar explicaciones, a fin de cuentas habíamos quedado en pasar el día juntos, a fin de cuentas, el viejo me había alimentado el día anterior, pero la resaca saca lo peor de mi personalidad así que en mi mente lo mandé al carajo, viejo pendejo, no vio la hora que es, qué carajo se cree.

Al día siguiente me levanté tarde, muy tarde. La dueña del hotel me miraba con disgusto y yo no entendía por qué. Finalmente me enganchó la pregunta.

--¿Dónde está el viejo?

--¡Qué sé yo! Llegué tarde, tenía resaca, tocó y tocó y tocó y no me levanté.

--¿Pero lo conoces?

--Lo conocí ayer, me invitó a cenar.

--Se fue sin pagar la cuenta, creí que ustedes eran una pareja de timadores o algo así.

No lo podía creer. Me enseñó su cuarto vacío y la llave que dejó pegada a la puerta. Me obligó a pagarle la cuenta en el momento (por suerte la mia, no la de él), antes de que me escapara yo también. Me sentí triste. ¿Necesitó algo el viejo depresivo y yo no le abrí y por mi culpa andará por ahí más muerto que antes? ¿Por qué tocó tan temprano? ¿Por qué insistió tanto? ¿Es que era un loco con la intención de hacerme daño y la resaca me salvó?

Me quedé con dos o tres dólares en el bolsillo, para pasar los dos o tres días que me quedaban en Madrid.

lunes, 9 de noviembre de 2009

La fugacidad de una vida de 90 años

Viví del 1999 al 2000 en Binghamton, New York. Desde que llegué me pareció un pueblo fantasma. Cruzado por avenidas y autopistas, lo que dificulta la transportación por vías que no sean el automóvil, tiene un gran centro comercial, y esto resulta ser uno de sus mayores atractivos, mientras el centro del pueblo está literalmente muerto. Allí se crió Rod Serling, el guionista de la serie televisiva sobre lo ominoso, titulada The Twilight Zone, y con ironía, su población actual entiende perfectamente por qué.

Contradicotriamente, es el pueblo en que nació la IBM (¡en 1896!), impulsora de la era tecnológica que vivimos. Pero esta compañía que se anuncia como la más grande empresa de informática del mundo, redujo sus operaciones allí. Luego de la fuga de empleos, y una decisión del Estado de Nueva York, de soltar a los enfermos mentales que habían estado recluidos en manicomios y que no supusieran peligro para la comunidad, para que vivieran de forma privada e independiente del seguro social, hay fantasmas entre espectrales y encarnados que deambulan e interactúan con la población que los acepta con la mayor naturalidad.

De su época de gloria, cuando la gente migraba hacia la ciudad en busca de empleos y atraídos por su belleza natural, hoy quedan mansiones enormes, que evidentemente una vez fueron bellas. Hoy están derruídas. Los actuales propietarios no pueden pagar el mantenimiento que requieren. Otras han sido convertidas en funerarias. Viviendo allí uno casi se olvida de mirar venados, aunque en el año 2007 fue reconocido como el pueblo que mejor conserva la ecología de su entorno, tal vez por el abandono mismo, ya que sin industria y sin una población significativa, no hay quien intervenga el ambiente.

Recuerdo estar parada en una avenida larga de brea, por la que no pasaba ningún tráfico. Mirar para un lado y para el otro prestando atención a la desolación e imaginándome que estaba en una película de Jim Jarmush, al estilo de Ghost Dog. La avenida me parecía infinita hacia ambos lados y no entendía a quiénes servían los pequeños negocios que se sucedían a lo largo de ella. Había estado en una tienda en la que vendían artículos étnicos, a la mejicana, frisas, ponchos y artesanías, teses, y chucherías varias. Tal vez necesitaba una frasada para atajar el frío que me volvía personaje de una novela rusa. Me preguntaba por la escasa transportación pública. Me decidí a caminar. Caminé un trecho, pero luego apareció la guagua. Para atajar el problema de transportación, la practicidad gringa de los funcionarios de la Universidad de Binghamton, donde trabajaba, proveía transportación gratuita. Una guaguita azul claro como de 20 pasajeros que daba rondas todo el día. Allí me subí. Me senté en el asiento disponible, al lado de un personaje que había visto, a través de la ventana de la misma guagua en diversas ocasiones anteriores, caminando por las aceras. Era un señor mayor, muy mayor, vestido pobremente que se movía con dificultad y que se subía a la guagua con parsimonia cada vez que se la encontraba. Al tenerme a su lado, tal vez agradecido, él comenzó el diálogo que era más bien un monólogo pero que él retenía hasta tener un interlocutor cercano, no fuera el caso que lo confundieran con uno de esos locos que andaban sueltos por ahí.

-- Tengo muchos años, ¿sabes?. He vivido, decía con calma y sonriendo. Antes me preocupaba. Como a los sesenta miraba lo rápido que había pasado todo y me daba rabia que la vida fuera tan corta. Era un muchacho entonces. Hoy, miro hacia la cadena de cosas que fue mi vida y me digo, está bien. Sí, ya está bien. Uno se cansa. Llega un momento en que uno hace las pases con la muerte y entiende que integrarse al Universo de otra forma, transformado, no está mal.

Estaba muy lejana de la crisis de la mediana edad. Había apenas obtenido mi doctorado y comenzaba mi nueva vida como profesional. Pero había sido una niña filósofa y recuerdo que la pregunta por el sentido de la vida y la pelea con la muerte me aguijoneaban la mente, el espíritu, desde muy niña. Ese hombre me contestó una pregunta. Me comunicó su paz.

No recuerdo si se bajó de la guagua él con su parsimonia. Si me bajé yo con mi prisa de siempre, o si simplemente desapareció de mi lado. La memoria construye el pasado con capricho y mi capricho es no saber cuán encarnado estaba ese hombre que me habló como un amigo, por 2 ó 3 minutos y me contestó una pregunta que no le hacía a él sino al Universo. El caso es que de momento estaba yo sin su compañía, pero su respuesta me acosa, como un espectro.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La crisis y la casa

A la memoria de Ángela María Dávila y José María Lima porque lo personal es político.

hermanos mutilados
hermanos carcomidos,
eh, ustedes, sí, los de piedra en el lamento
también los diminutos (distracciones del mundo)
mis muy hermanos míos...
los hay solos también, como cunetas
en día de sequía
que devotos esperan grandes charcos.
¿no falta nadie más?
los que faltan vendrán aunque no sepan
de cualquier modo, y siempre sin venir.
los que no llamo
(puedo ser distraída)
llegan siempre primero.
¿saben? es que mi danza es sola,
puede insinuar montañas,
o cadáveres
o demencias atroces, sonrisas o lamentos,
pobredumbre --tal vez-- o descalabros,
abismos, desajustes,
huracanes, o sexo, mecanismos, desvíos,
rebeliones truncadas,
aciertos libertinos ¡en fin!
y ¿saben? ¡hasta versos!
también puede
no insinuar absolutamente nada:
está.
la música la oyen
los que nunca se buscan --inllamables--
encontrados del seño y de los labios
larga, tan largamente
en millas de ansiedad, hace millones
de siglos y de insomnios.
simprellamados
que no arañas la luz para morder la sombra
y parir la busura con un ¡clic! automático.
también puedo ser justa:
quiero aclarar que a veces sudan horas,
y sonrisas y cálculos
y hasta seres humanos si tienen diccionarios
y meditan.
decía hermanos míos
que en la mano derecha tengo rayos
y en la izquierda sujeto soledades.
que hay soledades anchas como llanos,
y oscuras,
largas, líquidas, huecas y remotas
y pueden afilarse.
la actuación (vuestro acto) me conmueve,
y no quiero aplaudir...

de Homenaje al ombligo


Llamo a Puerto Rico. Me dicen...

-- El país se está derrumbando. Todo el mundo está buscando reactivar contactos fuera para irse.

O tal vez me dicen...

--Es que fulano quiere ir a la marcha pero hoy amanecieron los escritorios de todos los trabajadores públicos con cartas que dicen que no se aceptarán excusas médicas, que no tienen permiso para ausentarse y que simplemente se les recortará la paga del día a los que se ausenten y que tal vez haya despidos como represalia. A fulano le quitaron el escritorio, no lo dejan hablar por teléfono, le quitaron sus encomiendas de trabajo y lo tienen en una esquina de la oficina, como preso, porque la prohibición es de todo. Y lo peor es que no hay foro porque acaban de aprobar esta mañana la descolegiación, aparte de que ya tienen el Tribunal Supremo. Todo eso me afecta y yo, que no he sido cesanteado, tengo que trabajar, tengo compromisos, reuniones. No puedo parar a resolverle su crisis, pero me duele, me angustio. El otro día quise ir a su trabajo a darle un pescosón a la jefa esa.

Otro amigo chileno comenta en facebook que esto le apesta a dictadura... "Y sepan que lo digo con años de experiencia de primera mano con los cuales comparar los hechos locales", termina su triste comentario.

Todo esto se vive con verdadera angustia. No es para menos. Una amiga, quien llevaba 14 años trabajando en el gobierno, ha sido una de las cesanteadas. Es madre soltera. Tiene un hijo que se enferma a menudo y que necesita tratamiento médico continuo. Se quedará sin plan médico. En su casa, el clima se ha vuelto espeso. Es soltera, pero comparte su vida con una persona que apoya el gobierno. "Bueno que les pase, por vagos". "¿Y tú no me conoces a mí? ¿Te parece que soy una vaga" Así iran esas discusiones domésticas.

El asunto es que el clima de Puerto Rico, desde acá, el paraíso que es Nueva York en el día de hoy, se siente tenso, espeso, carcomido. No sólo la casa política, sino las habitaciones más privadas e íntimas de los individuos se afecta. Las relaciones se jamaquean. Supongo que esto es lo que constituye una crisis en esencia. Pero a la vez, hago una pausa y pienso. La gente está en la calle. Ha habido protestas, paros. Los líderes obreros se metieron en la oficina del Secretario del Trabajo para pedirle explicaciones. Unas mujeres intentaron hacer una cadena humana esposándose en torno a no sé qué edificio de la Milla de Oro. Hay una campaña para cerrar masivamente cuentas en el Banco Popular (cuyos bonos ya fueron devaluados a chatarra hace como un mes). Los estudiantes se están reuniendo fuera de la Universidad Cerrada. ¡Mañana hay un paro general! El paro general es una práctica común en las social democracias europeas. Yo nunca, en mis cuarenta años, he visto un paro general en la isla (ni lo veré, estoy por acá).

Mi respuesta a quienes, sin poder evitarlo porque la situación no es para menos, se han llevado la crisis a la casa es sugerirles con humildad y conciencia de que para mí es fácil, porque escribo desde un soleado y no tan frío Nueva York, devuelvan esa crisis a la calle. Sáquenla de lo doméstico. Protesten en el espacio público. Hagan poesía, teatro, performance, instalaciones, actos de protesta en general... Estamos en una coyuntura. Aprovechémosla para debatir con quienes se han creído el cuento de que el capitalismo es para todos. El capitalismo hoy está desnudo y muestra sus garras. No debe ser difícil imaginar en colectivo hoy, con menos teorías sobre el discurso y los poderes que se difuminan, que otro mundo es posible.

En la misma línea argumentaba hoy el poeta Guillermo Rebollo Gil, desde El nuevo día. Me permito copiar aquí sus reflexiones.

GUILLERMO REBOLLO GIL
14-Octubre-2009 | GUILLERMO REBOLLO GIL

BUSCAPIÉ

No-lugar

Para el CAED

Estos son los hechos: la UPR permanece cerrada por orden del presidente interino, y los estudiantes están en otras. Se las han arreglado para desatar una universidad afuera y aparte donde el pensamiento se puede ajustar mejor a los contornos de la urgencia. Y verdades ocurren frente a los portones de la Universidad donde los estudiantes se encuentran más próximos al prójimo, más envueltos en su bienestar, más dispuestos a reconocer la similitud salvaje de quienes pertenecemos a un presente que está por excederse.

Estos son los hechos que dan lugar a la invención: Fortuño no existe.

Cualquier conversación sobre el gobernador de turno entre estudiantes es una conversación en tiempo pasado. La universidad que ocurre frente a los portones de la UPR está fundada sobre la figura de un gobernador que ha sido excedido en el pensamiento del estudiantado en tanto sigue sin responder a un mandato de proximidad con el pueblo.

Estos son los hechos del lugar que ocupan los estudiantes bajo amenaza de desalojo para decir que el País es un estar en otras, aparte y afuera de cualquier propuesta gubernamental basada en el poder adquisitivo de individuos. Que el País es un verbo en tiempo presente, impronunciable para quien mire a estos estudiantes extrañado, sospechoso, fuera de los contornos de la solidaridad, y no logre reconocerse como “parte de”.

“Grabo” algunos de sus nombres aquí: Gamelyn, Mariana, Arturo, Xiomara. Y los sumo al resto de nosotros envueltos en hacer universidad en exceso.

Estos son los hechos: no hay universidad sin invención. Fortuño no existe.

Pregúntenle a cualquier estudiante dispuesto a estar con ustedes en otras, aparte y afuera, en una especie de detente a la borradura que hoy nos ocupa el lugar de un gobernador.

Estas son sólo algunas de las verdades que ocurren aqui: la Administración es incapaz de cerrar esta otra universidad porque simplemente no la ve. Se le ha ido de las manos. Está fuera de lugar.

n El autor es escritor.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Sangre


Dice Eduardo Subirats en El continente vacío que Simón Bolívar (¿o se refería a Toussaint L'ouverture, el líder de la Revolución Haitiana de 1804?) es la última consecuencia y a la vez la encarnación del límite de las ideas de la ilustración. Creo que se refería a Bolívar, pero cuánto más es L'ouverture ambas cosas. Siguiendo a Alejo Carpentier, en El reino de este mundo, la Revolución Haitiana fue dirigida, sí, por la noticia de que en Francia se había declarado que todos los hombres eran iguales, con la consecuente declaración de liberación de los esclavos (que no se estaba poniendo en práctica por los hacendados haitianos), pero también por la figura heroica de Mackandal quien, cuando iba a ser quemado ejemplarmente, sobrevivió al usar sus poderes de transformación para convertirse en un pájaro y salir volando de la escena. Este hecho sólo lo vieron los prácticantes del vudú, no los blancos, y tuvo la fuerza suficiente para alimentar la guerra. En esta anécdota están implicados el cuerpo, el mito y la política. Creo que esa tensión violenta entre la modernidad como proyecto impuesto desde afuera y las resistencias desde el cuerpo producido desde otras matrices míticas está viva hoy y resurge cada vez que ese mismo proyecto moderno entra en crisis.

Por dar sólo otro ejemplo, el mito del Inca Rey, en la zona del Perú, habla del regreso de Inkarri, cuyos miembros fueron dispersados por los cuatro lados que conformaron el Tawantinsuyo, la cabeza enterrada en Cuzco. Esta cabeza está viva y se está regenerando en secreto el cuerpo de Inkarri, quien volverá y derrotará a los españoles y restaurará el Tawantinsuyo y el orden del mundo quebrado por la invasión española. Este es otro mito que es político y parte de la representación de un cuerpo que fue sacrificado al proceso de conquista y colonización de las Américas.

Se dice que las Catedrales en México están construídas con sangre, literalmente, la sangre de los indios muertos en el proceso de construcción pasaba a ser parte de la pega para los bloques. Será por eso que cuando hay una protesta política en ese país, se hacen gestos tan dramáticos como sacarse la sangre con jeringuillas y tirarla a las paredes del edificio del Ayuntamiento, acompañado del grito: "¿quieres mi sangre? ¡te la regalo! Allá las protestas políticas son, fundamentalmente, la puesta en escena de los cuerpos sobre los que los políticos legislan. El Zócalo; una de las plazas más grandes del mundo, se llena de personas que acampan. Sólo eso. Acampan como diciendo, estamos aquí. Es a nosotros a quienes están haciendo la vida de cuadritos. Los cuerpos se despliegan, muchas veces en silencio, como el de las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina. ¿Qué decir? Es que hay veces en que la palabra no sirve. Entonces entra el cuerpo.

Tal vez por eso es que vuelvo a lo que me enseña Michel de Certau, en La escritura de la historia:

“...el combate contra la terrible “peste” de los brujos se transforma, junto con la posesión, en un proceso que oscila entre un debate acerca de los marcos de referencia de una sociedad, y por otra parte, una teatralización de las guerras sociales, religiosas, filsóficas y políticas de la época. La posesión es una escena, mientras que la brujería es un combate. La posesión es un teatro donde actúan las cuestiones fundamentales, pero dentro de una escenografía determinada, mientras que la brujería es una lucha, un cuerpo a cuerpo entre dos categorías sociales” (236).

Es la guerra desde el mito que implica el cuerpo.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Capitalism: A love story

(Estas películas siempre llegan a Puerto Rico, pero un poquito después... Yo no sé cuándo saldrá esta, pero estén pendientes...)

La película más reciente del controvertido director estadounidense, Michael Moore, estrenó ayer, a peser de que varios piensan, como un señor a quien ataca Moore, cámara en mano, con la intensión de conversar sobre temas inconversables en este país: "Please, stop making films". Así, desde la autoparodia, la película propone un argumento muy simple; más simple que en sus filmes anteriores: Estados Unidos fue fundado sobre una base democrática, no capitalista. La libertad del mercado, como se la vive desde los tiempos de Reagan, les está robando libertad a los individuos que son excluidos cada vez más y más de los beneficios posibles de esta sociedad.

Luego ofrece datos: Hasta los años 60 en Estados Unidos los acaudalados pagaban un 90% de impuestos. Con ese dinero se construyó la infraestructura del país (puentes, represas, carreteras) mientras que los ricos podían seguir gozando de la buena vida. Luego se comenzó a recortar los impuestos de los más ricos y a desregular la economía. El costo de esta decisión es humano, sobre todo. Encarcelamientos por hacer negocio, porque el dueño de una cárcel privatizada está de acuerdo con el juez a cambio de una ganacia (¿suena a algo parecido por una islita del Caribe?), despidos masivos por parte de compañías que igual reportan ganancias en los billones de dólares (¿algún recuerdo?), mientras que el congreso que se encarga de salvar los bancos en quiebra..., seguros de campesino muerto a los empleados de las compañías... ¿Qué es eso? Pues, tendrán que ver la película para enterarse. Moore entrevista hasta a un Obispo de no recuerdo qué región, quien explica que el capitalismo, como se lo vive hoy, está en contra de las leyes de la iglesia. ¿Por qué? Pues porque la derecha se ha apropiado hasta del discurso religioso al proponer que el Capitalismo es el paraíso, es un orden divino, es el reinado de los santos inocentes.

La película siempre es sorprendente y emotiva. Tal vez menos chocante que las anteriores, pero está, evidentemente, dirigida a un público mayor. Por momentos parece que Moore está haciendo la próxima campaña política al presidente Obama y buscando acarrear los rebaños hacia el apoyo a las reformas de salud que el Presidente está esforzándose en lograr que se aprueben. Me pregunto qué pensarían mis hermanos, tan capitalistas ellos, si la vieran... Si es que piensan, como el señor que se siente agradido por la cámara, que ese loco debería dejar de hacer películas, al menos, parece que son parte de un grupo cada vez menor. Según Moore, la opinión pública estadounidense está cambiando, debería cambiar hacia el reclamo de una mayor democracia. Pero no se entiende si esto que dice es la celebración de un hecho o un ruego al público para que, coño, despierte...

sábado, 19 de septiembre de 2009

Debajo del palo; Juan Otero Garabís

Mi amigo y colega Juan Otero me envía este texto. Lo publico íntegro. Parece que desde el exilio niuyorquino me toca solidarizarme.

***
Lunes, inicio del semestre, llego frente a la puerta del departamento al cual estoy adscrito, opero la perilla y … cerrado. Este ejercicio ha sido repetido varias veces: la pelea está a favor de la puerta abierta, pero el seguro ha ganado unos cuantos rounds.

Otro lunes, algunas semanas después, entrego una carta a la secretaria ¿de la directora? —antes había recepcionista, pero desde que se retiró hace más de un año, solo ha habido una que permaneció apenas un mes antes de que la trasladaran a la oficina de algún decano. La carta es para recordarle a la directora que no tengo oficina asignada; la que tenía me la quitaron cuando pasé a ocupar un puesto administrativo. Dos semanas después mi carta fue referida al decano. Acabo de regresar de mi sabática y de un año como profesor visitante en Brown University, tengo cuatro preparaciones diferentes, incluyendo un curso graduado; sospecharán que este panorama es mucho más que deprimente.

Jueves, hay paro en la UPR, porque la administración no ha respetado el convenio colectivo la Hermandad de empleados; el miércoles anterior hubo otro, del Sindicato por lo mismo. El gobierno ha decretado el congelamiento de todos los aumentos de salario, menos los de la legislatura y los asesores; me pregunto si es legal legislar retrospectivamente, pues es claro que no es moral despedir trabajadores y negar aumentos de salario mientras se mantiene el de los legisladores.
El paro me beneficia: así trabajo desde mi oficina, en casa. ¿Podré hacer las horas de oficina desde aquí? ¿Será accesible para los estudiantes? Es difícil dejar material en esta oficina para usarlo en el salón: es casi como cargar la oficina en mi mochila cada vez que voy al recinto. Quien se beneficia es el quiropráctico, pues se está asegurando algunas visitas este semestre.

Aprovecho y leo una columna del colega y amigo Jorge Giovannetti, publicada en Claridad, en la que cita al Presidente de la UPR diciendo que no se puede “realizar investigación debajo de un palo”. Qué bien!, alguien que lo admite, pero aún así, con ley siete, incertidumbre administrativa y recortes de personal, parece que debo dirigir mis esfuerzos para que se me asigne un palo, o uno de sus lados, para ubicar mi oficina. Un toldito, o en su defecto una sombrilla con el auspicio de alguna compañía o banco hipotecario, puede servir en caso de lluvia. Para mis deberes “poco útiles”, no hacen falta paredes.

Según apunta Giovannetti en su columna, las humanidades no fueron prioridad en la agenda del presidente saliente, por ser disciplinas de menor utilidad a la sociedad. Tal vez, también, porque para nuestras investigaciones solo hace falta la biblioteca. Pero, ¿cuál biblioteca? El deterioro de la existente la hace casi inutilizable. ¿Será esta otra área poco “útil” o de menor interés para la administración universitaria? Total, si vivimos en un país tan escaso de bibliotecas, que pocos lamentarían que haya una menos. El caso es que en la biblioteca tampoco puedo investigar y atender mis asuntos de la docencia, pues aunque tenga espacio para la lectura, en sus salas no es posible hacer gestiones administrativas ni reunirme con estudiantes.

En el último cuarto del siglo diecinueve, un bonche de intelectuales se debatía sobre si en Puerto Rico era prioridad establecer universidades o desarrollar escuelas. En el prólogo de la primera edición de El gíbaro, de Manuel Alonso, en 1884, Salvador Brau (defensor de la segunda alternativa) celebraba que Puerto Rico era un país con Ateneo y bibliotecas. Parecía que para estos afanosos del porvenir, como los llamaría Silvia Álvarez Curbelo, la educación del país era inseparable de su “progreso social y económico”. A más de un siglo de sus debates y entusiasmos, nos queda un país con escuelas, pero con 60 por ciento de deserción escolar, una universidad pública a la que se le recorta el presupuesto y ¿bibliotecas?.

Me pregunto si a los políticos y los ricos del país les preocupa esta situación. ¿A qué escuelas mandan sus hijos los legisladores, gobernadores, jefes de agencia y alcaldes? ¿A qué universidad? La burguesía norteamericana aseguró buena educación a sus hijos creando universidades privadas, a las cuales anualmente donan parte de su capital. Los ricachones puertorriqueños no donan nada a nuestras universidades, pues envían sus hijos a esas universidades: las universidades privadas de prestigio de Puerto Rico están en Estados Unidos, y éstas no becan hijos pobres de aquí. (Al menos, algunos de los nuestros, nacidos en el territorio continental, se benefician de algunas de las becas que estas instituciones otorgan a hijos e hijas de familias no-privilegiadas económicamente. ¿Habría llegado a juez del Supremo, no de Estados Unidos sino de aquí, Sonia Sotomayor, de haber nacido en Cantera en vez del Bronx?)

Es evidente que quien tiene opciones privadas no se siente afectado por la debacle de la educación pública en Puerto Rico. Para ellos, la Universidad y el Departamento de Educación son monstruos que se quedan con dinero que ellos quieren asignar para que otro ricachón se lleve el contrato para la construcción de otro hotel, otra marina y otra urbanización para afortunados (“such is life”) con cuyos fantasmas nos quedaremos cuando “los inversionistas” decidan marcharse a otros lugares donde puedan obtener más por su dinero. Ni siquiera proponen programas de confección de límbers para venderle a los preciosos turistas que visitarán nuestras playas. ¿O ya los hay en los institutos de turismo?

Vivimos en un país cuyos políticos se “gofian” la boca hablando de una democracia en la que creen muy poco. Sin educación ni salud pública eficientes no hay democracia posible. Parece, como diría Borges, que “el mundo será Tlön”; por lo que, emulándole, quizás deba considerar arrimarme a un palo y retirar mi solicitud de oficina. Desde allí, con buena sombra y caca de pajarito, haré mis mejores esfuerzos como profesor y ciudadano.

lunes, 14 de septiembre de 2009

José Luis González y la censura

Cuando supe que censuraron la Antologia personal de José Luis González me dio pena, más que otra cosa. Pense en la ironía de que se hubiera ido del país, ya que su espiritu libre no pudo lidiar con las censuras a que era sometido a diario y que hoy, luego de que su voz hubiera logrado ocupar un lugar indiscutido en nuestras letras, se lo volviera a censurar. Se autoexiló. Tomó la ciudadania mexicana... A pesar de la lejanía, desde el afuera, a partir de su País de cuatro pisos avivó el dialogo sobre la cultura en el país, diálogo al que volviera, más en paz, ya reconciliándose, con su Nueva visita al cuarto piso. Creo que desde la tumba el también tomaría esta nueva censura como una triste ironía.

Malena Rodríguez Castro me envió el siguiente escrito que reproduzco íntegro. Le agradezco que me diera permiso para protestar conmovida a través de sus palabras



Cada vez que enseño en mis cursos de Literatura comparada “La carta” de José Luis González, uno de mis cuentos preferidos, me sorprende la cantidad de estudiantes que lo conocen. Es uno de los ejercicios que aparecen con frecuencia en los textos escolares de español para que corrijan ortografía. Algunos comentan que, como Juan, todo puertorriqueño tiene en su familia inmediata alguien que emigró a la ciudad o al norte. Algunos se conmueven ante la demanda del pordiosero, su imposibilidad de ser cumplida: ingresar al Puerto Rico prometido de la bonanza y la ciudadanía. Setenta años después se adensan aún más los tiempos de oscuridad en tanto la ley se burla con despidos injustificados, tres olvidables al Supremo, el acecho a la colegiación y la derogación del derecho a la fianza, de nombramientos de incompetentes soberbios a las agencias, de la desfachatez de un estado que despacha los asuntos de la polis exhibiendo la ignorancia, el despotismo, el insulto y la vulgaridad como si fueran bienes, Pero la literatura resiste tal simpleza. En “La carta” la lengua se rarifica precisamente al acercar dos voces que habitan un mismo país, pero en distintas esferas: el pordiosero rural y el escritor urbano. Pero es la literatura quien nos los acerca, quien extiende el gesto de amistad hacia un lector renovado cada vez que lee la carta y la glosa. Seguiremos leyéndola? O será sólo un lujo para aquellos que asistan a escuelas privadas que no lo censuren de sus currículos o que, probablemente por azar, lleguen a un curso donde se incluya? Tendrá la misma suerte la crónica de un espejuelado escritor que asiste al entierro de Cortijo y escucha otras voces, tan puertorriqueñas como la suya, pero que le resultan desconocidas. Podremos habitar un país de muchas tribus cada cual con el mismo derecho a la palabra y a la diferencia? A su respeto, que no es lo mismo que la semejanza o el entendimiento cabal? Qué leerán nuestros hijos? Los descendientes de Melodía? Nuestros estudiantes? En qué país habitarán? El de la democracia o el de la torpeza, la ignorancia y el prejuicio? Es acaso gratuito que los primeros de los textos excluidos (adivinamos que otros le seguirán) son, precisamente, aquellos que. como la casona en que Aura y Felipe se encuentran, proponen mundos posibles, pero no coincidentes; esto es, la afortunada imposibilidad de la torre de Babel, de la ilusa pretensión de tener un solo nombre, una sola lengua, un solo cuerpo, un solo rostro, una sola creencia, un solo país. A estas alturas es el único puño que me interesa alzar: “La carta” ya lo había escrito. Ante ella me absuelvo de la falsa humildad del que se cita a sí mismo. Son tiempos de excepción, dirían los teóricos, en los cuales la suspensión de los derechos mínimos se normatiza. Como para aquel Juan.

"San Juan, puerto Rico
8 de marso de 1947
Querida bieja:
Como le desia antes de venirme, aqui las cosas me van vién

Pocas citas de la literatura puertorriqueña activan nuestra memoria cultural y afectiva del modo en que la narrativa de José Luis González lo hizo en sus relatos de los años cuarenta al sesenta, un periodo coyuntural que marcó el paso de un país agrario al industrial, del campo a la ciudad. El mendigo de “La carta” se afilia, como ha escrito Rubén Ríos en La raza cómica, al negrito Melodía de “En el fondo del caño hay un negrito” lanzándose tras su reflejo al caño de La Perla, espejismo del progreso anunciado por otro infante de los tiempos, el desarrollismo que acompañó el modelo político del estadolibrismo. Se afilia, también, en "Una caja de plomo que no se podía abrir”, al aullido de la madre ante el cadáver del hijo muerto en la Guerra de Corea cuyo dolor, intransferible e inarticulable, sólo encuentra morada en la mínima expresión de la lengua: el grito intolerable que no perturba el automatismo del protocolo militar.

La figura de Juan, solicitando los cuatro centavos de la estampilla, residenciando el no lugar de la estación de correos, invita a detenernos, a escuchar su relato, a atender la exigencia de su demanda, la distinción entre la justicia y el derecho; la apelación y la aplicación de la ley: (Sobre ello ha escrito Jacques Derrida: “Una experiencia, como su nombre indica es una travesía, pasa a través y viaja hacia un destino para el que aquella encuentra el pasaje…Ahora bien, no puede haber experiencia plena…de aquello que no permite el pasaje. A-poría es un no camino. La justicia sería, desde este punto de vista, la experiencia de aquello de lo que no se puede tener experiencia…Una voluntad, un deseo, una exigencia de justicia cuya estructura no fuera una experiencia de la aporía, no tendría ninguna posibilidad de ser lo que es, a saber una justa apelación a la justicia.” Fuerza de ley, Madrid, Tecnos, 1994, 38-39). La sobriedad del título, la brevedad del relato, la nimiedad de la trama, anticipan, paradójicamente, la retórica del encubrimiento de ese otro relato amañado en la inflexión oral, en el formato epistolar, en la discreta acotación del narrador. En efecto, este cuento problematiza la relación del escritor ante los nuevos procesos de desplazamiento y reconfiguración urbana emergentes con los cambios de soberanía y modernización del siglo XX. En "La carta", la promesa del envío del retrato como prueba eficiente del bienestar y ascenso social de Juan, si acaso se cumple, es en la imagen que le queda al lector: la de un hombre acuclillado pidiéndonos la bendición. (Sólo queda el envío de la carta, aquélla que llega a su destino aún cuando vaya sin destinatario cuando, como plantea Slavoj Zizek, nos interpela asestándonos el golpe de su proximidad insoportable, que es distinto del amor al semejante. De la carta, como del mendigo, cabe la pregunta si no es, en última instancia ”…no un significante sino, antes bien, un objeto que se resiste a la simbolización, un excedente, un residuo material que circula entre los objetos y mancha a su poseedor momentáneo.” Su fuerza icónica la refuerza la bastardilla, la puntada que marca la distancia entre su habla, cuyo efecto de inmediatez mediatiza la carta, y la puntualización del narrador culto. Un narrador que, parapeteado en la pretendida neutralidad de la tercera persona y del discurso indirecto, registra la escena como el lente de la cámara de la foto que nunca se tiró: la de un sujeto arrojado de los procesos de movilización social cuya peligrosidad reside en infestar el presente de esos años y su promesa de ley y bonanza para los nuevos ciudadanos. De manchar, con los restos desechables de la devastación todavía cercana, la utopía de una ruralía en una tradición literaria ante la cual González protestó en sus relatos. De confundir en el gesto performático las promesas del estado benefactor y del pordiosero. Y, es que, como escribe José Francisco Ramos:
Un mendigo no es sólo alguien que pide y depende de la misericordia de los demás. Un mendigo es alguien que se entrega a la intemperie, es decir, a la desnudez del sufrimiento. Si el acto de pedir es una humillación, el gesto del mendigo es una parábola de la insatisfacción, del volver a empezar una y otra vez, cada día, con el recuento del polvo y el presentimiento del olvido. (“El imposible humanismo” Actas del Simposio Las Humanidades. San Juan: UPR, 2000, 31))

En toda su obra crítica, Walter Benjamin insistió en que el presente ya está inscrito en las ruinas del pasado. Hoy un deambulante está incorporado, naturalizado en nuestro paisaje urbano. Pero en los cuarenta el canto de cisne del populismo precisaba su ocultación, su domesticación en las vitrinas de bienes y servicios y en la anunciada democratización de la “vida buena”. No obstante, aún circula la carta de Juan como impertinente molestia, exponiéndose a nuestra mirada sin el disfraz de su yo ideal, reducido a la desnuda existencia de ser el residuo de nuestras utopías ciudadanas. He ahí su ambiguedad y su amenaza: reescribir en cada lectura que hacemos de ella la traumática trama de nuestra modernidad desigual.

De “Gravitaciones: la ciudad que nos ciega”. Escribir la ciudad. Editoras Maribel Ortiz y Vanessa Vilches. San Juan:fragmentoimán, 2009.

lunes, 31 de agosto de 2009

Cosas de muñecas: La pintura de Lilianna Rivera


En En su tinta estuvimos hablando de la Barbie; los modos en que la cultura representa a la mujer, a propósito del libro de poesías Manifiesto sobre las tristes, de Mirna Estrella Pérez. Esa conversación me trajo a la mente este artículo que había hecho sobre el trabajo de esta importante pintora del país. Espero que lo disfruten.


http://fotos.hispavista.com/pinturaslilianna2006


Y no piensen que las crió Dios y las dio al hombre no sólo para que le guarden la casa, sino para que le consuelen y alegren. (Fray Luis de León)

Yo soy un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz; soy incorpórea, soy intangible… (Gustavo Adolfo Bécquer)

Pequeña Rosa, Rosa pequeña. // A veces diminuta y desnuda. (Pablo Neruda)

Ella es la perla brillante, // en tus entrañas formada, // tú, la concha nacarada // que guarda la perla amante. (José Gautier Benítez)



I. De tecnologías y tecnicismos varios:

Los epígrafes que encabezan esta reflexión son ejemplos extraidos de la tradición literaria. La letra impresa es sólo una de las tecnologías que forman nuestra idea de mujer en la memoria. Claro que hoy, esas imágenes irían complementadas con fotos de mujeres en familia, las imágenes de mujeres que nos presentan el cine, la televisión y la radio. ¿Coinciden esas imágenes con las de las mujeres que conocemos o que vemos y hemos visto, en los beauties, en bailes y en barras o en el shopping, supermercado o esperando la guagua en la parada? Mujeres que fuman o llevan aros en la nariz, con faldas cortas o largas, con pantalones de filo o encampanados, con mahones, con el pelo largo y riso o corto y lacio, con lipstick y aretes o sin ellos, rechonchas o flacas, buenas cocineras o capaces sólo de preparar corn flakes. ¿Cómo son las mujeres de nuestras memorias?

Hablar de la biografía para referirse a un artista es siempre una trampa. A fin de cuentas, qué tiene que ver el posible gusto adolescente de Lilianna Rivera por las modas punk de la época con la preponderancia del rosa viejo en los cuadros de los años noventa? Nada, seguramente, pero hace ya un tiempo Jean Franco sugirió que cuando se trata de la producción de mujeres (se refiere a la escritura en específico) el prestarle atención a la biografía puede informar la obra, ya que la subalternidad obliga a prácticas que empiezan con la vida y terminan en la obra: lograr la supervivencia en ambas implica tramar mundos y tramarse un mundo. Así, el viaje de esta reflexión peregrina por diferentes espacios o medios a partir de las provocaciones visuales de Lilianna Rivera, quien trabaja a partir de la memoria para re-procesarla y devolvérnosla hecha otra cosa. Pasa por las memorias de su infancia: la tienda de vestidos de boda de la madre costurera, donde ella jugaba; su educación sentimental en el pueblo de Cayey, sus lecturas de revistas de farándula, el periódico, novelitas sentimentales de la serie Julia y otras parecidas, las películas mexicanas que todavía los que nacimos en los sesenta pudimos ver, trámite Lucy Pereda y Manolo Urquiza, las telenovelas. El percurso de la memoria llega hasta la adultez, cuando manejamos lecturas literarias y la educación formal. En el caso de Rivera ésta se dio en diálogo con la concentración de Artes Plásticas de la UPR de Río Piedras y luego con México, donde pudo archivar otras memorias al cursar allí estudios graduados. Hoy, residente en Buenos Aires, la artista archiva memorias porteñas que algún día sugerirán algo en un cuadro.

Pero acá lo que más interesa es hacer visible el diálogo que emprenden las imágenes que Rivera construye con diferentes tradiciones, desde sus ruidosos silencios visuales. Y es que, desde que la tecnología existe de forma masificada es poco realista hablar de los modos en que el lenguaje nos forma sin tomar en cuenta que el lenguaje no es uno, sino múltiple y nos llega por variados medios. De hecho, la imprenta es una de las primeras tecnologías que se inventaron para masificar imágenes, entre otras cosas. Así, el desarrollo de las artes visuales es también el de tecnologías que permiten la reproducción masiva de modos de significar. De este modo, la palabra escrita y las artes visuales entran en un mismo campo en el que se codifican sentidos con un fin público. El diálogo con las palabras y las imágenes en el trabajo de Rivera es uno que se da desde varias estrategias. Entre ellas, los silencios (estudiados a menudo en ralación a la escritura de mujeres), marcados con el doble plano en instancias, y en otras, el juego que se desliza hacia lo macabro.

II. Batalla de fragmentos: el yo representado y el vivido

Si tuviéramos delante una retrospectiva del trabajo de Rivera, veríamos que su trabajo propone la descomposición y oposición de dos mujeres: las que las imágenes masificadas y familiares nos sugieren se enfrenta a sus efectos y omisiones. El producto de estas imágenes resulta ser una mujer fragmentada o escindida. Es un trabajo muy personal, seguramente, pero lanza una cuerda al espectador; sobre todo al femenino, y lo seduce para la reflexión sobre sus propias memorias y fragmentos íntimos. En sus cuadros se lleva a cabo la tarea de recoger trozos que usualmente barremos y botamos en la esfera doméstica y exponerlos al público. En ellos abundan los colores que en la cultura se asocian con las nenas: el blanco, el rosado, el rojo, las tonalidades pasteles. Ilustra biscochos de boda, perlas, enaguas, encajes y estampados, con una insistencia casi barroca y un preciosismo modernista. Pero la naturaleza muerta sobre este fondo de biscochos, bordados y estampados, son muñecas y barbies que acompañan lo femenino biológico, el cuerpo, la menstruación, el útero, las tetas, hasta llegar, en instancias, de un modo sorpresivo y sutil a lo macabro. La travesura está en presentar las muñecas decapitadas, las barbies desnudas y en poses, más que eróticas, pornográficas. En una primera etapa gustó de colores oscuros, como el rojo matizado con el negro. Los trazos son caricaturescos y el color se maneja del modo en que los niños colorean con pasteles. De hecho, las tonalidades recuerdan las definidas por la marca Crayola, que son la matriz moderna e industrializada de nuestra idea del rojo, del rosado, del verde.
Ésta que llamo su primera etapa, está marcadamente constituida por la línea. Aquí cada cuadro está compuesto por dos cuadros; encontrados, que por su sucesión espacial, colocados paralelamente uno al lado del otro, nos recuerdan las imágenes sacras medievales. Éstas se leían espacialmente, los recuadros de Rivera se leen complementariamente. Tomemos, por ejemplo, El secreto de la dicha conyugal (1998). Es un cuadro en encáustica sobre madera, agresivo, de imágenes violentas, en las que se lleva a un nivel gráfico y literal las implicaciones en las presunciones, también violentas, sobre los roles sociales de la mujer y de la pareja. Si a la mujer en la cultura le corresponde la cocina doméstica (que la gourmet le corresponde al chef) en este cuadro se transforma esa cocina desde sus dos mitades; dos personas desnudas y frontales: una mujer y un hombre. Él está a la derecha, ella a la izquierda. Son cuerpos sin cabeza, como casi siempre en el trabajo de Rivera. En el lugar de los genitales de ella hay un caldero al fogón, apoyado sobre una mesa con un mantel cuadriculado, como un tablero de ajedrez. Al lado de los genitales de él, como si fuera la comida servida, están los cubiertos; cuchillo y tenedor. Acá el mismo mantel está detrás del cuerpo. Entonces: ¿él está esperando que ella le sirva de su caldero para comer? ¿la mesa está servida y es ella la que se lo come a él? ¿Es la vulva el horno? (El caldero es de ella). Si las imágenes de comer y tener sexo están entrelazadas en la cultura, ya que ambos conducen a la satisfacción de los apetitos, en la imagen de Rivera, la ambigüedad premeditada que se transforma en silencios visuales es lo que prevalece, ya que acá no sabemos quién va a devorar a quién. Los manteles en forma de tablero evocan el juego. Porque el humor no está ausente de este trabajo. Ya aludí a su diálogo con los dibujos animados (a veces el comic) y con los trabajos de la niñez. Y es que los cuadros de Rivera, a veces, posan de bromas infantiles. Sólo que son bromas terribles, con la premeditación que sólo puede tener la niña adulta. No sé si la cercanía de los cubiertos a los genitales masculinos cause incomodidad, por el famoso miedo a la vagina dentata. Ese cuadro, puesto en el comedor de un hogar clasemediero, a la hora de comer, puede quitarnos el apetito. Me quedo con la pregunta de si nos produce otros, pero creo que no. Esto porque la mirada desde la que está compuesto es la de un cirujano sobre el cuerpo y el cuadro parece más una autopsia del sexo que una imagen producida para incitarlo.

De la misma familia es un cuadro sin título, también en encáustica sobre madera, también del 98. Lo llameré La gallina en útero. Este cuadro alude más a la naturaleza que a la cultura. O más bien a lo que la cultura le hace a la mujer por su naturaleza. El cuadro son siempre dos retablos. Acá, siempre en tonalidades de rojo y negro, siempre desde la caricatura y la memoria, el diálogo con el retablo es más evidente, ya que parece relieve sobre la madera. Del lado izquierdo, en la parte superior, hay una mujer, también sin cabeza, desnuda, frontal, con una bolsa dibujada en el lugar del útero, pintado con un grueso contorno negro, rellenado de rojo crayola. El útero se le sale del cuerpo por la vagina. Es la menstruación, cuyas dimensiones exceden el útero. A la derecha de la mujer, de tamaño mayor, hay otra bolsa color rojo sucio, cercano al color de nuestros interiores, pintado con contornos casi de encaje, que contiene un ícono de lo que en la cultura moderna ha venido a representar el corazón y el amor, pintado en rojo vivo. Debajo de todo eso hay rejas curvas, adornadas, como las que una vez poníamos para proteger nuestras casas, aunque el cuadro sugiere que servían para encerrar nuestras damas. En el recuadro de la derecha hay una bolsa, mayor que todo lo ya descrito en tamaño, con una escuálida gallina dentro. El fondo es también de tablero de juego, aunque acá la partida parezca más macabra. Las rejas se cuelan mínimamente de una parte del retablo a la otra. No sabemos si a la gallina le sale sangre del cuello que le han partido, porque tiene el ojo abierto y nos mira. ¿Cuál es el juego acá? Antes de que compráramos gallinas en el supermercado, las matábamos en casa para comer. Mis abuelas matan gallinas. Seguro que Rivera fue testigo del ritual alguna vez… Recuerdo que un modo de desnucar gallinas es ponerlas en un saco más o menos ancho, donde ella revoloteará hasta romperse ella misma el cuello, de modo que le ahorre el trabajo a la cocinera. ¿La gallina está en un saco o en el útero? ¿Somos gallinas atrapadas tras rejas para la cena de otro? Otra vez el silencio visual se impone, pero el cuadro nos deja incómodos.

En lo que veo como una segunda etapa, Rivera pasó a la creación de cuadros menos agresivos y más melancólicos, aunque también, más complejos porque las sugerencias y las preguntas se multiplican hasta llegar a la poesía. Esta serie la llamo yo, sin el permiso de la artista, Rosa sueña rosa (2004), que es el título de uno de sus videos, de los que hablaré más adelante. Estos cuadros están pintados del rosado de los vestidos de las recién nacidas. El que me ayuda a darle título a la serie fue titulado Rosa (1999), así a secas, por Rivera. En el lado izquierdo, impresa sobre una tela amarilla de florecitas rosadas, hay una imagen de mujer en los años cincuenta, planchando. Recuerda las planchadoras de Ramón Frade, sólo que en vez de aludir a la tradición que se pierde, como hizo el pintor, también cayeyano, alude a la historia de la mujer fragmentada, descuartizada simbolicamente (y a veces literalmente) por la cultura. Si en sus cuadros abundan seres sin cabeza, acá la cabeza de Rosa está recortada y pegada en el retablo de la derecha, que es un cuarto vacío, rosado (se asoma levemente la esquina que da forma al cuarto). Flota en el cuadro cabizbaja y con la mirada oculta. La oposición de los dos retablos recuerda que la Rosa de la izquierda, trabaja sin ser ella. El título ironiza con la vida rosa que se nos enseña a esperar de niñas, también nos marca a Rosa, personaje, tal vez rural (hoy las niñas se llaman Zotchil o Yamilka) quien está flotando en el retablo de la derecha que tiene, también, pegoteado, su nombre: Rosa. Los otros cuadros de esta colección están trabajados en formato más grande, por capas de espuma, de burbujas, de joyas que van, sutilmente, formando un río o la corriente de un mar. Tienen imágenes que se adivinan en transparencia: de arneses de faldas, de rosas, de encajes, de vestidos, de nubes, de mujeres que nadan, o flotan o son llevadas por la corriente, sin cabeza. En esta nueva serie los recuadros persisten, pero no siempre, no absolutamente. Esta serie, trabajada en lienzo, mezcla los lados de sus retablos hasta que se difumina la línea, aunque esté implícita. En ellos, la belleza producida por la sutileza es lo que hace que su trabajo, siempre poético, se convierta en poesía pura: visual, de palabras, de formas, de colores alusivos que explotan.
Ahora está en una tercera etapa. Pinta desde Buenos Aires y sus cuadros han adquirido color, luminosidad, se han vuelto más complejos y más abstractos. El juego de trasparecias se enfatiza, lo que ha hecho que las imágenes se vuelvan fantasmales. Así, el preciosismo está frenado con toques a veces decadentes: manchas de tinta que chorrea de modo que imponen la idea de lo gastado, roto o manchado. Véanlos en el internet. La dirección aparece arriba.

III. Cuadros en movimiento: el video-arte:

La ruptura con las tradiciones discursivas, en cuanto a la forma y los temas, apreciable en los trabajos de Rivera, se deja dar forma en diálogo con los tiempos. El género del vídeo arte es uno relativamente joven. Existe desde que la tecnología pone los recursos en manos de individuos en los años sesenta, quienes entonces se la apropian para ironizar los modos en que el televisor y la imagen fílmica nos imponen mensajes ideados por quienes tienen acceso a una industria que es costosa de producir. Su lenguaje confrontativo se articula en diálogo con la tradición de las vanguardias y desde sus orígenes es un género que incorpora creadores que vienen de diferentes ramas, como la música, el teatro, o las artes plásticas. Otras fronteras también se quiebran con las prácticas del género. Dice Paul Virilio, en una cita que recuerda mis propuestas iniciales:

Creo que todas las imágenes son consanguíneas. No hay imágenes autónomas. La imagen mental, la imagen virutal de la consciencia, no se puede separar de la imagen ocular de los ojos, ni se puede tampoco separar de la imagen corregida ópticamente, de la imagen de mis gafas. Tampoco se puede separar de la imagen gráfica dibujada, de la imagen fotográfica. Creo en el bloque de imágenes, es decir, en una nebulosa de la imagen que reúne imagen virtual e imagen actual.

Es una propuesta muy provocativa. Todas las imágenes son un bloque, porque si no lo fueran, nos perderíamos en los detalles, como le pasó al Funes memorioso de Borges. Sin embargo, a la lista de Virilio habría que añadir el diálogo de esas imágenes visuales con las que desde otras viejas tecnologías de la cultura, como las literaturas oral y escrita, han históricamente dialogado con los seres humanos. También habría que añadir que los bloques de imágenes varían según individuos; las imágenes de mi memoria no coinciden con las de otros, seguramente y también una tienen más poder que otras para imponerse en la esfera pública. Hay memorias que entran y otras que no, por razones muy complejas que tienen que ver con el poder de representación que detentan distintos individuos. El trabajo de Rivera es importante, en primer término, porque con él entra en la esfera de comunicación unas imágenes íntimas que, tradicionalmente, no trascienden de la esfera de lo privado. Pero para que esto suceda hay que asumir estrategias discursivas que permitan que esos mensajes entren y no se queden en el olvido de nuestras mentes individuales.

IV. Las mujeres hablan cuando las gallinas mean o por qué hacen falta estrategias:

La mujeres hablan cuando las gallinas mean. Eso me decían de niña, y me imagino que a muchas otras niñas más. Espero que ya no se diga tanto, porque es muy difícil de entender. Me preguntaba yo ¿cuándo es que las gallinas mean? ¿Por la mañana? ¿Cada quince minutos? ¿Una vez a la semana? ¿Cuándo es que me tocará el turno? Pero nunca había visto, sino de lejos, más gallinas que las muertas del supermercado. Una vez fuimos a visitar a mis bisabuelos, quienes tenían gallinas. Luego ví una expulsar excrementos muy líquidos. Deduje que éstas hacen todo a la vez, por lo que, en verdad no mean nunca. Pedí una confirmación de mi inferencia, y terminé comprobando que yo era la única interesada en la corrección científica de la frase y que, al preguntar, estaba rompiendo la regla objeto de mi indagación, cuando violentamente se me ordenó no seguir preguntando.

La anécdota no está aquí por puro afán de literaturizar mi vida, sino porque ella muestra, como también las citas con las que comienzo, que la mujer no habla, ni escribe, ni pinta, ni esculpe, según la cultura. A la mujer que quiere producir cultura interviniendo en los campos oficiales (ya que cultura se produce siempre a pesar de las prohibiciones) en lugar de ser naturaleza, belleza, maldad o lo perseguido e inefable, esta realidad la obliga a asumir estrategias para poder decir. Dice Teresa de Lauretis que el género sexual es un producto de las tecnologías con que se lo representa, desde la literatura, pasando por el bolero, hasta el cine. Esto quiere decir que nos definimos como mujer en diálogo con imágenes y palabras como las que abrieron esta reflexión y que es imposible lograr una definición fuera de este pie forzado. Entonces, es desde estas mismas representaciones que se puede abrir el mundo de los significantes a otros significados.

III. Veo, veo, ¿qué ves?

Es por esto, tal vez, que son los objetos y los espacios que se asocian con la mujer la materia prima del trabajo de Rivera.

Esto es lo que nos sugiere el video titulado Rosa sueña rosa (2001), cuando Rivera pasa del lienzo a la imagen en movimiento: una mujer sueña a otra, una mujer sueña en rosa, la vida rosa, sueña la flor que la simboliza a ella y su erotismo (la rosa), otra mujer la llama, es ella, es otra. Está la mujer que quiere, porque dice “quiero” (en voz de niña) y la que quiere lo que le dicen que debe querer, casarse (la boda la simboliza el bizcocho. Pero tal vez lo que quiere es bizcocho, dulce, sexo). Es la vaguedad de la frase marcada por el contraste claro lo que permite que la imagen hable. Pero más allá del aspecto temático, las texturas de los brocados y encajes de los vestidos y de los glaceados de los biscochos, el lápiz de labio y su inscripción en toda superfice que el labio besa o toca, pasan a ser materiales para lograr los cuadros, las pinturas, los grabados. Porque Rivera primero es artista gráfica y luego video artista. Y esta afirmación no se hace para jerarquizar sino para decir que ella trabaja en la pantalla de su computadora en la edición del video como si ésta fuera un lienzo, piensa la obra como un cuadro y la trabaja con las técnicas aprendidas y perfeccionadas en ese otro campo.

El interior de la vida de mujer, sin embargo, será un tema recurrente en sus otros vídeos. Su trabajo Duérmete nena del año 2000 es un experimento de animación. En el año 2001 produce varios trabajos en este medio. Con Rosa sueña Rosa, al que aludí antes, comienza a trabajar el vídeo como medio para hacer bocetos de ideas que se piensan para la pintura. En este mismo año se vale también de la computadora para desarrollar el tema Bizcochos, que estaba trabajando también en la pintura. Su vídeo Pinta labio aparece en una exposición titulada Transferiencia que se organizó como saludo a la Bienal de Arte de Puerto Rico, también en el 2001.

Ojalá venga pronto de Buenos Aires y nos muestre su material nuevo. Hace falta.




Lilianna Rivera (1969) reside actualmente en Buenos Aires, Argentina.
Se pueden ver algunos de sus cuadros más recientes en
http://liliannarivera.galeon.com/

domingo, 23 de agosto de 2009

Materia insultable sin etílicos

Ahí vienen los guardias con macanas... (Roy Brown)

Estudié en la UPR, Recinto de Río Piedras, entre el 1986 y el 91 bajo la sombra de la oposición de mi familia. Según ellos, ese Recinto era un antro de perdición. Acababa de acontecer la huelga de estudiantes del 1981 y el año que tomábamos el College Board, los padres discutían en grupitos en los portones de las escuelas, --Hay que mandarlos a Cayey. Académicamente es buena y no hay los revoluces comunistas que en Río Piedras. A este comentario añadían que se sabía, era un secreto a voces, que la Residencia de señoritas ya no hospedaba señoritas.

Las primas de mi papá, maestras algunas, de las buenas, de las inteligentes, comentaban que preferían recomendar a sus estudiantes estudiar en Ana G. Méndez o cualquier otra institución privada porque --El momento es de la informática y en Río Piedras no hay salones, van a tener computadoras. Cuando escuché este argumento ya conocía el Recinto desde adentro, me pareció sumamente razonable, si no fuera por la calidad de los profesores, la presencia del teatro (que estuvo cerrado 10 años), la Biblioteca Lázaro (que da pena, a pesar de la renovación) a la que asistíamos a diario para respirar sus encantadores hongos. Si las autoridades nos exponen negligentemente a ese hongo que da cáncer, pues después que no digan na de Payton, creo que era la consigna general.

El cafetín y la bohemia

Pero aprender para mí fue más que salir de encierro en Caguas para enfrentarme a la casa de las letras. Más allá de los muros de esa casa estaba la exploración del mundo, del páis, de los callejones de Río Piedras. Si quería ingresar a la vida intelectual del país tenía que aprender las redes que la sostenían más allá de los espacios visibles. Más tarde aprendí que el debate público, según historiadores de la cultura, siempre se llevó a cabo en los espacios públicos (o semi públicos): plazas, cafés, bares, donde se generaban tertulias. Es a partir de esa conversación, además de la conversación nacional que se da a través de los medios y la que se da en los foros públicos de las instancias del gobierno (vistas públicas y el hecho de que los juicios y las deliberaciones de la Cámara y el Senado son públicas) que nos inventamos las reglas que luego organizarán nuestra vida cotidiana. Había que adquirir, para poder debatir, lo que luego aprendí que Pierre Bourdieu llamó capital social (palas), capital cultural (manejar cierta cultura con la naturaleza de haber la visto y vivido... Eso va del modo correcto de agarrar un tenedor a haber visto la Mona Lisa de frente y no sólo en la televisión o en laminitas). El capital cultural que se produce en el país es mucho. La gran mayoría de él no pasa por los medios y, lamentablemente, no se documenta para que se pueda estudiar limpiamente desde una mesa en la biblioteca. Hay que ensuciarse los pies. Adentrarse en el fanguito del área metropolitana. Están las peñas informales entre artistas y estudiantes, están las exposiciones, las lecturas de poesía, los performance, las instalaciones, los montajes teatrales, etc... Acceder a ellos, debatir con sus proponentes, cerveza en mano o no, es adquirir herramientas para pensar. Los estudiantes de hoy me sorprenden porque mucho más allá que los estudiantes de mi época se sienten llamados y preparados para participar de ese debate: escriben, pintan, performean, hacen teatro, discuten, se organizan, aunque en gran medida al margen de los grupos políticos tradicionales. Hoy ya la peste a comunismo del Recinto se ha disipado. No así la capacidad de organizarse de los estudiantes inteligentes y comprometidos.

Debo admitir que tomar una decisión así en contra de todos, fue difícil. No porque hubiera mayor presión externa, dejando de lado el desacuerdo. Fui firme al explicar que el mejor Recinto de país seguía siendo el de Río Piedras, que esa decisión era mia y que no pensaba ceder sobre el asunto. Yo tenía que estar en Río Piedras porque tenía que participar de ese debate, empaparme de él, conocerlo, que se me volviera segunda piel, porque sin ese capital no podría llegar a ninguna parte profesionalmente, me sospechaba. No en esos términos, pero lo intuí como se intuye una certeza. Mientras me enfrentaba a que se cuestionara mi virtud al vivir, mujer sola que podía haber hecho el commuting, si no en la residencia de "señoritas", en hospedajes privados aún más cuestionables por la falta de gobierno del estado. Los tiempos han cambiado al punto que ahora no hay residencias de señoritas o varones, sino que felizmente comparten edificios. Otra señal de que han cambiado es que hoy la policía dispara, no contra marchas políticas organizadas por la FUPI, sino contra estudiantes que han decidido darse una cerveza en la calle.

Me gustan los estudiantes (Mercedes Sosa)

Si se pone en una lista las confrontaciones y disturbios que se han producido en el Recinto de Rio Piedras y sus causas se verá que casi la totalidad de ellos ha tenido que ver con la presencia militar en el Recinto y con alzas en la matrícula. Bajo ambos criterios las causas han sido políticas. El disturbio del jueves pasado en la Avenida Universidad fue por una causa que parece no política; borrachos fuera de control. Al menos así se quiere hacer ver en la prensa. Es cierto que los estudiantes hoy no se identifican todos con las organizaciones estudiantiles que en asambleas tienden a propiciar que algunos monopolicen las discusiones y que cualquier asunto se termine relacionando con grupos de poder establecidos previamente. Al menos esa razón ofrecen los estudiantes que no se involucran. Sería un momento propicio para retomar la acción política (el desalojo, el ataque a las comunidades, el ataque a nuestros bolsillos, la ingobernabilidad general) y la gente que siempre ha sabido cómo (los estudiantes) están en otra. Llevo un tiempo hablando de que me parece que en estos tiempos la revolución se da desde las apetencias y que éste es un modo de ser políticos. Estudiantes y profesores que he visto expresarse por el libre foro de esta red terminan defendiendo el derecho de los estudiantes a beberse una cerveza en paz y se entiende que la orquestación del jueves apesta a facismo. Aún así, ¿cómo defender un grupo de gente que no es grupo (que ni siquiera son estudiantes en su totalidad) y que le falta el respeto a las autoridades llamándoles nombres ?

La encerrona

Es claro que lo que ocurrió el jueves fue una encerrona (aunque con consecuencias y en un contexto muy distintos, me recordó a Tlatelolco en 1968). La policía ya estaba lista para arremeter desde temprano y en altos números. Los estudiantes los insultaron porque eran materia insultable. (Héctor Aguilar Camín hace un análisis sobre la masacre de Tlatelolco y plantea que lo que llenó la copa, según las autoridades, fue que los estudiantes insultaran al presidente en sus marchas. Eso implica una pérdida de control del discurso público y con ello del país). El resto lo sabe todo el mundo. Obviamente, los hechos tienen que ver con la propaganda que se arma el alcalde a favor de su proyecto de ley de cierre. Sólo me pregunto de dónde viene su interés. ¿Cómo él y sus compinches (que todo el mundo sabe no son abstemios en sentidos que van más allá del alcohol) se benefician (lucran) de cerrar negocios? Lo que no es tan obvio es que esta represión es también política; está en contra de que las mentes creadoras de los estudiantes se reúnan y creen. ¿Es que el alcalde se dio cuenta de que los jóvenes se reúnen a pensar y a debatir en estos otros lugares de la esfera pública? ¿Es que le apestaron a política? Sería muy sutil el pensamiento.

Carajo, ya entendí. Si es que la cosa siempre es menos filosófica y más simple. Si los negocios quiebran, se pueden reapropiar de Río Piedras para el proyecto Rio.... Quieren hacer dinero tumbando edificios y haciendo construcciones caras. Acaban de sacar el Presidente de la Universidad, acaban de quitarle a CAUCE, una entidad relacionada al Recinto, el control sobre el desarrollo de la zona (aunque es cierto que no habían hecho nada, ahora uno se pregunta si tenían recursos y apoyo) y esta política está a tono con lo que han hecho con el Fideicomiso del Caño Martín Peña (desapropiar a quienes no son de una claque). Allá están el Boricua, donde se hacen peñas y se lee poesía, el Taller C, que es una cooperativa de cantautores, el Jazz Club, donde hay... bueno, jazz.

Recuerdo la tristeza que me ocasionó que cerraran el Café Vicente. El único sitio que había en Río Piedras pal jangueo en mi época, en la que nos íbamos a San Juan en guagua y volvíamos con el primer transporte de la mañana. Y hoy Río Piedras está vivo. ¿Hasta cuándo?

domingo, 2 de agosto de 2009

Toque de queda


Mi niño le teme a la noche. No sé si es mi culpa. Quién sabe de qué hablábamos que salió el cliché del film noir, siempre filmado en callejones oscuros y solitarios donde los malechores aprovechan para cometer sus fechorías. Escuchamos los tacones lejanos que son la metonimia de la víctima, y que Almodóvar convirtió en el sonido reconfortante de la madre que regresa de la calle, donde tuvo libertad de ser por un rato. Porque la cultura de consumo nos impone los modelos de los medios. Ahí están las divas para que las envidiemos y las imitemos (nadie mejor que los transvestis), pero las mujeres y los niños en su casa después de la hora de la cena para preservar la decencia de toda la familia; que es a su vez el país.

Tal vez tuve que parar en la estación de gasolina después de que oscureciera a comprar leche o gasolina. Tal vez lo encerré con llave en el carro, con miedo a que algún desconocido entrara en él. Tal vez vio mi nerviosismo al cometer una transacción tan simple como suplirme de la leche para el café de la mañana. Porque hasta eso es un atrevimiento en un país que vive en guerra civil, como el nuestro.

Otra vez quise salir a casa de amigos y que me acompañara y no quería ir porque ya estaba oscureciendo. Más adelante quise salir yo y él se resistía a quedarse tranquilo, porque estaría ya oscuro. Imediatamente comencé a arrepentirme de haberle inculcado ese miedo (tal vez sin darme cuenta). ¿O es bueno ese miedo que nos hace alertas y nos pone a la defensiva?

La dicotomía me molesta, como molestan todos los binomios (de día salen los buenos y de noche los malos) porque es simple. La luna ha amparado en la historia de las narrativas de occidente, tanto a lunáticos como a hombres lobo y a vampiros, todos ejemplos de seres de la noche que acechan. Pero también ha amparado el juego, la fiesta, el amor, nuestras facetas creativas y no necesariamente productivas.


Por ejemplo

El periódico cubre en su Revista de este domingo la nueva propuesta de un toque de queda para preservar el orden social. A los conservadores no se les ocurre otra cosa. Encerrémonos y dejémosle la calle a los vampiros. El artículo cita varias estadísticas que establecen que la criminalidad es menor durante la noche en comparación con el día. Argumenta que de cara a la evidencia, las autoriadades insisten en la idea. Uno de los derechos fundamentales de la democracia es el de la libre asociación. También tenemos derecho a la propiedad privada (que los conservadores tanto defienden, por encima de los derechos colectivos y ambientales). Pero en esas propiedades privadas llamadas negocios, no nos podemos asociar libremente, porque el gobierno no puede pensar en otro modo de acotar la guerra que él mismo provoca. Sería el momento de recordar a Alex Trujillo. Basta mencionar el nombre que la poesía hará su efecto. Me sorprende que el periodista que cubre la noticia se acerca a un local del Viejo San Juan (tan desnudo de juventud alegre ultimamente), un local que está siendo rescatado, luego de que cerrara recientemente para el pesar de muchos. No se le ocurre ir la la Pacita de Santurce (no mencionaremos el narcotráfico nuevamente, porque la poesía siempre dice más). Ni se le ocurre entrar al local, donde unos jóvenes están por iniciar la presentación de un libro y una revista digital.

El péndulo de ojalata; letra y pixel
Distinto a las presentaciones de libros que normalmente se hacen, los poemas que se presentaban fueron cantados, bailados, performeados, declamados, representados visualmente y (aunque la parte digital falló) mostrados en pantalla. Me conmovió la capacidad organizativa y el talento de los jóvenes que participaron de este evento. Sobre todo James Cantre, el autor del libro y editor de la revista digital que será lanzada por su cuenta luego de comenzadas las clases. La gente entraba de la calle a ver qué estaba pasando en el local. La actividad terminó con la música del grupo Ron caravela (porque hay alcoholes que embriagan de maneras que no son ilegales).

El poemario tiene un tema musical. El péndulo es el metrónomo que va midiendo el tiempo de las tres secciones (movimientos) del poemario. Se pregunta sobre el ser de un yo que dialogo con el tú y con el mundo.

Este es el tipo de actividad que se evitaría con un cierre temprano de los negocios. La noche libera las fuerzas creativas que sólo tienen lugar en las horas de ocio, porque el día es para el negocio (negación del ocio). El mejor argumento lo tenían ahí. Los periodistas no lo vieron.

Ojalá que mi niño escriba, cante, baile, componga música, pinte cuadros, actúe y que comparta sus energías creativas, a la hora que sea, sin miedo a que se lo lleve el lobo.

lunes, 27 de julio de 2009

Signifying y el mono, Residente Calle 13

Este artículo lo escribí para una conferencia que ofrecí hace 2 años. Pensaba que no lo había terminado, por lo que no hice esfuerzos por publicarlo. Al releerlo me di cuenta de que lo único que le falta es la bibliografía. Si necesitan alguno de los textos a los que me refiero, me escriben y me preguntan. El libro sobre Reggaetón en el que aparece el artículo de Alfredo Nieves ya salió, editado por Raquel Rivera. Seguro que lo consiguen en Amazon. Si se cansan de leer, pues leen lo que pueden o leen en dos o tres tandas. El formato de conferencia es muy largo para este foro, sin embargo, en respuesta al interés de ciertos amigos, lo publico aquí.

I. El sentido del sin sentido

Residente y Visitante estuvieron en “No te duermas”, un programa nocturno de relajo inconsecuente, sobre todo masculino, en abril de 2007. Allí presentaban su segundo disco, “Residente o Visitante” y se comentaba su reciente éxito en los Grammis. Mientras los entrevistaba Antonio Sánchez, el Gangster, sacaron al aire pietaje de comentarios de otros raperos y reggaetoneros sobre el trabajo de este nuevo grupo que ha tenido tanto éxito, con tanta rapidez. El comentario que hizo Vico C, uno de los más viejos exponentes del rap, fue el más divertido y sugerente. Saluda a Residente a través de las cámaras. Le da la bienvenida al género, aduciendo que desarrollar sus posibilidades es hacerlo crecer y eso es bueno. Luego comenta, “claro, no se entiende lo que dice, pero…” En el programa Residente se rió y agradeció el apoyo. A fin de cuentas, él ya había contestado las controversias que habían surgido luego del lanzamiento de su primer disco, titulado “Calle 13”, mediante la tiraera típica de éste y otros géneros. Así, si vamos a su segundo CD para ver qué contestó a la observación de que falta coherencia a sus canciones, encontramos en el título “Algo con-sentido” que la estrategia es hacerse el loco, correr máquina, como se decía en mis tiempos, irse en una fuga:
La gente, está jugando con mi mente
y ando con la mirada borracha
Mi cabeza está pensando en remolacha
Por eso no tiene sentido esta guaracha
Nada de lo que digo hace sentido
Estoy botando fluido por los oídos
Y no soporto este ruido (Algo con-sentido)

Y es que el juego, la impostación, es el elemento más sobresaliente del trabajo de este joven rapero-reggaetonero. En ese juego están implicados la raza y la clase. Ya Juan Flores notó la colaboración de puertorriqueños y afro-americanos en la creación de este género. Más recientemente, Raquel Rivera complica las construcciones de Latinidad en el debate social estadounidense mostrando cómo en la producción cultural las fronteras entre lo afro-estadounidense y lo caribeño se pierden. Dice ella, refiriéndose al dialecto social que comparten los afro-americanos con puertorriqueños en el hip hop:
Language plays no small role in the construction of a niggafied Puerto Rican experience. “Niggas know who niggas are” (Bravos 1998), partly through language use, particularly within the hip hop realm. “Ebonics slingin”—to paraphrase (Jee 1998)—is a primary communicative “nigga” practice, Mcing being one of its principal poetic methods. [… ] “The Ebonic Plague” proposes language as a realm where community consciousness is built as well as manifested. No ethno-racial distinctions are made between the African American and Puerto Rican artists who contributed to this song; they are all part of the “we” building and linving the Age of the Ebonic Plague. (135)

Rivera termina concluyendo que el rap es una forma de expresión oral/musical que se originó en los Estados Unidos entre jóvenes anglófonos afro-diaspóricos. Esta última categoría incluye a los Latinos Caribeños angloparlantes. Su énfasis está en que tanto los afro-americanos como los afro-caribeños que usan el inglés como lengua primaria la transforman, en un acto de resistencia (137).
Pero el reggaetón y el rap no son la misma cosa. Más allá de las colaboraciones entre puertorriqueños y afro-americanos en la creación del rap en los Estados Unidos, el reggaetón nace en la isla y, según Flores, su ritmo base viene de Panamá. Entiendo yo que el reggaetón es juego. Con con su ritmo repetitivo hipnotiza a la masa que, voluntariamente, se pierde en el vuelo del inconsciente dejado en libertad para buscar el goce. Pero esta idea que estoy trabajando no me cabrá aquí. Por el momento, me interesa centrarme en cómo el reggaetón se puede entender como una transformación del rap underground de la isla a una forma embotellada que finalmente puede ser apropiada por el mercado. En gran medida, esta versión potable para los Grammis enfatiza el consumo y la hiper-masculinidad manifestada en el dominio sexual sobre sus oponentes y su posibilidad de lograr obtener y dar placer a su pareja. La fuga en placer es lo que se enfatiza, aun con más hincapié que la productividad cultural en resistencia, característica hasta hoy día de la cultura del rap. Jorge Giovannetti debe haber sido uno de los primeros en mencionar el reggaetón en un artículo académico que salió publicado en el año 2003, cuya investigación me parece que sea bastante anterior. En su artículo se refiere a conexiones transnacionales producidas por las migraciones. A éstas las distingue de las migraciones simbólicas producidas por el mercado. Así, en su argumentación se dedica a explicar las diferencias entre una cultura reggae que se dio en Puerto Rico desde finales de los años ochenta, popular entre una población que llama de “blanquitos” (blancos de clases media y alta) y la cultura del rap que se produce en “sectores historicamente marginalizados” (82). Pero hacia el final de su artículo se planta una nube. Propone que los consumidores blanquitos del reggae jamaicano no escuchan las letras, no se identifican con Jamaica que entienden que es una de las “islas”, exotizándolas y construyendo a Puerto Rico como parte del Centro, y sólo consumen productos mercadeados para crear una imagen tropical. Termina argumentando que el término reggae se usa mal, en el sentido en que no se refiere al reggae roots, a tal punto que aun en las tiendas se vende rap bajo la rúbrica de reggae:
Local rap underground is sometimes displayed under “reggae” and Jamaican roots reaggae is sometimes displayed under “rap”. Or “rap” may refer only to U.S. rap, and local reggae groups may be displayed under “rock music in Spanish”. And indeed, many rap artits have used the term “reggae,” and more recently “ragga”, in the titles of their productions or their songs. They have even coined a new term: “reggaetón” (90).

Creo que hace falta todavía estudiar las complejidades del campo musical de los años noventa, cuando el reggaetón se estaba diferenciando del rap. Más allá de la equivocación que ve Giovannotti, el reggaetón cuajó en diálogo con la música reggae de jamaica, el rap afro-diaspórico, los ritmos de Panamá y otros.
Me he extendido en esta contextualización para proponer que, a pesar de la estrecha relación del reggaetón con el mercado, las estrategias discursivas de Calle 13, están emparentadas con prácticas de resistencia racial y de clase que se han identificado con una genealogía discursiva africana, a pesar de que él sea y se identifique como un blanquito. Me refiero al signifiying, término que usaré así, en inglés, porque no encuentro como traducirlo a español. Es un asunto complejo, porque Residente es un blanquito que dice, en ese segundo disco, venir a matar el reggaetón (lo dice como 3 veces) porque él "tiene más vocabulario". A su vez, políticamente se identifica como subalterno cuando se enfrenta al contexto rapero de Estados Unidos y al gobierno de aquella nación. Recordemos la canción que dedica a Puff Daddy en el primer disco y la importancia que le da, al narrar su historia musical, a haber comenzado su carrera con una canción en contra del FBI en el contexto del asesinato de Filiberto Ojeda Ríos. Simultáneamente, cuando se enfrenta al grupo local de exponentes del género, se posiciona como superior. Mi interés en este trabajo es, entonces, analizar el uso del lenguaje de Residente y sus implicaciones, en términos de raza y clase, para el campo cultural-musical en Puerto Rico. Pero antes, hay que observar más de cerca las estrategias del mono.

II. La golda y el mono

La idea de hacer este trabajo me surgió al escuchar la canción “Tu mai es la golda”, la cual me recordó inmediatamente el “mamma talk” que ha acaparado mucha atención crítica en los Estados Unidos. Dice, para refrescarles la memoria: “si ustedes no me entienden, ¡tu mai es la golda!/ si te pasas de listo, ¡tu mai es la golda!/ ¡tu mai es la golda! ¡tu mai es la golda! ¡tu mai es la golda! / si estoy confundío porque no sé el resultado de la circunferencia de la /gravedad del asunto, ¡tu mai es la golda!” El mamma talk es sólo una modalidad de parodia discursiva compleja, según Henry Louis Gates. Éste se apoyó en la idea del signifying en la crítica literaria afro-americana para implicar un tropo de tropos, o sea, es un uso del lenguaje defensivo y que implica juego de muchas maneras distintas. Implica repetición con diferencia, parodia, una voz doble que dice en más de un código. Le sirvió para leer la literatura afroamericana desde sus tradiciones orales y vernáculas. En ese contexto, el mono es una reapropiación:
The ironic reversal of a received racist image of the black as simian like, the signifying Monkey, he who dwells at the marging of discourse, ever punning, ever troping, ever embodying the ambiguities of language, it is our own trope for repetetition and revision, indeed our trope of chiasmus, repeating and reversing simultaneously as he does in one deft discoursive act. (52)

Dice que signifiying se manifiesta en los textos afro-americanos como un tema explícito, retórica implícita y como un principio de historia literaria (89). Me interesa pensar en los juegos discursivos en la voz de Residente y su relación con las tradiciones orales populares de la isla (distinto a la idea de lo vernáculo que usa Gates) y entender estos juegos como una retórica implícita en su discurso, lo cual implica una apropiación de una estrategia que por razones de clase y de raza no le pertenece. Pero cabe la pregunta de cuán generalizada está esta práctica en Puerto Rico. ¿Es, en verdad, un asunto de clase que en su estructura profunda es un asunto de raza, como intento sugerir? Acá sólo tengo espacio para especular al respecto. Los estudios de campo le corresponden a los lingüistas. Pero la pregunta me hala, por lo que me lanzo.
Los lingüistas sí están de acuerdo en que existe una modalidad particular de juegos lingüísticos cuya práctica viene de África. Nick Faraclas, et. al. define, siguiendo a William Labov, una de las prácticas que yo llamo signifiying de la siguiente manera: ““…a well organized speech event which occurs with great fequency in the verbal interaction of black adolescents… and occupies long stretches of their time” and which can include ritualized insults of the addressee, the addressee’s relatives and/or personal insults of a simpler form” (47). Luego de comparar las modalidades de insultos que se producen en una de las ciudades más grandes de Nigeria con prácticas que han sido recopiladas por lingüistas en Estados Unidos, sobre todo en Nueva York, y compararlas con una práctica similar de Turquía, concluye que las prácticas actuales del rito en Nigeria y Estados Unidos son similares en su forma. Son duelos verbales que tienen la función de “afinar las destrezas verbales de los jóvenes oponentes.” A diferencia de los debates entre jóvenes turcos, cuya tradición Faraclas, et. al. conectan al Mediterraneo, la práctica africana es un juego, los oponentes no deben perder el control de sus emociones, ya que el modo de ganar el juego es probar ser el oponente más ingenioso y rápido. Es por esto que no es la lógica si no la creatividad el elemento que organiza estos insultos. Es un ritual que se lleva a cabo delante de un público que interviene riendo y aclamando a uno u otro oponente y en el que a veces alguien del público salta a sustituir un mal contrincante. Mientras que la conexión entre Nigeria y Estados Unidos se afirma en este estudio, se sugiere también una continuidad diaspórica de la práctica:
In terms of further research, the evidence suggests that AAVE [African American Vernacular English] Sounding and NP [Nigerian Pidgeaon] Wording may be part of an Afro-Caribbean ritualized insult traditon that includes calypso and other Caribbean insult genres and corresponds to the geographic zone covered by Afro-American English Lexifier Creole, which includes parts of the West Coast of Africa, the Lesser and Greater Antilles, and areas along the coasts of South, Central, and North America where the Northern European (English, Dutch, etc.) variety of colonial era plantation slavery played a major role in shaping society. (62)

El trabajo que han hecho los lingüistas también es pertiente para entender el sentido que tienen estas prácticas. He aquí las interpretaciones:
Interpretation of Insults: AAVE Sounds and NP Words are consistently composed in such a way as to ensure that they are interpreted as untrue and therefore not as personal insults (which would acutally shame or demean one’s opponent). However, Dundes et al. (1972:135) state that in Turkish Dueling one of the main goals of insults is to: ‘force one’s opponent into a female, passive role… [A] young boy defends and asserts his virile standing in his peer group by seeing to it that his phallus threatens the anus of any rival who may challenge him. (48)

Mi tendencia, debido al falologocentrismo del reggaetón en general, sería a pensar que este tipo de práctica en Puerto Rico mescla tanto la tradición que viene del Mediterráneo como la que viene de África. En la isla, los duelos verbales son una práctica común hasta la adolescencia y en instancias hasta la adultez personas de clases media y baja (de la alta no sé), tanto del sexo masculino como el femenino, participan de ellos. Se llevan a cabo poniendo énfasis en la mayor o menor habilidad con el juego verbal, que deriva siempre hacia aseveraciones absurdas; los oponentes no se deben ofender (“el que se pica es porque ají come”) y el que gana es el que logra las más ingeniosas imágenes partiendo de la propuesta del antagonista en el juego; gana mediante la aprobación de un público; mientras lo que gana es prestigo en la comunidad que participó escuchando el intercambio. Los insultos sexuales, si seguimos a Faraclas, sirven para que los machos adquieran prestigio en tanto machos, por su capacidad de penetrar, al menos en el nivel simbólico.

III. El mono Residente

José Piedra ha estudiado manifestaciones de signifying en la literatura cubana y encuentra que el mono está presente en ella con diferentes nombres (Mono, Mo-Edun, Mono Sabio, Coco Macaco, y güije o jigüe). Señala que su cualidad más particular es que está en su naturaleza el borrarse. Dice: “The quality is part of the Monkey’s character: the richer and deeper the conveyed signification, the more hidden and contradictory the expression of its personality” (123). Su interés es mostrar cómo la humanidad ha inventado mitos en los que se representa el sentido arbitrario de los signos, como se explica el orden divino mediante palabras que son siempre insuficientes. Éstas son guardadas por las autoridades de las distintas comunidades y, en caso de volverse demasiado restrictivas, se inventan siempre modos para sabotearlas. Las palabras tienen que ver con el sentido y el orden que le damos al mundo. Por eso son importantes y cuando hay desbalances de poder, la lucha por el campo de la palabra se vuelve a veces sutil, porque los ataques frontales implican entrar en el caos.. Así lo explica Piedra:
In this view of signification, humanity emerges as an underhanded manipulation of the most secure formats. After all, quests for knowledge depend on acceptable wording; and such wording must give the illusion of security. However, when the controller of discourse is not receptive to the group’s needs, then the imposed formats must be undermined with variables of signification. Both the securing of knowledge and the undermining of the formal script are part of the myth-making process. The danger arises form an abrupt titiling of the balance as not only the voice but also the meaning of human signs is battered by foreign powers. (129)

El orden que se busca mantener representa la indeterminación del lenguaje porque, como dice Piedra “…nadie puede presumir poder controlar el discurso del mono y el acto de interpretar el mensaje neutraliza con ironía cualquier intento de fijar el mensaje oficial del “oráculo”” (133). Esto me devuelve a la apreciación de Vico C sobre la ininteligibilidad de la lírica de residente. El caso es que el discurso es a propósito ilógico y que su significado es doble. En esta línea ha leído Alfredo Nieves el trabajo de Residente en un trabajo que está próximo a publicarse, sobre la construcción de la masculinidad en la persona pública que se creó este grupo; sobre todo Residente. Sugiere Nieves que la representación del macho que es típico del género se mina cuando Residente se presenta como torpe ante la presencia de la mujer que le gusta. Es como si la preponderancia del falo en los juegos verbales que proceden del mediterráneo y que permean todo el género, en Residente fuera desplazado por el mono. Nieves nota también los varios elementos circenses que forman el imaginario del primer disco. Siguiendo a Nieves, pienso que no sólo este personaje se construye como torpe, sino que además existe en sus letras una autoparodia que está marcada con más hincapié cuando una voz femenina le responde. Así, en su primer disco, PG 13 responde a la voz del rapero que rapea (los boricuas saben que acá rapear tiene dos significados distintos)…. “con un poco de blush, agarro el touch /y a los nenes les doy flush…/ ¡Echate pa tras que mi falda tiene espinas / mi negrito yo no soy tu china”! Esa apoderación de la mujer, que pasa a ser más que un objeto al contestar cantando también está en el título “Hormiga brava”, del mismo disco. Esa hipótesis se corrobora cuando escuchamos la letra de “Mala suerta con el 13,” del segundo disco, donde se entabla un debate entre la Mala Rodríguez y Residente. Él la invita a tener sexo y ella le responde:
[él dice]

Con sólo verte las rodillas yo me lubrico
Que la tienes muy pequeño, chico
Pero eso lo sabes tú na ma y ahora todo Pueto Rico.
Cuando la hundo hasta lo más profundo
me vengo rápido como en… 5 segundos haummm
Pero no te me pongas violenta
que este caballo representa
y el primer polvo no cuenta.
Por ahí va el burrito… sabanero…
a marcarte pa toa la vida
como cicatriz de pandillero

Acá el pandillero del gangsta rap pasa a ser el que marca sentimentalmente a la pareja. Su declarada voluntad de acabar con el género del reggaetón; si no, al menos con el macho que habla en él, que posa con indumentarias deportivas, las gatas (mujeres en bikini) de fondo y el blin blin o las cadenas gruesas y de oro en el cuello. Es como si hubiera estado presenciando un mal juego de signifying, por lo que saltó al ruedo diciendo: “Voy decidido a fusilar el reggaetón.” La canción titulada “A limpiar el sucio” también alude al género. Dice: “El género está atrasao, tiene un delay/ por eso es que ser rey en este field day es un mamey”. Finalmente, en la última canción del disco, titulada “La era de la copiaera” dice:
¿Quieres parecerte a mí?
Pues aquí tengo los manuales
Primero hay que tirarle a los fucking federales
Tirarle al gobierno en la cara con salami
Ganarte un MTV y ganarte un Grammy
Que el gobernador te invite a cantar rap en la Fortaleza
Poner a todo Puerto Rico a hacerse rayas en la cabeza
En medio de una huelga llenar todo un Coliseo
Tienes que poner a to el género a tirarse peos
porque dañaste el género y ya nadie te aguanta…

Nieves también nota las marcas de clase en el montaje de este músico: la clase media y urbanización cerrada que ya está presente en el nombre del grupo. Si repasamos sus canciones, encontramos que en “A limpiar el sucio” Residente dice a sus opisitores que son poco cultos:
Yo sé que te jode escucharme a diario
Y es que no es un hit nada más, son varios
cada vez que me esuchas en la radio
te jodo más que un barro en el labio
No es mi culpa que yo tenga más vocabulario

“La era de la copiaera” dice sobre este asunto:

Mera, me estoy robando el show por allá afuera
Mera, Tengo a la compe sin comida en la nevera
A la competencia pa’l baño los tengo corriendo
lo tuyo es aburrido como John Ruiz contra Fres Oquendo, a
mi sin cojones si vendo o no vendo,
yo me puedo quedar toa mi vida en mi casa jugando Nintendo
Viviendo con mi mai hasta los 50 años
Meando toa la tapa del inodoro en el baño…

En “La crema” se autodenomina blanquito a la vez que recuerda que en su primer disco parodió a Puff Daddy:
Este blanquito salió cabrón y pico
yo tengo orgullo no mamo bicho
Y mucho menos me arrodillo en el piso
A Puff Daddy lo puse a cagar pelo riso
y si 50 Cent se apunta lo ahogo en Carraizo
No venga a joder en mi bohio
que ni el bohique te saca del lío.

En resumen, pretende romper con lo que entiende es simpleza del género, a la vez que le interesa volverlo contestatario, al identificarse como subalterno ante el contexto del mercado (del que se aprovecha, claro está). Ofrezco un ejemplo de su lenguaje absurdo e hiperbólico, en una cita que se asemeja al mamma talk, como lo describe Faraclas:
Tengo cuatrocientos carros, cuatrocientas
motoras
Un caballo que vuela a cien millas por hora.
Tengo comprada a todas las emisoras
Y pa lavar el dinero treinta lavadoras.
Yo consigo lo que sea
Mujeres con dos tres cuatro cinco tetas
30 enanas que me jalan la casqueta
mientras duermo
y que nunca me pegan los cuernos
Tengo 40 karatekas de indonesia
que te cortan los testículos sin anestesia
Tengo meao agridulce, meao salado,
Meao en crema, frapé de meao congelado…

Vengo proponiendo que esta habla simiésca es la que engancha el género nuevamente con las varias tradiciones contestatarias de la música popular en el Caribe; aquéllas que estudiaron Chuco Quintero y Juan Otero Garabís en sus respectivos libros y que se han dado, a pesar de su necesaria y a veces voluntaria, negociación con el mercado. Es que la rebelión tiene que ser sutil ya que, como decía Piedra: “El código de la negritud opta valientemente por aceptar ciertos acuerdos formales, históricamente impuestos, sin perder de vista la oportunidad de ejercer el poder de significación” (146). El género, salvo algunas excepciones, ya para el año 2000 había sido comercializado y enlatado para el consumo en masa, lo cual pone en primer plano la música como mercancía, más allá de sus posibilidades creativas de vanguardia, que siempre se negocean a pesar del mercado. Si, más allá de la lata, las reconversiones que explicaba Néstor García Canclini en Culturas híbridas no estaban sucediendo de un modo visible y audible en este género, al menos en la mayoría de sus exponentes actuales, encuentro en el grupo Calle 13 y en el trabajo de Tego Calderón, por ejemplo, propuestas que se agarran de tradiciones que se pueden identificar en el campo local con prácticas de resistencia elaboradas por subalternos negros y mulatos en el contexto de los sucesivos colonialismos en la isla. Ya que me estoy centrando en el representante más blanquito del género, concluyo que esa fuga del lenguaje en juego, o el insulto fantástico como juego que proviene de África, está más generalizado en la cultura puertorriqueña de lo que se ha estudiado. Tego Calderón, por su parte, en su más reciente producción, se convierte en un mono que, desde la salsa, hace la travesura de pintar unos changos de blanco. Estos pájaros son rechazados por los otros de su comunidad y se ven aliviados de la crisis existencial que la maldad del mono les causa cuando la lluvia les quita el blanco y los vuelve a dejar negros. Que Calderón se vista de mono implica muchos significados que no son fácilmente descifrables, precisamente porque es una cita y activación de una tradición que es desconocida para la cultura oficial. Lo notable de Residente es que, a pesar de su raza y su clase, su juego lingüístico está dirigido a retar las reglas de la conversación pública dominada por blancos, quienes fijan el “mensaje oficial del oráculo”. Para esta tarea se disfraza. El mono se puede convertir en una araña cuando dice: “Llegó la araña que el idioma daña/la Real Academia se la dejo a España/Así que mala mía si me pongo perverso…” La importancia de esta reflexión es que me lleva a pensar que hacen falta, en los campos de los estudios lingüísticos y literarios de Puerto Rico y el Caribe, un mayor conocimiento de las tradiciones africanas para poder reconocer cómo están activas en el habla popular, el debate público y en el campo letrado.