martes, 31 de marzo de 2009

Cómo encontraron las palabras encontradas

José Santos hizo una reseña de mi libro que me gustó mucho. Le agradezco la inteligente conversación. Es un poco largo, pero pueden saltar...

Pérez Ortiz, Melanie. Palabras encontradas. Antología personal de escritores puertorriqueños de los últimos 20 años. (Conversaciones). San Juan: Ediciones Callejón, 2008, 321 pp. Por José E. Santos, Universidad de Puerto Rico, Mayagüez.

Se entrevista con varios propósitos y se entrevista de varias maneras. El entrevistador puede seleccionar una serie de preguntas cónsonas entre sí y darlas al entrevistado con el fin de que el mismo conteste sin presiones de tiempo y contexto. Más tradicionalmente, el entrevistador prepara unas preguntas y cita al entrevistado para que a modo de conversación e intercambio directo se sienten frente a una grabadora a construir el deseado texto. La tercera forma regular de entrevistar combina los dos métodos anteriores aunque de manera invertida. Se citan las partes, se presentan las preguntas y el entrevistador va anotando lo que se le vaya diciendo para luego tratar de recrear, por medio de la selección precisa un texto que dé fe de lo que se haya dicho en el encuentro. Todos estos métodos presentan ventajas y desventajas. Lo que es central, sin embargo, es el proceso previo de selección de preguntas. En este sentido, la entrevista es un ejercicio dirigido. Auscultar la vida y la opinión de una persona sobre varios asuntos medulares de su desarrollo como persona viene a ser la tarea de toda entrevista dirigida. Y esta búsqueda de información se ha de caracterizar entonces (o al menos lo intenta) por un hilo que enlaza y sostiene ese diálogo. Toda entrevista es un diálogo falso. El entrevistador va con su agenda, el entrevistado ha de contestar atento a sus propios intereses y cuidados. Lo que queda es una tercera realidad, un lado de la cara que se muestra, acaso matizado por sombras y luces que vienen de los contornos.
Palabras encontradas es una colección afortunada de tales falsedades incompletas, y por lo mismo, de rastros precisos de verdad. La entrevistadora, compiladora y precaria maestra de ceremonias se adentra al mundo representacional de trece escritores, cuya labor se traza desde la década del sesenta al momento presente, a través de entrevistas dirigidas de cuerpo presente ante las exigencias y trabas que impone la grabadora y la mutua presencia. Como toda colección de entrevistas ha de seguir una agenda específica que en ocasiones ha de ser violentada por el entrevistado. Melanie Pérez declara desde el título que se trata de una “antología personal”, es decir, que los entrevistados constituyen de cierta forma una microhistoria literaria, un imaginario dentro de una serie de imaginarios posibles que intenta plasmar de buena fe la realidad literaria del Puerto Rico de finales del siglo XX y principios del corriente. La secuencia escogida parece reflejar un criterio funcional. Comienza a presentar las entrevistas de quienes parecen ser los actores principales de esa microhistoria (Mayra Santos, Rafael Acevedo, José Liboy). Luego sigue con figuras que reflejan un desarrollo posterior (Eduardo Lalo, Ángel Lozada, Áravind Adyanthaya, Urayoán Noel, Noel Luna, Pedro Cabiya y Juan López Bauzá) y termina presentando dos ángulos divergentes de la periferia escritural: la visión crítica e histórica (Joserramón Melendes) y la visión empresarial y editorial (Carlos R. Gómez).
La selección de preguntas, es decir, la agenda de la entrevistadora se presenta de manera bastante clara. Repite el patrón de preguntas a cada entrevistado, si bien en ocasiones la necesidad hace que se desvíe y adentre por algún callejón imprevisto. La pregunta titular, por llamarla de alguna manera, trata el tema de las generaciones literarias en Puerto Rico, y sobre todo la definición generacional de los escritores que escriben a partir de 1980 y la subsiguiente generación de los años noventa. Pérez desea auscultar la opinión que tienen estos escritores de una definición precisa de estas generaciones frente a las ya existentes de generaciones anteriores. Destaca en varias ocasiones la opinión expresada por escritores adscritos a la vida cultural de la década del setenta en el sentido de que no hay tal núcleo generacional, de que estos escritores que escriben a partir de 1980 no cuajan un espacio propio y no proponen una visión particular de la literatura pues no “rompen” de manera visible con lo manifestado por los setentistas. Pérez se refiere más concretamente a las opiniones aleatorias de Mayra Montero expresadas en un diario local. Ante esta actitud aparentemente negativa, Pérez lanza la pregunta a manera de una exigencia vital que de igual manera provoca en los entrevistados una serie de reacciones que van desde la cautela hasta la denuncia.
Cardinal es la respuesta de Mayra Santos, quien da en el blanco preciso cuando reacciona directamente al comentario de Montero centrada en la noción de la invisibilidad de los escritores ochentistas, tildados épicamente de generación “soterrada”. Las manifestaciones de Montero sirven para reactivar los fueros de los escritores ochentistas, que en palabras de Mayra Santos comenzaron a reunirse más a menudo y a publicar nuevamente en los medios impresos (pp. 52-53). Más enfática es la reacción de Rafael Acevedo, quien felizmente despacha los quebrantos de Montero a partir del sentido común cuando indica que la propia Montero había confesado no haber leído a los autores ochentistas. Es decir, a qué preocuparse si ni siquiera se tiene conocimiento de lo que se denuncia (pp. 89-90). A modo de contraste, Joserramón Melendes, tan dado a la dialéctica y a tratar de precisar la naturaleza social y estética de las cosas, ensaya una definición interesante del núcleo ochentista a quienes denomina “degeneración de los ochenta” amparado en la visión de que su vínculo con la universidad era de naturaleza distinta a la que tuvieron las generaciones anteriores. Ahora bien, si ha de criticarse en alguna medida la labor de la entrevistadora, en el momento preciso en que Melendes va a dar en el clavo, Pérez lo interrumpe y el hilo de la conversación toma otro derrotero (p. 286). Más cautas son las respuestas de los escritores posteriores. Eduardo Lalo pondera de manera negativa el empleo liberal del concepto de generación, que adscribe a la tradición hispánica (p. 132). Ángel Lozada responde de manera más entusiasta a la pregunta, notando que el conjunto de escritores se proyectaba de manera más libre, sin ataduras a las agendas de los grupos anteriores (p. 158). Y Carlos Gómez declara con toda la tranquilidad del mundo que sí existe una generación del 80, si bien retoma el asunto de la presunta invisibilidad de estos escritores (p. 301).
Otra de las interrogantes importantes que presenta Pérez tiene que ver con la labor del escritor, la definición de su quehacer en el mundo y las siempre insatisfechas preguntas de por qué y para quién se escribe. López Bauzá destaca la búsqueda de espacios nuevos como labor fundamental (p. 271). Noel Luna es sumamente franco al indicar que simplemente le gusta escribir, que con el tiempo se vuelve una necesidad, una forma de mantener la cordura mental (p. 230). Urayoán Noel se declara incapaz de reducir a pocos elementos la contestación a la interrogante aunque indica que es muy fuerte el deseo de “agarrar el momento”, tanto el suyo como el de la cultura (p.205). José Liboy, siempre original en su visión del mundo, le contesta a Pérez que lo que él desea hacer es “precisar”, dar forma real y escrita al reguero oral de la tradición familiar y social (p.123). Rafael Acevedo, por su parte, señala el papel terapéutico de la escritura, que compara con los instantes y los actos súbitos de quien vive y repara en un detalle, en una cosa, en un sonido, y se siente feliz mientras está en contacto con ese descubrimiento (p. 98). Mayra Santos, se lava las manos como Pilatos cuando le contesta a Pérez que esas interrogantes serían mejor manejadas por los críticos, y tranquilamente le indica que le pasa a ella (a Pérez) la “papa caliente” (p. 60).
Dentro del conjunto de preguntas presentado por Pérez, es tal vez la referente al papel de la poesía dentro del desarrollo de los géneros en Puerto Rico la que produjo las contestaciones más elaboradas y significativas por parte de los entrevistados. En este sentido es notable la confesión honrada de Mayra Santos de que la poesía como medio de representación “se le estaba quedando chiquita”, amparada en la idea de que la poesía parte de un “yo” en todo momento, y ella sentía que debía ensayar voces distintas desde las cuales proyectar su creatividad (p. 63). Rafael Acevedo habla de la contaminación de géneros, e indica que la distinción entre narrativa y poesía radica sobre todo en la intensidad de lo que se expresa y la capacidad inherente para la experimentación que posee la segunda (p. 94). Urayoán Noel considera que la poesía se aparta de las exigencias de la normatividad editorial en Puerto Rico, por lo que trabajar desde la poesía implica “trabajar desde el anonimato” (p. 207). Es tal vez Noel Luna quien más elabora sobre la poesía entre los escritores recientes al declarar que su interés por el género radica en el cruce entre pensamiento y forma. Le interesa adentrarse en las posibilidades de la sonoridad, siempre y cuando la misma vaya de la mano con las ideas. Define así la poesía como una búsqueda, un intento por volver sobre los elementos primigenios de la expresión, adentrarse en los fundamentos de lo sensorial pero al servicio de la imaginación (pp. 222-223).
Finalmente comentamos lo expresado por varios de los escritores sobre la cuestión de las definiciones nacionales. Mayra Santos se centra en las construcciones del discurso de la negritud, tanto a nivel insular como a nivel pancaribeño. Le preocupa el diálogo intelectual y representacional de un Caribe que no desea reconocerse tal cual es y apunta en este sentido a la pervivencia de unas rupturas a partir de las varias tomas de conciencia posibles en nuestro rincón histórico de la realidad (pp. 76-77). Rafael Acevedo se fija en el debate sobre la nacionalidad extendida, y el asunto del Estado Libre Asociado como una “máquina de slogans” que lo acerca al juego discursivo que es reconocible en la ciencia-ficción (p. 96). Eduardo Lalo destaca la importancia de ser consciente del problema colonial de Puerto Rico a la hora de pensar en su propia definición y desarrollo personales por reconocerse como un caso particular por ser hijo de inmigrantes (p. 137). Pedro Cabiya confiesa que desea ver su escritura desde otro ámbito, que no le interesa recrear en su escritura los paradigmas de la discusión nacional y de la literatura puertorriqueña en general al ver su escritura como una reformulación total, un partir de cero nuevamente, un reinventar el todo (p. 250). Algo más cauto en su rechazo de la discusión política de lo nacional, López Bauzá indica que urge más que nada trabajar los temas sobre la justicia en el país y los efectos de la vida colonial en el día a día del puertorriqueño. Denuncia así la sensación de desidia, y la manipulación a la que nos vemos sometidos, elementos que sumergen nuestra sociedad en el letargo (pp. 265-266).
Amén de la muestra aquí esbozada, las entrevistas que componen Palabras encontradas se adentran en otros temas de suma importancia para entender el desarrollo de las letras en el Puerto Rico contemporáneo. Algunos de los otros asuntos discutidos de manera consistente en el corpus recolectado fueron: la representación del mundo social marginal, tanto en términos del modo de representación como de lo referente a la voz poética o la trama trabajada; el tema de la postmodernidad según definida por los escritores o según manejado en sus escritos; el tema del género novelístico, de su desarrollo histórico y de su manejo por parte de varios de los escritores; el tema del “performance” y su relación con la evolución de la poesía de las generaciones recientes y del teatro; el asunto del efecto de los medios de comunicación en esta escritura joven y en la recepción general de la literatura por parte de las masas; el tema de las políticas editoriales, de las revistas literarias y de las casas editoriales grandes y pequeñas; y, por supuesto, el tema de los orígenes personales de la inquietud literaria en cada uno de los escritores, su historia personal, y la evolución de la labor creativa en cada uno de ellos.
Palabras encontradas se presenta así como un texto sumamente revelador. Es a su vez un auxiliar de suma importancia para el estudio de la literatura insular contemporánea. Pérez Ortiz ha convertido su personal inquietud, sus gustos personales en la base de un texto que vuelca el peso del testimonio hablado sobre los marcos posibles de una definición de nuestras letras en este cambio de siglo. El investigador encontrará tierra fértil para desarrollar visiones críticas sobre estos autores y sobre la época en general. Otros escritores podemos deleitarnos al observar la el modo en que nuestros colegas contestan a las mismas interrogantes que nos preocupan, además de disfrutar del modo en que evitan comprometer su palabra en los asuntos escabrosos, o en que anuncian su compromiso único consigo mismos. El lector a secas se ha de deleitar ocupando el puesto de un tercer personaje, el que escucha tranquilamente este diálogo entre la preocupación y la intensión que en esencia nos indica que las letras contemporáneas en nuestro país se encaminan por vertientes intensas que prometen retomar, a su modo, la auscultación estética que nos fuera legada por esa voz que nos subyace, la del doctor Zeno Gandía.

sábado, 21 de marzo de 2009

Urayoán Noel en Puerto Rico

Para el Programa en Escritura Creativa del Programa en Estudios Interdisciplinarios y con el auspicio del Departamento de Historia y el de Literatura Comparada, nos visitó Urayoán Noel. Todavía anda por ahí (estará en la playa). Acá se informa la parte pública de su viaje.

En la mañana habló del cuerpo y la escritura nuyorican. En la tarde dio un taller en el que pretendió reflexionar con los estudiantes la presencia del cuerpo en la escritura nuyorican, tanto en textos más formales, como los de William Carlos Williams como en los producidos por poetas como Algarín y Pedro Pietri. La reflexión logró que los estudiantes produjeran textos que tuvieran el cuerpo presente. Noel los obligó a reflexionar la escritura como un diálogo, voluntario o involuntario, con la tradición. Si la teoría se ha enfocado en la presencia del cuerpo en los escritos producidos por mujeres y gays; el cuerpo como un performance y las formas en que nos subjetivamos más allá del lenguaje (pace Lacan) Noel busca modos de teorizar el diálogo de ciertas escrituras con tradiciones que van más allá del archivo, en el sentido de González Echevarría y el que le da Diana Taylor.

Aprendimos todos. La pasamos bien. Le agradecemos la visita y su pertinente reflexión.

domingo, 15 de marzo de 2009

The Manhattan Project

Acabo de ver una malísima película de súper héroes (usualmente me gustan; Iron Man me parece espectacular) llamada The Watchmen (Los vigilantes). Me sorprendió ver en ella un repaso histórico bastante distorcionado (sigo sin entender qué hacía Nixon en el contexto de los 80 o en relación con el Manhattan Project) no porque no sea una práctica común en Hollywood (recuerdo con hilaridad cuando Indiana Jones, en su última película, estando en una zona Inca, recuerda haber transitado por esas tierras y haber discutido con Pancho Villa sobre no sé qué.

Comentario liviano: Hay en la película un hombre nuclear, hecho de pura energía por un accidente en una planta en la que investigaban la fisión nuclear del átomo, que se vuelve súper héroe. Aunque tiene una compañera (luego sabremos que dos aunque no sabemos cómo soportan a un hombre que tiene poderes y aún así no tiene las ideas claras) el tipo no es normal. Se puede multiplicar y hacer varias tareas simultáneamente, así que en la cama puede tener muchas manos y etc., además ve simultáneamente todo el tiempo, como en un Aleph borgiano (tal vez por eso el tiempo se representa de modo simultáneo y coexiste el asesinato de Kennedy con Nixon y Fidel Castro), y no puede soportar la ropa, por lo que anda todo el tiempo desnudo. Casi no me dejan entrar al teatro con mi niño de 7 años; "Hay desnudez frontal", me dijeron. Él argumentó "yo también tengo uno" y no encotré réplica. Pedí dos taquillas. Está en la etapa en que le gusta todo. Hasta se ofende si le digo que una película que vimos no me gustó. Pero ya su espíritu crítico está encendido. Así, mi geniecito bautizó a este súper héroe (nunca se entiende bien qué nombres tienen en la película, ya que se los inventaron para no pagar derechos--uno de ellos es obviamente Batman) "Pinga man" o "Súper pinga". Ese comentario valió la experiencia. (Por favor, no le digan nada si lo ven por ahí que le da vergüenza y sabrá que fui yo la leguilarga).

Comentario DENSO: La literatura escrita por gente de más o menos mi edad (quienes fuimos adolescentes en los ochenta) está emprendiendo una (otra) revisión histórica. Si el Boom hizo revisiones mítico históricas que se referían a todo el continente del Sur, ahora se hacen revisiones sobre los violentos procesos de esa época, en las regiones que cada cuál vivió. He leído novelas estupendas que revisan guerras fracasadas, narcotráfico y dictaduras. A ver, Menos Volpi, que las hace desde Europa pa que lo lean los europeos. Pero para dar ejemplos, el primero que se me ocurre es Volpi, y su En busca de Kligsor; texto estupendo sobre el fin de las ideologías y cómo todo es, a fin de cuentas, un trío. Tres en la cama es, precisamente lo que revisa Roncagliolo en sus novelas que hablan de política, guerrilla y modernidad fracasada, también desde el mito, en las estupendas Abril rojo y La cuarta espada. Luego, sobre el caso de Chile y su dictadura militar, me conmovió leer El desierto, de Carlos Franz y el propio Edmundo Paz Soldán escribió La materia del deseo, novela que debió llamarse Berkeley y que con esa ciudad emblemática de los Estados Unidos como excusa, revisa también episodios de la historia boliviana.

Recuerdo haber leído un ensayo de García Márquez que se titula El cataclismo de Damocles que argumentaba con datos sobre el modo absurdo en que los políticos nos tenían, en medio de la guerra fría, pendiendo de un hilo para que acabara la humanidad. Crecer en medio de ese clima es catastrófico. Teminar esa época sin esperanzas es una tragedia. Eso atestiguan esas novelas y otras que he leído recientemente, que me vendrán a la mente apenas suba este artículo. La única línea de la película que está en línea con las novelas que cito: "Si se acaba la humanidad no significa nada, visto desde la perspectiva del Universo, para el cuál somos un accidente que equivale a un segundo de tiempo Universal y que no altera en nada las dinámicas de los planetas, las estrellas, las galaxias" (otra vez parafraseo).

Pero, precisamente, que se rompa el orden del Universo es hermoso en sí. Somos una falla, un error, una casualidad, hermosa. Hasta un ojo que mirara desde la perspectiva del Universo lo entendería.

martes, 10 de marzo de 2009

Visita de Urayoán Noel


Nos visita Urayán Noel para ofrecer una conferencia y un taller, como parte de los ofrecimientos del área de Escritura Creativa del Programa en Estudios Interdisciplinarios (aupiciado por la Facultad de Humanidades, el Departamento de Literatura Comparada y el Departamento de Historia).

La conferencia: "Pues sí haz" (Poéticas constructivistas)"
El taller: "Nexo oral: Taller de escritura proyectiva"

Fecha: 20 de marzo de 2009
Hora: 10:00 am la confe, 1:30 pm, taller.
Dónde: Seminario Federico de Onís
Universidad de Puerto Rico, Recintod de Río Piedras

Vengan, rieguen la voz, sean cómplices...

viernes, 6 de marzo de 2009

Mi niño


Mi niño escribió un cuento (yo le enseñé a controlar los sueños; lo hacía de niña). Hoy los protagonistas son ellos: Ernesto y Lucián. Vengan a la presentación del libro infantil escrito por Mayra Santos Febres el próximo jueves 12 de marzo a las 7:00pm en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.

El fondillo maravilloso (Reseña)


El fondillo maravilloso de Tere Dávila.

La incomunicación tratada al punto que se vuelve ominosa o siniestra. Creo que ése es el tema de este libro. Los efectos especiales a que estamos acostumbrados en el cine o la publicidad son actos de comunicación a medias. Hay un emisor que tiene un mensaje que a través de un canal comunica a un receptor. Pero no se espera réplica. La comunicación termina ahí. O, en el caso de la publicidad, la réplica que se espera es que usted compre algo, patrocine alguna entidad de algún modo. El cine, por su parte, quiere conmoverlo de algún modo.

Así, este libro abre con la emisión de un mensaje, cuya respuesta, veremos mientras leamos, no se dará por medio de palabras (hay comunicaciones silenciosas), ni de hechos. La respuesta será una remoción de vísceras, una carne de gallina, un salto al abismo. Es que el libro de Tere Dávila llega a ser pesadillezco y nos confronta con monstruos. El libro va presentando ciborgs (mezcla de humano y tecnología, como el hombre y la mujer biónica), humanos que toman la forma de objetos inanimados, seres deformes.

En la tradición literaria occidental el otro del hombre blanco se ha tendido a representar de forma monstruosa. Es lo salvaje. Pero es una proyección. Son las partes que el yo civilizado tuvo que reprimir. Tradicionalmente, occidente no ha sabido comunicarse con esos monstruos, por lo que somos seres enscindidos. En fin, somos esos monstruos y no queremos saberlo. En este libro, esas represiones se liberan y vienen a aterrorizarnos, a acecharnos, a perseguirnos, a acosarnos, a espantarnos… Habría más sinónomos para el terror mórbido de quien se ve de frente con una pesadilla, que también es una broma pesada, morbosa, pero paro aquí.

El bestiario, recuerda también la zoología literaria de latinoamérica. Hay una descripción de una muerte por mordida de serpiente que recuerda a Horacio Quiroga y sus personajes perdidos en medio de la selva en busca de la atención médica que no llegará, para así no evitar que el cuento sea sobre el proceso de acceder a la muerte como un destino inevitable. Hay una reflexión en tono de novela policial que relata la relación criminal que tiene el lector con los personajes de una historia, como sugiriera un Cortázar en “Continuidad de los parques”, donde los personajes se vengan del lector intruso. Hay reflexiones sobre la multiplicidad que nos habita, como los personajes de Borges o Manuel Ramos Otero, que se desdoblan de forma especular, o cuentos que ofrecen múltiples finales para que el lector escoja llevando al colmo la estategia de "Letra para salsa" de Ana Lydia Vega.

Y es que, a pesar de ser un libro que interesará a todo lector morboso que se quiera enterar de qué es lo que pasa con ese fondillo maravilloso, también es un libro consciente de que el arte es artificio y juega con la forma, como lo hiciera un Greenway con el cine, el autor de películas como The cook, the thief his wife and her lover, o The Pillow Book, tan interesado en la belleza como en en la fealdad que convive con ella, o como lo hiciera un Almodóvar, autor de personajes histéricamente melodramáticos, trági-cómicos y por ello entrañables, o como lo hiciera el propio Andy Warhol, quien se vale del pastiche y la cita para construir arte que parodia y se reapropia la publicidad, lo comercial, y lo pedestre que nos habita a todos por más que no queramos mirar que lo salvaje no está en el ambiente, sinó que nos habita hasta la trivialidad.

Los efectos especiales de este libro, sin embargo, no son juegos retóricos ni arte por el arte. Decía, es un procedimiento de confrontarnos con nuestros bestiarios insternos, con nuestras pesadillas, desde una mirada honesta y descarnada. Me interesa este libro por su sustancia, además de su humor y su belleza. La sustancia que nos propina el libro y la sustancia del proceso de cada lector al relacionarse del libro, que no necesitará de mi cátedra.

Del fondillo no diré nada. Ése lo tienen que investigar ustedes mediante la lectura atenta del libro.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Las barrigas femeninas en el extremo Occidente (ensayo de teoría feminista)

Escribí una barriga el año pasado. El evento se canceló. Menos mal. No quiero haber querido leerla ante un micrófono. Pero la pueden leer. En saludo al próximo evento de barrigas coordinado por Mayra Santos Febres (Si quieren enterarse, entrénle a su blog, Lugarmanigua).



La barriga
Nunca pensé que esta plataforma que rodea mi ombligo es un animal salvaje. Por un tiempo fingió que se dejaba domesticar. Estaba ahí sin hacer notar que fuera un ser vivo, más allá de una huelga de brazos caídos, silenciosa, pero constante. Un día, vio la película de Amodóvar. Sí. Esa, “Mujeres al borde de un ataque de nervios” y perdió la paciencia. Decidió ponerse los tacos rojos—como una premonición de un título posterior que el español copió-- y hacerse notar, cambiando de estrategia. Traté de explicarle que la afición del maricón español hacia el melodrama lo llevaba a idealizar la histeria que se considera femenina, pero que él puede porque tiene falo además de barriga. Para él la barriga es una opción, le dije. Yo opto también por controlarla, entonces, para poder hablar desde la cabeza, que es la única que se hace entender. Le dije que aunque el debate entre las feministas está irresuelto, debía considerar la estrategia del falo, que se sabe el poder. Tenemos que ser nosotras el falo, no su ausencia ni su deseo. Total somos espigadas como lirios. Citaba libros y conferencias. La barriga se rió.

La batalla
Yo quise hacer como si nada pasara. Seguía leyendo, yendo al trabajo, anotando cosas en mi agenda, domesticando la casa que no se dejaba—pero ese es otro cuento--preparando banquetes de quesos, cremas, mantequilla, carne, y algunos vegetales que me gusta tolerar. El café, siempre el café. Ahhh la cerveza y el vino. Ella trabaja para mí, pensaba. Aquí la que manda soy yo, decía. Tenemos que mantenernos ocupadas. Entonces tenía que ir al trabajo con la cabeza llena de chirridos de alarma. Hacer compra con la vista nublada, escribir ensayos con las manos temblorosas. Es la cabeza, no la barriga, me decía. Y ponía compresas calientes en el lugar equivocado. La cabeza me organiza, me dice qué tengo que hacer o decir, manda. Hago y digo. Camino. Camino. Camino. Los pies caen en su sitio, uno delante del otro, pero la barriga no quiere. Ángela se compadeció del animal fiero y tierno, porque el suyo era humano. El mio tiene tentáculos y me ha ocupado. Una voz comunica algo. La cabeza busca entender cuando la barriga ya entendió y me lo dice. La hermenéutica y los diccionarios me atrapan. La barriga se congela en náuseas. La cabeza responde con una cortesía, una advertencia o una ironía. La barriga se paraliza en hervores. La cabeza se lamenta de lo sucedido, la barriga lanza metros de ácido verde hacia la cara de mi interlocutor. La cabeza piensa en recursos, la barriga se revela y muerde, defeca, se aguanta, escupe, chilla, da zarpazos.

La ocupación

La guerra la ganó el monstruo. No sé si la gente lo sepa. Pero esta que habla hoy no soy yo. No sé dónde tengo la cabeza. La que habla es mi barriga.

domingo, 1 de marzo de 2009

Sex, drugs, techno, pop, reggaetón y literatura (como siempre)

Si algo aprendió la generación que se lanzó a madurar en los ochenta y tiene sus colas que son cabezas de leones, es a hacer la revolución desde los sentidos.

¿Qué tienen en común la música tecno, la música electrónica y el reggaetón? Algunos dirán sobresaltados, luego de un brinco que hizo caer la silla, con el dedo en alto, con el corazón en la garganta y los pelos de punta, ¡ninguna! Pero si lo pensamos con desenfado (por ejemplo yo, que no soy reggaetonera ni technera ni electrónica, y podría ser las tres cosas o ninguna), si lo pienso con desenfado, puedo encontrar que estos ritmos son lúdicos y sensuales (sensoriales).

Un verdadero reggaetonero, que no sea fan sino que sea exponente también, erudito, escuchará la música prestando atención al ritmo, a los cambios, a cómo se enlaza una cosa con la otra, a las fugas, a los cortes, a las reverberaciones, a las citas y, en conclusión, a la fuerza con que se manejan esos y otros elementos que a mí se me escapan. Se baila (el perreo) dejándose ir hacia el otro, pero desde adentro. Nos tocamos pero cada cual está consigo (¿o no?). Pregunta 1. ¿No es ese el secreto del porno? Pregunta 2. ¿No es ése, desde uno, un mejor modo de estar con el otro? Nota 1. Las dos preguntas, salen de aquí y se conectan con el final del ensayo.

Del tecno sé menos. El ritmo es hipnótico. Se asocia con el uso de éctasi (el reggaetón tiene sus drogas. Pregunta 3. ¿Cada ritmo tiene sus drogas?). Y esa droga se asocia con la hipérbole sensorial... Volvemos a lo mismo.

La literatura actual es lúdica. Es como si luego de la caída de las utopías, nos hubiéramos replegado hacia adentro. El placer no será colectivo, pero será. Tal vez estemos juntos, pero cada cuál en lo suyo, dejando salir sus mostros (Nota 2. Los mostros no necesariamente dan miedo. Si te los gufeas en el sueño, se vuelven tontos y se ríen). Lo fantástico-literario hoy son los mostros que nos muestra el subconsciente que, libre de restricciones, asocia libre desde sus metáforas.

Freud proponía que el sueño, un viaje de drogas, la locura y la niñez se parecían. Ese subconciente libre es el que no sigue al padre ni su ley.

Mi propuesta. Estamos jugando hasta que de esos juegos salgan nuevos mitos, nuevas leyes, otro orden. Pero se añora un orden.

Una anécdota. Una amiga, madre soltera, cuidaba a su hija con un orden estricto. Ahora vamos a comer, ahora vamos a lavarnos los dientes, ahora vamos a jugar, ahora vamos a recoger... Cuando la niña se revelaba, la madre respondía, "hoy hacemos lo que tú quieras". Sin que la madre le dijera qué hacer (que en este cuento, irónicamente, representa la ley del padre en términos freudianos) la niña entraba en pánico y pedía que se la ordenara. Lo vendo al costo.

Conclusión: Necesitamos un orden. El que conocíamos y está en quiebra Freud lo llamó "el orden del padre" porque eso ha sido la cultura occidental. Me pregunto cómo sería un orden que no sea falologocéntrico (perdón por la palabra, me lavaré la boca con jabón. Nota 3. falo= ya saben, =logo=yo=palabra).

Lo interesante es que todos los ritmos pulsan, a tiempo o a contrapelo, con/del metrónomo maestro, que es el corazón. Si de ahí salen las nuevas metáforas, tal vez no andemos mal.