Si algo aprendió la generación que se lanzó a madurar en los ochenta y tiene sus colas que son cabezas de leones, es a hacer la revolución desde los sentidos.
¿Qué tienen en común la música tecno, la música electrónica y el reggaetón? Algunos dirán sobresaltados, luego de un brinco que hizo caer la silla, con el dedo en alto, con el corazón en la garganta y los pelos de punta, ¡ninguna! Pero si lo pensamos con desenfado (por ejemplo yo, que no soy reggaetonera ni technera ni electrónica, y podría ser las tres cosas o ninguna), si lo pienso con desenfado, puedo encontrar que estos ritmos son lúdicos y sensuales (sensoriales).
Un verdadero reggaetonero, que no sea fan sino que sea exponente también, erudito, escuchará la música prestando atención al ritmo, a los cambios, a cómo se enlaza una cosa con la otra, a las fugas, a los cortes, a las reverberaciones, a las citas y, en conclusión, a la fuerza con que se manejan esos y otros elementos que a mí se me escapan. Se baila (el perreo) dejándose ir hacia el otro, pero desde adentro. Nos tocamos pero cada cual está consigo (¿o no?). Pregunta 1. ¿No es ese el secreto del porno? Pregunta 2. ¿No es ése, desde uno, un mejor modo de estar con el otro? Nota 1. Las dos preguntas, salen de aquí y se conectan con el final del ensayo.
Del tecno sé menos. El ritmo es hipnótico. Se asocia con el uso de éctasi (el reggaetón tiene sus drogas. Pregunta 3. ¿Cada ritmo tiene sus drogas?). Y esa droga se asocia con la hipérbole sensorial... Volvemos a lo mismo.
La literatura actual es lúdica. Es como si luego de la caída de las utopías, nos hubiéramos replegado hacia adentro. El placer no será colectivo, pero será. Tal vez estemos juntos, pero cada cuál en lo suyo, dejando salir sus mostros (Nota 2. Los mostros no necesariamente dan miedo. Si te los gufeas en el sueño, se vuelven tontos y se ríen). Lo fantástico-literario hoy son los mostros que nos muestra el subconsciente que, libre de restricciones, asocia libre desde sus metáforas.
Freud proponía que el sueño, un viaje de drogas, la locura y la niñez se parecían. Ese subconciente libre es el que no sigue al padre ni su ley.
Mi propuesta. Estamos jugando hasta que de esos juegos salgan nuevos mitos, nuevas leyes, otro orden. Pero se añora un orden.
Una anécdota. Una amiga, madre soltera, cuidaba a su hija con un orden estricto. Ahora vamos a comer, ahora vamos a lavarnos los dientes, ahora vamos a jugar, ahora vamos a recoger... Cuando la niña se revelaba, la madre respondía, "hoy hacemos lo que tú quieras". Sin que la madre le dijera qué hacer (que en este cuento, irónicamente, representa la ley del padre en términos freudianos) la niña entraba en pánico y pedía que se la ordenara. Lo vendo al costo.
Conclusión: Necesitamos un orden. El que conocíamos y está en quiebra Freud lo llamó "el orden del padre" porque eso ha sido la cultura occidental. Me pregunto cómo sería un orden que no sea falologocéntrico (perdón por la palabra, me lavaré la boca con jabón. Nota 3. falo= ya saben, =logo=yo=palabra).
Lo interesante es que todos los ritmos pulsan, a tiempo o a contrapelo, con/del metrónomo maestro, que es el corazón. Si de ahí salen las nuevas metáforas, tal vez no andemos mal.
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