domingo, 12 de abril de 2009

de ti sólo intereso la mordida


Estuve, antes de las ferias, en una presentación. Me divertí y admiré la capacidad organizativa de los talentosos Xavier Varcárcel y Ángel Antonio Ruiz, además de su madurez con la escritura. El libro se llama Anzuelos y carnadas.

El presentador me enganchó en su carnada. Hizo una lectura teatral, en la que impersonó a Borges en una llamada teléfonica. El famoso argentino decía que habría querido haber escrito un libro de agua, si hubiera sido caribeño. "Este es el libro de agua que Borges quiso escribir y no escribió" dijo el Dr. Abniel Marat.

Pero, aunque es cierto que éste es un libro de agua, no creo que Borges hubiera podido escribir nunca nada parecido. Su poesía es cerebral, conceptista, a veces, y otras, narrativa. Este libro está hecho de seducción y entredichos. Pero sí, los autores de este libro objeto (tarjetas insertas en un sobre) construyeron un libro de agua porque es un poema infinito y móvil... Cartas del Tarot, fue uno de los modos en que Marat describió el libro. Esa imagen vuelve sobre el carácter infinito del libro, ya que las cartas se barajan y a partir de ellas se construyen historias siempre distintas. Estos poemas no imponen un orden, no tienen número de página ni lugar fijo para las páginas. Son momenos de los actos de seducción y despojo que celebramos todos los días para construír una historia infinita sin nombres, más que una historia singular con actantes fijos.

Otro cuerpo que se nos muestra, además de los cuerpos de las carnadas y los pescadores en busca de la seducción, es el de la escritura. La letra y el cuerpo se unen cuando el texto dice, en "Humedal" : "quiero asomarme al humedal costero de tu ojal/ hilvanar mis letras --como cuerpos salvajes-- en tu jungla/ y perderme vagabundo en el camino salado de tu tinta". Y es que este libro está hecho de la exposición de muchos cuerpos, de modo muy honesto (en oposición a la exposición deshonesta). Está el cuerpo humano, el marítimo y el de la tinta. El libro es una orgía en la medida en que se desborda de cuerpos que se tocan. Está el toqueteo de la escritura a cuatro manos, lo cual reconoce que para escribir la seducción (en oposición a hablarla) hacen falta dos. Pero estos dos se vuelven tres cuando lanzan sus anzuelos tamibién al lector. Porque son pescadores deportivos. Agarran el pez para soltarlo del anzuelo y devolverlo al mar, al renunciar a la poseción que comparten con varios cuerpos y con quien lee: "pasa que deja de ser tuya/ esa pequeña muerte temblorosa/ y de ser mía esa amenaza de tajo/ al filo de volverse herida" (Bitácora).

No son marineros (tan machos ellos) sino pescadores, pero también Penélope que teje con su aguja: "constriñe este hueco zurcido en tu cadera/ y aprieta esta aguja torcida que te gusta" (Trampantojo). Son sirenos y cantan para seducir como los dioses: "yo juego a ser dios desde tu carne/ presiento engullir maná mojado / vísceras cuajadas y hostias nacaradas" (Mascarón). En todo caso son piratas y tienen garfios, cuchillos, anclas, arpones.

El ritmo, el tono, me recuerdan al bolero y por eso, a Manuel Ramos Otero y su unión de lo sacro y lo profano. Son poemas mareados de quien hubiera vivido en alta mar o bebido copas demás. Son poemas en despecho aunque han evitado la pelea y el reproche: "Si lo que te preocupa es mi después/ abre la boca./ la climatología nunca cuenta con mis lluvias/ leí sobre el servicio del dolor en la novela de Piñera/ y no pienso llover. / el llanto lo reservo a la nostalgia y yo nostalgio lo que intenso. / de tí sólo intereso la mordida."

Hubo vino, piscolabis, buena compañía.

Felicidades muchachos.

M.

1 comentario:

Mara Pastor dijo...

linda reseña, yo tengo el libro de agua, también es de anzuelos y de sal.