Llevamos años con la matraca. Juicios en vivo. La policía y sus perros. La vida familiar de este cantante famoso o aquellas insufribles mujeres ricas de Nueva York. Competencias de baile, de canto, de habilidades culinarias (me los gano a tos--ejem), gente abandonada en una isla, gente puesta en una vitrina en un shopping center, pa ver cómo envejecen (el público tiene acceso a microscopios para estudiar los fluidos del susodicho, se le hacen radiografías, resonancias, y se exponen los resultados). No hay que dar premio. Algún convicto de crímenes fatales podría sufrir su cadena perpetua allí. Regalo esta idea a algún productor. Ponemos hombre y mujer y los miramos follar, pelearse, ignorarse, cuando nos cansemos de mirar fluidos aumentados. Se pueden llevar las escuelas para sus clases de ciencia, para las de estudios sociales, para las de español pueden escribir... A eso voy. No se me olvidó que este blog es de tema literario.
Hace tiempo que pienso que los reality shows responden a la crisis de la democracia. La policía sólo funciona en la televisión (es cierto, no es un show: no es lo que el hard boiled y sus secuelas televisadas nos acostumbraron a pensar), igual que los tribunales que, finalmente, pueden hacer justicia ante los ojos de los espectadores que, por fin, se pueden alegrar de la pena que sufre el condenado, de la absolución del inocente. Los otros, los concursos, le devuelven la esperanza a la gente que creía que también era una ficción eso de que en Estados Unidos cualquiera con talento triunfa. El público se mide con las mujeres que saben comprar y vivir y tienen sus maridos ricachones, con los mejores bailarines, cantantes y piensa que ellos no la hicieron, porque no lo sé hacer bien...
Los jóvenes hoy no quieren ser abogados, médicos o ingenieros. Habría que esforzarse y estudiar mucho; es un camino muy largo al éxito. Y, p0r supuesto, no hay vocación de servicio. Nadie haría lo que hace por el bien de una comunidad que ni es común ni está unida... Está claro que los profesionales lo son pa beneficiarse personalmente de su profesión, mientras se divierten argumentando en corte, recortando intestinos, haciendo dibujos con el compás. Allá ellos. Esas profesiones tienen poco glamour y a la larga no son tan lucrativas como ser estrella. De lo que sea, pero serlo.
En estos días pensaba que el campo literario explotó. Creo que es bueno. Mucha gente se esfuerza por poner sus fantasías por escrito. Hay quien tiene un interés social, hay quien quiere que a la memoria colectiva se añada un pixel, su pixel, que vale como cualquier otro. Hay amas de casa que escriben, pilotos que escriben, relacionistas públicos que escriben. Muchos de ellos tienen mucho talento. Lo hacen bien. No todos son lectores voraces. No todos dominan la gramática, pero para ellos ya el Ché Meléndez se peleó con la academia. Para ellos, Mayra Santos ofrece talleres, Terranova ofrece talleres, Licencia Creativa ofrece talleres, los municipios ofrecen talleres y lo hacen cada vez más. Están los micrófonos abiertos. Está el recién creado bachillerato en Escritura Creativa en la UPR (soy culpable y tengo cómplices-- se nos juzgará por los frutos). Está la Maestría en escritura de la Universidad del Sagrado Corazón.
Pero también me pregunto si lo que los mueve es la vocación al superestrellato. Si lo que los inspira secretamente es saltarse directamente del lugar del lector al lugar del escritor. Me pregunto si los seduce la idea de que seremos famosos, ganaremos el concurso del superescritor y un día me harán una entrevista para la televisión de otro país (¿es esa la medida de la fama?).
Me pregunto también (y no necesariamente entiendo los lazos entre preguntas) dónde quedan los experimentos textuales del siglo XX. La idea de que todo es cita. Borges nos enseñó a labrarnos un camino a la internacionalidad mediante la idea del plagio (legalizado como cita). No hay originales, todo es copia. Entonces habría que saber qué y cómo copiar para producir qué con qué espectativas. ¿no?
Creo que los académicos tendremos el trabajo cada vez más difícil. Muchos escriben y tendremos que explicar ese mapa, no desde el nacionalismo ni desde nociones elitistas de arte y cultura. Tendremos que explicar sus procedimientos, sus aciertos y sus fallas de mira, desde criterios que están por establecerse.
¿Cada cuál leerá desde su criterio personal? ¿Entonces se justifican las academias?
¿Qué creen?
2 comentarios:
Saludos Melanie,
Considero que lo que planteas es muy cierto, quizás lo que mueve a los jóvenes talentos es la posibilidad de una fama, permanente o efímera, en esta carrera literaria. Mas creo sinceramente, que son la minoría.
Hay muchos jóvenes que buscan abrirse paso por el mercado saturado de best sellers extranjeros y los reconocidos nombres de compatriotas escritores. Y se hace difícil adoptar la vocación como profesión cuando son los mismos los que acaparan la atención en los medios o reciben distinciones y galardones. Contra éso luchan y no necesariamente por la fama, sino por ejercer un empleo que les guste en este amplio campo.
Vine a parar con tu bitácora mientras navegaba por la red y debo admitir que es fascinante. Gracias por compartir con nosotros, los lectores, tus ideas y proyectos.
Hasta una próxima ocasión,
Natalia
Gracias. M.
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