Blog de Melanie Pérez Ortiz. Pensaré en letra lumínica sobre literatura y cultura. Desde Puerto Rico.
domingo, 27 de junio de 2010
Alicia, Dorothy, Wendy
No sé por qué estoy pensando en historias de crecimiento cuyas protagonistas son niñas.
Alicia se aburre con los cursos que le dictan. Se escapa con un conejito que le habla de la velocidad del tiempo, cae por un tunel, entra a otro mundo. Allí experimenta una adolescencia literal. A veces es muy grande. Otras es muy pequeña, se pregunta quién soy yo, el sombrerero le explica que son mejores los no-cumpleaños. Se encuentra con una dictatorial y caprichosa reina de corazones. Se da cuenta de que si se equivoca le cortan la cabeza, y regresa a la realidad a tiempo para el té porque la verdad es que se había quedado dormida en vez de hacer las tareas. Acepta jubilosa el orden de las cosas en el que no peligra su cabeza por causa de su falta de entendimiento de los caprichos del corazón de la déspota, ¿o sí?
Dorothy también se aburre. Arrastrada por un tornado, llega a otro mundo pero entonces quiere regresar a casa. La bruja buena le pone las zapatillas de rubí que llevaba la bruja mala a quien acaba de matar por accidente al aplastarla con su casa. Al seguir el camino dorado hacia la verdad que el Mago de Oz le descubrirá para llegar a casa, aprende que quienes la rodean son valiosos, a pesar de ser cobardes, tontos, o faltos de corazón. Al final se da cuenta de que no necesita un mago, ya que lo que desea lo lleva consigo desde el principio; las zapatillas. Al regresar también valora lo que tiene bajo la nueva perspectiva que la pesadilla le ofrece.
Wendy es mi favorita. Es la única que quiere crecer desde el vamos. Si la película comienza cuando la madre le anuncia que ya está grande para dormir con sus hermanos chicos, ante su desesperación, el viaje con Peter Pan es sólo un ritual de despedida. A la isla de nunca jamás va a asumir el rol de madre de los niños perdidos; o sea, es un mundo de fantasía en el que le toca fungir de madre porque sabe contar buenos cuentos. Lo único que extraña Peter es que le cuenten cuentos y es la madre quien lo hace (la mujer es custodia de la palabra, según Benjamin). Trata de conciliar el mundo de la niñez con el de la adultez; llevarse a su niña consigo al mundo de los adultos, traer a Peter, quien simboliza la fantasía, en su travesía a ese mundo que la espera inevitablemente. Lo lograría haciendo que él quisiera también crecer (besarla=dejar de ser niño), pero es inútil. Llega un momento en que bailan y vuelan. Es lo más que puede ofrecer Peter, quien nunca querrá asumir responsabilidades de adulto. A fin de cuentas, es el único de los niños que se escapa, no se pierde. Wendy decide regresar luego de cansarse de jugar. Peter promete visitarla, pero sabemos que nunca lo hizo.
Me pregunto qué diría Freud de estas historias. Pareciera que la mujer siempre acepta el paso a la adultez (el Orden del Padre), luego de una breve lucha a favor de la fantasía y la fuga. Las historias se requedan en la fantasía (lo más que me gusta del Mago de Oz es la canción "Over the rainbow", cantada por Judy Garland) aunque se resulvan siempre a favor de la entrada a lo real (aunque esto sea inefable, a fin de cuentas la mujer es custodia de la palabra y con ella de la cultura). ¿Querrá decir esto que hay un orden que funciona más allá del orden del Padre? También estas historias indican que el rol de madre que le asigna la naturaleza es el que la obliga a esta conformidad con el proceso de crecimiento, tal vez porque sabrá mantenerse al margen del poder de ese Orden (esa maternidad no tiene que ser biológica; Wendy cuida de sus hermanos, Dorothy cuida un perro, Alicia cuidará la cultura; la palabra).
Na, esto es mi fluir de consciencia sobre lo real, lo simbólico y lo imaginario, a partir de estas tres historias de crecimiento que me han venido a gustar más de adulta que de niña, sin entender bien por qué.
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