jueves, 23 de junio de 2011

La alegría tonta de los pájaros: A propósito de "Una belleza convulsa" de José Manuel Fajardo

A ti, que estás del otro lado de una frontera, estas palabras leves.


El mundo estaba cambiando y, fuera cual fuese aquella extraña materia, lo cierto era que para nosotros había perdido consistencia, se había vuelto permeable. José Manuel Fajardo


Hacía semanas que estaba terminando el libro y no quería acabarlo.  Tengo que confesar que tenía miedo por el destino del protagonista.  Si me dedico a leer, debería estar acostumbrada a que me maten personajes con los que me he encariñado.  Pero en estos días no estaba segura de poder lidiar con una ejecución.

El libro trata de un secuestro.  Los de la ETA encerraron a un periodista por cuatro meses.  Allí el tipo usa la mente para no volverse loco.  Pasea y viaja mentalmente a distintos momentos de su vida amorosa, que consiste de una serie de enamoramientos que provocan que deje a la mujer con quien está, siempre en busca de otra cosa (el fantasma).  Y es que el deseo es así, se construye en torno a una falta que no se debe conquistar porque entonces deja de ser.

Esta realidad se puede convertir en una metáfora política.  En términos sociales, el intento de construir un mundo utópico es el deseo por un fantasma que siempre estará en otro lugar.  Conseguirlo, aparte de ser humanamente imposible,  tendría como consecuencia el desplazamiento del deseo a otra cosa.  Así, esta novela aterradora y a la vez conmovedora, es también un testimonio.  Me recuerda los testimonios de secuestrados políticos por las dictaduras militares en Argentina, La escuelita de Alicia Partnoy o La razón blindada, de Arístides Vargas, por ejemplo, que hablan de los distintos modos que nos inventamos para sobrevivir.  Son los afectos lo que nos salva, pues es tal vez lo que nos hace más humanos.  Ahí es que somos más vulnerables.  La historia es la misma cada vez que alguien la cuenta; sin que sea demasiado importante quién secuestró.  Fajardo hace la historia de la ETA, que se inspira en el Che Guevara, cuya imagen guardada entre las páginas de un libro resultaba evidencia suficiente para desaparecer a alguien en el Cono Sur.  El movimiento vasco en sus orígenes resiste contra Franco, para convertirse luego en otra cosa; la cosa que es ahora.  Y es que en ocasiones el mal no está afuera.  Lo llevamos dentro, como dice el relato:

Los demonios los llevamos dentro, son parte de nosotros mismos.  Es como Satán que, a fin de cuentas, no es sino el rostro malo de Dios.  El problema es cómo convivir con ellos.  Vivimos en un jodido mundo en el que el bien y el mal está tan revueltos que a veces se les confunde y actuamos como diablos cuando creemos ser ángeles.  Ya has visto estas tierras a través de mis ojos.  Ya sabes lo que fui, lo que hice y lo que vi.  (288)


El relato se refiere a fronteras que desaparecen.  A lo absurdo que es estar secuestrado en este contexto donde las razones que ennoblecían las causas están tan confundidas.  Aunque la naturaleza no se confunde, como reza un poema que escribe uno de los personajes de la novela:

Sobre este antiguo trazo de agua,
entre esta campa verde y pinta que oculta el horizonte
y aquel seto que crece sin mesura,
discurría antaño la frontera.  
Era una línea roja en los mapas
y un hilo de miedo entre los hombres.
Los mirlos la cruzaban inconscientes
con esa alegría tonta de los pájaros.


Los relatos de Fajardo cruzan fronteras en más de un sentido.  La literatura es hoy sólo literatura, no tiene el apellido; mexicana, puertorriqueña, española, americana, francesa, japonesa.  Este libro está informado por Paul Auster, un judío de Nueva York y Gabriel García Márquez, la literatura hispanoamericana en general, entre otros.

Lo más enternecedor del libro es que aprendo, aprehendo, que la vida sigue.  Aquí hay esperanza.  Luego de un siglo XX tan terrible, en el siglo XXI no podremos vivir en la levedad.  Las cosas siguen siendo formidablemente violentas, complejas, sucias.  Basta salir al centro comercial para ver cuán infernal es todo (el libro tiene un delicioso elenco de diablos que acompañan al secuestrado en la imaginación del infierno que experimenta); la violencia del mercado, la violencia de las balas que puede que te toquen hoy a ti porque de casualidad estabas ahí cuando un narcotraficante decidió vengarse de otro, aparte de la violencia política por conflictos no resueltos.

El relato se resuelve con un diario que da nombre a los demonios, a la experiencia.  Si persistimos en nombrar las cosas por su nombre, tal vez al final de este viaje, nuestros hijos podrán dormir en paz.