lunes, 2 de septiembre de 2013

miércoles, 3 de abril de 2013

martes, 12 de marzo de 2013

jueves, 21 de febrero de 2013

Presentación de "De palabras". De la sociedad de poetas vivos


“Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor.”  
(El amor en los tiempos del cólera, Gabriel García Márquez)
Presentación del portal electrónico "de palabras".
Tema:  Efectos secundarios del amor
20 de febrero de 2013


Me pidieron que hablara sobre los efectos secundarios del amor y acepté con ligereza.  No me imaginé en el momento que me acababa de meter en un problema tan apretado.  Esto es porque la respuesta a la pregunta, ¿cuáles son los efectos secundarios del amor?  resultará siempre un cliché.  ¿Qué podré yo decir que no vayan a decir otros de los respetados invitados de hoy, o que no hayan dicho ya los miles de clásicos que elaboran el tema hasta la saciedad desde que existe escritura?  Recuerdo el texto medieval titulado Cárcel de amor de Diego de San Pedro, quien expone cómo el amor nos atrapa en una cárcel, hostigados por el monstruo del deseo, hasta dejarnos sin vida.  Este monstruo del deseo hace que Calixto y Melibea en La Celestina deshonran a sus familias al no poder evitar encontrarse juntos en el jardín (metáfora clásica que implica erotismo) y son castigados con la muerte.  Don Quijote de la Mancha no puede ser caballero andante sin Aldonza Lorenzo, alias Dulcinea, pues ésta es la idealización de aquélla y el objeto que recibe todas las hazañas del héroe, su motor, la pantalla en la que se proyecta su imaginación de sí mismo.  La novela romántica del siglo XIX tanto en Europa como en las Américas nos presenta variadísimas heroínas; en su mayoría literalmente enfermas (histéricas) que mueren de amor (falta de sexo por la idealización de la que son objeto).  En el siglo XX los efectos del amor parece que son otros.  Entonces el amor se escribirá por distintos medios:  En el bolero cuentan como las paredes que dividen razas y castas están ahí para que las rompamos.  La radionovela y más adelante la telenovela hablará de los sufrimientos también, de parejas desencontradas pero que finalmente se encuentran.  No ya más castidad.  Los efectos del amor en este siglo son el deseo de la cópula; asunto que culmina malamente, ya sin retórica encubridora, en el reggaetón.  Las películas han representado los efectos secundarios del amor.  Casablanca lo pone como segundo a la resistencia al nacismo en europa, aunque sus efectos melancólicos duren para siempre en la memoria que atesorará París.  Junto con estas representaciones, la novela explota para mostrar parejas de todo tipo, sexualidades abiertas y variadas, perversas e idealizadas;  pasiones que desencadenan distintos modos de locura.  Tal vez lo más enternecedoramente asombroso aparece en la novela El amor en los tiempos del cólera, porque precisamente el amor es la terquedad del deseo, más allá de las posibilidades físicas del cuerpo.  Es que se trata de historias de amor entre viejos.  Florentino Ariza se encuentra ante Fermina Daza a los 71 años, justo al haber terminado de ayudarla silenciosamente con todos los detalles del sepelio de su marido de poco más de cincuenta años, Juvenal Urbino, cuando se han ido todos.  Él, al haber sido descubierto en medio de la sala como único doliente que faltaba por marcharse, pronuncia las siguiente palabras: “Fermina -le dijo-: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirle una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre.”  Esa pareja de enamorados que termina a esa avanzada edad, ya sin la capacidad para el sexo, exilados en un barco, como el barco de los locos, en las afueras de la ciudad evidencia que el amor es sobre todo obstinación loca; esto es, más allá de las reglas de la cultura, por lo que se infiere que un efecto benigno del amor, y la razón por la que lo buscamos a pesar del delirio que implica andar por el mundo rompiendo paredes, es que apacigua hasta cierto punto “el malestar de la cultura”.  El filósofo francés, Roland Barthes, enumera, de hecho, los efectos del amor en Fragmentos de un discurso amoroso.  Su enumeración es extensa: la necesidad, el abismarse, la espera, la compasión, la irrealidad, la errancia, los celos, la remembranza, el preguntarse el por qué, el suicidio, el arrebato, la ternura, son sólo unos pocos de los efectos que él nombra.  La razón de Barthes para su exposición, es que, según él, en la época contemporánea sucede que lo que yo celebro como una ruptura con la retórica del amor cortés que impone el desencuentro como regla, por lo que los efectos del amor, según él ya no se valoran, lo que requiere que sea nuevamente afirmado.  Lacán sugiere que el deseo está cifrado por la ausencia, que ella lo define.  Yo sugiero que el amor nos cura del malestar y ésa es la razón por la que lo buscamos, su efecto secundario escencial.  Pero más allá de eso, me parece, que lo que he demostrado aquí es que el efecto secundario primordial del amor es su representación por diversos medios que implican la escritura.  Existe porque lo representamos.  Lo representamos para que pueda existir, aunque sea objeto de reescrituras con el paso del tiempo.  Las nuevas escrituras no obedecen a separaciones por raza, casta, género sexual, ni lo colocan en un lugar inalcanzable.  La locura del amor hoy día tal vez sea reconocerse como ser que necesita a veces de la colaboración de otro para regresar al lugar anterior a la cultura; el goce que hace que la vida merezca la pena de ser vivida.  Termino con una cita de Julio Cortázar que dice:  “Me basta con mirarte para saber que con vos me voy a empapar el alma”; y quién no quiera andar con el alma empapada de otro, así como en placenta, más que en malestar, que tire la primera piedra. 

sábado, 16 de febrero de 2013

Sobre "El Proceso traductor" de Alejandro Álvarez Nieves


¿Cómo se puede pronunciar una palabra definitiva, gramaticalmente “perfecta” , sin que el proceso haya concluido?  Doris Sommer.  Abrazos y rechazos.

La verga es proporcionada a la lengua en la manera de la postura, y en la figura, y en el estenderse y recogerse, y en estar puesta en medio de todos, y en la obra; que assi como mouiendose la verga engendra generación corporal, la lengua la engendra espiritual; y el beso es comun a entrambos, incitaiuo del uno al otro.  León Hebreo, Diálogos de amor[1]

 El beso incitativo de la lengua

Por:  Melanie Pérez Ortiz
Presentación de El proceso traductor de Alejandro Álvarez Nieves
San Juan:  Libros AC
13 de febrero de 2013

Traductor;  no hay persona más conciente del idioma, de la lengua y sus contextos, estructuras, procedimientos, su semántica, sus géneros literarios, su gramática, las convenciones estilísticas, las alusiones del subconsciente y las literales y las que se han perdido con el tiempo y las nuevas que estan emergiendo ahora y de los modos formales y los informales de decir algo y los argots y la carga emotiva, y la musicalidad y los acentos y las imágenes que evoca cierta frase y mil etcéras que paro de enumerar por no pecar de puntillosa, excesiva o exagerada, como pecan la mayoría de los traductores que conozco.  El traductor es incluso más consciente del idioma que un poeta, que puede que se sirva de su genio y, si tiene suerte, con cierta formación parte del instinto o su particular forma de mirar para descubrirse, descubrirnos cosas.  Pero el proceso traductor implica detenerse.  Implica tomar consciencia del tipo de objeto que sirve de antagonista.  Digo antagonista puesto que el lenguaje se resistirá a la domesticación en otro idioma, que es otro código, otra forma de vida, otro clima, otra historia de alusiones y denotaciones, de guerras y caricias.  Algunos ejemplos de la dificultad de traducción incluso en la misma lengua bastan.  Sabemos que en Colombia, como en Brasil, el tú está casi perdido.  La generalidad de las personas se trata de usted o vocé, mientras que el tú se reserva sólo para situaciones de la intimidad más cercana; intimidad amorosa; a la vez que el usted está en vías de extinción en la lengua coloquial del resto de los países hispanoamericanos y los españoles nos reclaman a los puertorriqueños el uso del vosotros que no tenemos: nos acusan de demasiado formales al conservar en el uso del pronombre personal de segunda persona plural solamente la voz formal: ustedes.  Entonces el buen traductor tiene la tarea de agarrar una lengua que es un animal vivo y mutante y fijarlo en otro idioma también vivo y mutante en una aproximación justificada desde la investigación.  Pero, ¿no es esa la historia de todo acto de habla?  Me refiero al hecho de que hablar implica siempre traducirse.  Esto es:  hacer inteligible una verdad, un conocimiento, un hecho, una perspectiva emotiva, una intuición, una inferencia o una deducción, a partir del uso del instrumento limitado que es la palabra hablada o escrita.
El libro titulado El proceso traductor, escrito por el traductor y poeta Alejandro Álvarez Nieves es un trabajo doblemente notable puesto que parte de esa conciencia que tienen del lenguaje tanto el poeta como el traductor.  Son versos de amor dedicados a la lengua y también versos de lengua dedicados al amor, producidos justo en el momento en que el artesano que traduce se libera, cual camaleón, de todas las pieles con las que debe vestirse para llevar a cabo su tarea:

COVER  [que en español es la portada del libro--los títulos están en inglés y los versos en español, el poeta- traductor obliga al lector a traducir, además de interpretar]

sólo durante los segundos
en que se desprende del pellejo,
el camaleón es libre.

el resto del tiempo,
se ve forzado a emular
la gama de voces que lo reclaman.

apenas le queda
completa soltura en los ojos:
así podrá ver
la traición de la piel
arropándolo siempre.
porque no es suyo el color,
pertenece a un sombrío argot
asignado
a los leones de la tierra.  (27)

Que el camaleón es el traductor queda claro cuando habla de que las pieles del camaleón lo que emulan son voces.  Surge el tópico de que el traductor es un traidor.  La piel es el lengueje siempre al servicio del texto en lengua de partida en vias a llegar en su aproximación más exacta a la lengua meta.  Ambas leguas son los rugidos de las bestias que somos los humanos sobre la tierra, condenados hace tiempo—añado—a no entendernos cuando la soberbia causó la caída de Babel.  Por la necesidad de liberarse del peso de esa tarea el traductor se ha convertido en poeta.  Este libro es una ceremonia en torno a los segundos de libertad del prisionero perpetuo--aunque se trate siempre de una libertad condicionada—que no halla modo de acceder a la cosa fuera de su representación.  Es un libro erótico que desmenuza el amor a ella; la lengua.  Como en los Diálogos de amor de León Hebreo, están Filón y Sofía conversando; esto es, amor y sabiduría, de lo que nace la filosofía que es amor a la sabiduría.  El libro se puede leer como un viaje por ciertos tropos de la escritura para representarla a ella, que es lengua--idioma y es la mujer-mito-- como Marina, la Maliche que tradujo al conquistador de México Hernán Cortés, en la que se funda un relato de país que es a su vez el mito de un continente, una tierra nueva para unos ojos viejos que la visten de sus frustraciones y sus sueños; sus prejuicios o su utopía.  

     Se repasan ciertos tropos, dije, a partir de continuidades y rupturas.   Mientras que la escritura se cifra en torno a ella, la voz poética es un hombre sentado sobre una frágil barcarola, zarandeado por ella, totalmente distinto al “hombre del mar” de Ernest Hemingway que representa la masculinidad que domina las aguas y sus bestias.  No es la voluntad de dominio de Occidente moderno, lo que el filósofo francés Michel Foucault llama will to power lo que organiza estos versos:

THE ARTIST

quisiera ser aquel hombre
sentado en la barcarola,
pescador de brumas,
anclado a nostalgias:
hijo de mareas
que ondula sin rumbo,
preso entre el brochazo
y la cárcel del espejo,
bajo el alboroto indescifrable
de las gaviotas.  (19)

Esta nueva voz poética que se escribe aquí no utiliza la lengua para penetrar.  Habla de la tecnología y su inútil utilidad, como en la mejor tradición de ciencia ficción.  He aquí el segundo tropo que encontré.  En el poema titulado “Mascarada” en inglés, que es un carnaval en español, la tecnología es un conjunto de armas que inventa el hombre “para lanzar una verónica al lápiz” (la primera de ellas fue la imprenta) pero su diseño tiende al Armagedón.  Igual queda el hombre, que es quien se ha concebido como sujeto de la historia, queda desarmado.  Sobre el Armagedón dice que es un :

final que no distingue
la rosa de su poema,
que le roba el espejo al poeta,
que vacía el ojo del verbo:
lo deja sin pulso,
desarmado.  (23)

Es esa tecnología la que mata, puesto que suplanta la naturaleza: a la rosa, al espejo del poeta, el verbo queda ciego y el poeta exánime y sin armas.  Como el navegante que no dirige su frágil embarcación, la voz poética también se viste de pintor de retratos; otro tropo.  Otra vez ella se queda afuera de lo decible por medio de palabras, en FACE:

mientras el lápiz reproduce,
tembloroso,
el rostro idolatrado,
sólo se divisa
el horizonte
requiriendo
el perfume de la modelo
a gritos.  (29)

La creación estará “incrustada/ para siempre / al ras del límite”.  Se trata de lo Real lacaniano que queda fuera de toda representación, como muestra también el poema que sigue:

CARESS

mucho pondera la piel
al sentir la proximidad
de la frase invasora.

vacila, muy esquiva,
todo su vocabulario.
se repliega áspera,
siempre a la defensiva
ante la invocación
de un verso extraño.

de alguna forma,
esos dedos foráneos
descifrarán el lenguaje,
rozarán el trayecto preciso,
hasta que ella se erice,
abra la puerta
y regale su dialecto.

El momento más cercano a ella, la realidad; el encuentro de la lengua con la cosa se dará cuando ella regale su dialecto a partir del tacto.  Es el cuerpo el que accede a la cosa y no la voz.  Es dialecto lo que regala porque es la lengua particular de una persona.  El mundo está compuesto de tantos dialectos como personas.  Pero en este contexto ¿qué es eso?  ¿a qué dialecto se refiere?  Según Teresa de Lauretis, en uno de los textos de teoría feminista que más me han estimulado, titulado Alicia ya no, la mujer es el terreno, el anclaje de la representación.  Es ambos, objeto y soporte de un deseo que, íntimamente ligado con el poder y la creatividad, es la fuerza que mueve la cultura y la historia.[2]  De Lauretis propone un provocador análisis de una de las historias contenidas en Las ciudades invisibles de Italo Calvino, en la que hombres de distintas naciones construyen la ciudad de Zobeida con la vana ilusión de atrapar entre sus paredes a una mujer que corría desnuda en las noches, producto de un sueño común que los acosaba a todos.   Según esta teórica, esta ciudad es una metáfora de la cultura producida por hombres.  La ciudad es un texto que cuenta la historia del deseo masculino mediante la escenificación de la ausencia de la mujer que a su vez la produce como texto, pura representación  (13).[3]  En el texto de Álvarez Nieves ella es la lengua, he dicho, es el ojeto del deseo, es la realidad; esto es, lo que queda fuera de la representación.  Más que objeto es sujeto porque habla en una lengua propia, aunque el poeta-traductor no la descifre para nosotros.
El texto es coherente.  Así, al final, la palabra no intentará atraparla, mas rendirle un homenaje a ella, en un rito que sólo la deja ser, bailando, para así crear con ella el comienzo de otros tiempos.

RITES OF SPRING

que dance la niña,
que baile hasta que muera.
que brinquen los pies al compás del fuego.
que sea el río el reflejo
de la llama.

cada ampolla provocará un canto, un lamento
segurián nuestros versos,
bajo hipnosis,
el patrón del chisporroteo,
y el último chasquido
culminará en gritos. (57)

Ahora la pregunta es ¿qué es lo que debe morir?  ¿Ella baila hasta que muera ella?  ¿O ella baila hasta que muera otra cosa?  Respondo yo, lo que ya ha muerto en el proceso que lleva al final del libro es la voluntad de control de ella, la lengua, la realidad, la mujer.  Ella bailará hasta la muerte, o provocará la muerte de la ciudad de Zobeida con su cuerpo en movimiento perpetuo, del que nacerá lo nuevo.

Gran hallazgo.  Gracias Alejandro, por este regalo.


[1] Citado en Sommer, 101.
[2] “Woman is then the very ground of representation, both object and support of a desire which, intimately bound up with power and creativity, is the moving force of culture and history” (13).
[3] “The city is a text which tells the story of male desire by performing the absence of woman and by producing woman as texto, as puere representation.”

viernes, 1 de febrero de 2013

jueves, 3 de enero de 2013

El espejo y la sombra


A mami y a papi que no lo leerán, aunque sea en cierta forma una disculpa pública.

Cuando nació mi niño me quedaba mirándolo en trance, por horas.  Me sorprendía que se pareciera tanto a mí, así tan pequeño, y pensé que la maternidad es narcisismo puro.  Uno ama esas pequeñas extensiones que le han salido a uno casi sin darse cuenta.  Pero lo que hay ahí es otra persona y pronto te lo hará notar.  Por respeto a eso siempre lo traté como un par; no una cosita, la ficción de la niñez siempre me molestó.  Tengo memoria de cuando tenía dos años y hasta anteriores.  Recuerdo que me molestaba que la gente cambiara a la imbecilidad para dirigirse a una persona que tiene todas sus capacidades cerebrales, cognitivas, lógicas, intuitivas, aunque no piense como la mayoría sólo porque le falta la información y la experiencia que tienen la mayoría para pensar.  No me lo habré planteado así, pero algo de eso pensaba.

A propósito, un recuerdo.  El niño jugaba en el interior del carro que dejó mi abuelo, allí perennemente estacionado en la marquesina de mi abuela.  Nosotras conversábamos mirando la costa de Luquillo desde Guavate, allá en la marquesina ésa, al lado del carro.  En la conversación, mi abuela se admira de que no le hablo como un bebé al nene.  De momento se encierra el niñito con seguro dentro del carro.  Mi abuela se refugia en la alarma.  Yo le digo, calma, y me acerco a la ventana.  Le digo al niño, de --¿cuántos meses?  ¿O tendría un año?--  abre el seguro de la puerta que estás encerrado.  Sí, ese...  Mi abuela se ríe incrédula...  Ese palito es el seguro.  Hálalo hacia afuera...  En niño se acerca y abre la puerta.  Gracias.  Muy bien.  Luego entro y le explico.   Es que si cierras ahí luego no puedo entrar y puede ser peligroso; te puedes meter en un problema.  Si quieres jugar aquí no puedes tocar eso.

Si importa respetar que es un cerebro que piensa y un corazón que siente, entonces hay que plantarse con las piernas separadas y los pies bien planos en la tierra pa aguantar el golpe porque a partir de su lógica y su experiencia va a retar lo que crees que sabes.  Ahí el espejo deja de ser las aguas cristalinas en las que se contemplaba Narciso.  Es como el espejo de la madrastra de Blancanieves, que cuando la niña crece, le contesta que ella ya no es la más bella--la más justa, la más honesta, la más consecuente, lo que sea--.  En el proceso de crecimiento ves tus malas mañas repetidas en otra persona y te asustas (¿así me veo yo?, ¿se está reproduciendo "eso" en esta otra persona?).  Si pretendes ser honesto, te corriges cuanto puedas; corregir la imagen para que corresponda un poco más con la fantasía que se tiene de uno mismo, o poner la vara más alta si hace falta.  Los niños exigen.  Y retan.

Ese espejo comienza a retarte abiertamente, sin la inocencia de los retos del niño.  Ya desde la pre-adolescencia quiere salirse del camino y hacer sus propias veredas.  Necesita dejar de parecerse a ti.  Inventarse algo que tiene qué ver consigo mismo.  Hay que dejarlo que explore, sin que se haga daño.  A veces hay que plantarse, no voy a dejar que te hagas daño.  Lo difícil es saber dónde está la raya.  Distinguir si esa raya tiene que ver con tus propios miedos, prejuicios,  vagancias.  Esa evaluación la puedes hacer tú, si quieres, que si no, la hará el espejo con argumentos propios o a gritos si no lo escuchas.

Con el pasar de los años entiendo más a la madrastra aterrorizada ante el espejo mágico y hasta me da pena.  Yo, en lugar de mandar a sacarle el corazón a la criatura, espero poder ayudarlo a fortalecerse para que con la sombra que me lanza a la cara haga que el corazón mio crezca y se fortalezca.  Me está haciendo un favor. Ojalá gane él la pelea que está por comenzar.  Estoy aterrorizada, pero zúmbame que yo te zumbo--como cuando bebé: sin condescendencias-- que tenemos que seguir creciendo los dos.   Dale, y espero que seas tú quien más gane y yo quien más crezca.