martes, 10 de febrero de 2009

Receta para leer a Lezama

Soy humilde sobre todo, menos sobre mis capacidades culinarias y el hecho de ser humilde. Esto llevaba unos añitos por aquí escondido y el blog valió la pena, aunque sea sólo por haber publicado esta receta. Buen provecho.

Se agarra el libro y se le entra, pero pronto llegarán las 11:00 y se
empieza a pensar en el hambre, la de ahora y la de mañana a la misma
hora. Lezama comerí­a, te dices y dejas el libro a un lado. Agarras
tres churrascos, los cortas en pedacitos para comer sin cuchillo, como
los orientales. Salas con sal gruesa, poco. Pones limón, miel, aceite
de oliva extra virgen y lo dejas descansar en lo que está el arroz
integral que lleva su tiempo. Lees otro poquito de Lezama y cuando el
arroz casi está en su punto, vuelves a postergar el inmenso poeta que
comería si fuera él y tuviera hambre como tú. Pones un wok de fondo
plano en la estufa y calientas aceite de oliva hasta que humee (en los wok se cocina bien caliente y se juega con la distancia del fondo para
cocinar los distintos ingredintes según su capacidad de resistencia al
calor). Acá viene lo bueno. Recuerdas que en Bhután cocinan una salsa
para la carne que lleva ají­es picantes y queso. Como tienes la nevera
llena de ají­es dulces, piensas que el gusto combinará bien con el queso
y lavas y picas varios en trocitos pequeños, casi como un sofrito.
Picas media cebolla y un tomate peroso en cuadros medianos y quesito, de
sabor recio y que derrita bien (yo usé asiago y la pegué), en trozos pequeños.
Tiras la carne al wok, la cueces unos minutos (a mí­ me gusta en sangre), añades los ají­es dulces, la cebolla, el tomate, y dejas que se haga una salsa con los
l­íquidos que se van soltando de la carne y lo demás. Al final añades el
queso. Lo dejas derretir y mezclas bien con todo (no se verá, quedará
sólo su gusto en la salsa) y apagas. Sirves con el arroz integral.
Comes y repites, comes y repites. Ha quedado tan bien, que no puedes
parar de comer y está por joderse el mañana. Tiene el dulce de la miel,
el agrio del limón, el gusto a ají­ y el queso, todo junto. Es un poema,
es arte. Te da un sueño de oso en invierno. Te olvidas de Lezama y
tomas una siesta en su nombre.

La mejor receta que me he inventado en mi vida. Se llama Churrasco Lezama.

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