sábado, 27 de febrero de 2010

Niño

Niño

Mi niño
tiene manos de hombre:
seguras, fuertes,
grandes, gentiles.
Consuelan con ternura
y parlotean.
El niño
frunce el ceño, como un hombre,
si le nace la idea.
Este niño que
se ríe como un hombre,
cuando embroma
con sus juegos de palabras;
instrumento nuevo
que domina viejo.
Sin embargo,
mi niño,
también tiene un corazón
de hombre
sin miedo;
de niño.
Sabe que puede volar
y se lanza
sin esperar la caída
que destroza
al niño;
al hombre.

Pd: Tres tornillos en el codo más tarde, uno en el radio, espero que el hombre no se asuste de volar, que aprenda el niño a preparar la caída.

domingo, 21 de febrero de 2010

Levadura, polvo de hornear, bicarbonato

Vengo del supermercado con bolsas de plástico que contienen latas de aluminio y otros recipientes plásticos que empacan materiales que alguna vez fueron de procedencia vegetal o animal (¿Dónde pastó ese ternero? ¿pastó?), pero que hoy no es más que un producto procesado quién sabe dónde, quién sabe cuándo, no se sabe por qué manos. Voy al supermercado y compro harina, sal, levadura, aceite (las etiquetas dicen que las envolturas contienen sólo eso). Hago pan. Además compro azucar negra, bicarbonato, vainilla (no sabor a, sino vainilla destilada en alcohol en unos potecitos pequeños que parecen guardar la infusión de una bruja) y hago galletas, o donas. No tengo en casa productos procesados. Imposible que esto sea verdad. Pero tengo una cantidad mínima e indispensable porque no vivo en un poblado medieval. A la carne le echo sal (sólo sal) y la pongo en una brasa que no la cueza demasiado. Me gusta el sabor de la sangre. Mejor que el vegetarianismo que se empancina con productos procesados (gum, guar, sutanate) por una industria creada especialmente para ellos. Fumo. Cada cual alarga y acorta su vida a su modo. Lo mio es un ritual, como todo. Sigue su descripción.

Leo. Pienso en galletitas de mantequilla. Leo. Pienso en donas. Leo, pienso en pastelillos de carne. No tengo nada de eso en la nevera. Pero involuntariamente comienza el inventario. Leo. Tengo bicarbonato y azúcar suficiente como para que sobre para el café de mañana. Leo. También queda una gota de vainilla. Leo. Me toma 10 minutos derretir mantequilla, echarle harina, bicarbonato, sal, vainilla, un huevo. No me gusta la nuez moscada; me provoca náuseas. Tengo huevos... Calentar el horno, hacer bolitas pequeñas, esperar otros diez minutos a que se endurezcan y se doren... La lavadora de platos y el procesador de alimentos facilitan el trabajo (no es que rechace la modernidad y sus inventos sólo el sabor de lo impronunciable: maleate).

Media hora más tarde estoy leyendo con un vaso de leche (quién sabe de qué vaca) en la que sumerjo galletitas tibias y pienso... Mmmm... Pastelillos. Tengo carne molida. Mañana hago pastelillos. Es una de las pocas cosas que a mi hijo le gustan. Tengo aceite, harina, bicarbonato y sal. No hace falta nada más. Achiote si se quiere. Tengo. ¿O haré las galletitas de queso y pasta de guayaba... Mmmm.... Leo.

lunes, 15 de febrero de 2010

El sueño

El sueño de Sor Juana
era el de Borges y su Aleph.
Esa letra que lo contiene todo
porque es la boca abierta
que pronuncia
el sonido más puro y abierto.
Mira como Dios
que es infinito
hacia adelante
hacia atrás
hacia el fondo.

Más que arena y que palabras dichas
desde el comienzo hasta el fin
de la historia
que aún no es
que todavía no se acaba
porque el Leviathán no llega,
hay miradas y gestos,
sonrisas,
encuentros.
¿Se puede decir todo cuando
el tema, sinfín, te reta?
¿Ese ocho desmayado
es un límite que se desborda?
No lo sé.
Ellos, hermanos,
lo sigueron
como el burro a la zanahoria.

sábado, 6 de febrero de 2010

Comunicación: ladrillo de aniversario

Habermas explica, via Castoriadis, que la producción pre-lingüística de fantasías produce en cada individuo un mundo interno, único y privado, que se enfrenta al mundo institucionalizado durante la niñez y aquél queda integrado a este mundo en el curso de la resolución del conflicto edípico. Esto quiere decir que para madurar (resolver el conflicto edípico) hay que abandonar las fantasías propias o al menos, supedidarlas a las exigencias del mundo institucionalizado. Lo que le interesa al teórico alemán es crear una teoría que supere el marxismo sin abandonar la modernidad como proyecto. A lo que quiere llegar es a proponer las prácticas comunicativas como un medio de negociación constante que crea, de hecho, mundos nuevos; el rescate de la utopía desde las fantasías de cada cual. Usa la palabra demiurgo. Me recuerda a Borges con sus ironías. El poeta que quiere ocupar el lugar de un dios al soñar estos mundos posibles. Con decirlos basta para que se vuelvan un proyecto realizable, parece decir Habermas, tratando de superar la idea moderna del "espíritu absoluo", i.e. el poeta, filósofo, dios que está encargado de llevar a cabo la tarea utópica. Al menos de pensarla.

A pesar de esta aporía que parece imposible de escapar--superar al dios creador para localizar al filósofo-artísta en su lugar--, el alemán se da cuenta de que uno no puede entender al otro a menos que entienda las circunstancias, el contexto en el que el otro habla (existencialismo, sí, Sontag, anhá) y que se habla también por medio de las prácticas. En otra parte habla del tiempo histórico, el espacio social y las experiencias centradas en el cuerpo como parte de esos contextos que producen sentido, sin los cuales la comunicación es imposible. Lo que me interesa de esta propuesta es el reconocimiento de que "the reproduction of a lifeworld always takes place also by virtue of the productivity of its members". Lo que me entusiasma es el plural. Aunque en las discusiones grupales en las que he estado, mientras más miembros peor, al final no es la razón lo que reina, sino la fuerza, el carisma, los chanchullos por debajo de la mesa y ya planchados antes de la reunión. ¿No es eso lo que cuenta Leonardo Padura en su más reciente novela titulada "El hombre que amaba a los perros"? Contar el curso de los hechos que llevan al asesinato de Leon Trostski en México como si fuera un reportaje, casi, basta para uno darse cuenta de que la razón nada tiene que ver con las fuerzas que se hacen cargo de la historia. Pero me parece bueno que un filósofo alemán se de cuenta de que existe mundo más allá de su ombligo filosofal.

NOTA: Celebro el aniversario de este blog. Un año cumple en febrero. Gracias a quienes leen.