martes, 23 de junio de 2009

Aguacates, papayas y la mala conciencia

A Mirelia, quien tiene un aguacate en un vaso en su cocina en Orlando. (¿Dónde lo irá a sembrar?)


Mi hermano tiene en su casa en Juncos los aguacates más dulces que jamás he probado; sin fibra, sólo mantequilla aguacatosa. Cuando ese árbol pare los familiares y amigos lo visitamos a menudo, lo llamamos asiduamente, lo invitamos a cenar, en fin, lo queremos más que usualmente. Hace algunos años me tocó uno de los preciados frutos. Puse la semilla en un vaso de agua hasta que echó raíces y un árbol comenzó a crecer. Allí la tuve hasta que me mudé a una casa con patio. En mi patio la sembré.

En verdad me supone un problema, porque ese patio es una esclavitud. Paso las mañanas de mis sábados recogiendo mangós podridos y pegando manguera. Cuando eso sucede, quisiera ser una señora rica, tener jardinero (con músculos, preferiblemente) y espiarlo desde la ventana de mi estudio mientras escribo en mi blog. Esa es una de mis fantasías... Creo que soy la reencarnación de George Washington y ese es el castigo por haber cortado el manzano. Ahora entiendo por qué lo hizo. Seguro que el papá lo mandaba a recoger manzanas podridas y un buen día se cansó. Yo éste no lo puedo cortar (por ahora). Compré esa casa porque tenía árboles frutales (también tengo un quenepo). Tengo a veces frutos que comer que no compré en un supermercado. Eso me comunica con mis ancestros. Y no me refiero al inicio de los tiempos, me refiero a mis abuelos. Imagínense cuando ese árbol de aguacate empiece a parir.

Pero los mangós yo no los como (para mayor frustración, son de fibra). Los aguacates sí. Me imagino recogiéndolos y vendiéndolos en las luces a tres pesos. También he fantaseado con la idea de vender el arbol (así le dicen por las europas=el árbol es tuyo pero los frutos de otro que viene, los recoje y hace su ganancia). Mientras que en el supermercado a dos cuadras venden mangós dominicanos, en mi patio se pierden los mios sin hacer más que agotar mi paciencia.

Mi abuela es agricultora y ella no entiende como yo puedo recoger el fruto de un árbol y echarlo a la basura... También se rió de mí cuando le dije que había comprado frutos en la Feria de la Roosevelt y lo que me había costado media calabaza, un macito de recao y tres yautías. Decidí que cuando quiera verduras visito a mi abuela al campo para no tenerla riéndose detrás de mis orejas (así, alborotao como si fuera la mala de una película para niños).

Pero el panorama se complica. También tengo un árbol de papaya. Mi ex tiró semillas de una papaya al lado del aguacate y nació el árbol. Creció a pie por día y a los meses, el año pasado, comenzó a parir una papaya que murió sietemesina. Ahora está echando tres. ¡Y estaba por cortar el árbol por estéril! No es que no lo quiera, es que compite con el aguacate y no quiero que sufra mi gallinita de los huevos de oro. Cuando por la crisis me quede sin trabajo, de ese árbol es que voy a vivir. Le pregunté a mi papá si podían convivir la papaya y el aguacate. Él dice que sí. "El aguacate será alto y esa papayita ahí no le hace na". Me dio paz esa respuesta.

Ya tengo las botas de goma para salir al patio (shoking pink, compradas en Old Navy). Me falta tener un machete (no necesito la pava; no quiero parecer un cartel de turismo). ¿Alguien sabe dónde los venden? ¿Quiere alguien comprar el árbol?

jueves, 18 de junio de 2009

¡Qué se yo!

Éste no será el artículo habitual sobre la página en blanco. Tampoco me dispongo a citar de nueva al que dijo que sólo sabe que nada sabe. Es, símplemente, que me dispongo a escribir y esa frase es lo primero que me vino a la mente. Así que no es que no tenga que escribir ni que piense en términos filosóficos sobre lo que me queda por aprender, sinó que podría decir tantas cosas y a la vez podría, también, escoger no decir nada.

Pero se nace con la pregunta ¿por qué? y hay gente que la supera y crece y habemos los que no la soltamos. Nos quedamos toda la vida preguntando y por qué con la misma ingenuidad de un niño. Todavía recuerdo, en tercer grado de primaria, cuando estudiábamos el globo terráqueo que la maestra explicaba que a la izquierda estaba occidente y a la derecha oriente. ¿A la derecha de qué, del Atlántico? No, de europa, en verdad. ¿Y por qué? Me preguntaba yo por qué los mapas siempre los muestran con los continentes puestos en los mismos lugares, si la tierra es redonda. Si nos ponemos delante del Pacífico, entonces queda Asia como Occidente y Hawaii como el principio del Oriente ¿no? Creo que hasta me paré para darle la vuelta al globo terráqueo para explicarle a la maestra que no entendía nada. Se molestó por mi insolencia. Me regañó muy fuerte. Me hizo sentir entre confundida, avergonzada y molesta. ¿Por qué no podía cuestionar lo que me explicaba? Bastaba que contestara a mi pregunta sin molestarse. Las razones que me debía dar eran razones políticas. El Oriente es Oriente y el Occidente Occidente por razones políticas. Para eso tenía que pensar un poco. Tenía que salirse del currículo que se había aprendido para ese día.

Se regó el rumor de que yo era una estudiante difícil. Alguien me quiso aconsejar. "Mira, que Misis Porrata es una maestra con años de experiencia". A lo largo de todos esos años de experiencia no se había preguntado por qué y yo no sé cómo se puede trabajar con niños sin lidiar con ese por qué que los define.

Mi comadre usa hoy día el término extremo-occidente. Si extremo oriente se refiere a lo más alejado del centro; Europa, pues por qué no usar el término (que creo toma prestado del escritor Mario Mendoza) para referirse a esta parte de Occidente que también está alejada de ese mismo centro y de su subcentro imperial, los Estados Unidos. En verdad somos un pueblo de comercio ilegal-legal entre Occidente y sus límites a esta parte del globo. A mí me parece genial.

Preguntar por qué lleva a leer libros. A veces llegan con respuestas y otras complican las preguntas. Pero leemos por el por qué. Cuando se ha leído bastante, no importa qué tarea nueva se emprenda, siempre será un deja vu. Habremos estado allí en un libro. En estos días me encontraba por la Florida, imaginándome al pobre primer gobernador de Puerto Rico buscando la fuente de la juventud y a Cabeza de Vaca comiendo raíces de Mangle para no morirse de hambre en medio del pantano. Pobres...

Bueno, ya me dio sueño. Sólo quería que supieran que no pienso abandonar el blog. Hasta el próximo staccato que llene la página en blanco. Esperemos que sea pronto.