At the risk of appearing rather esoteric, I want to suggest that the history and practice of black music point to other possibilities and generate other plausible models. This neglected history is worth reconstructing, whether or not it supplies pointers to other more general cultural processes. However, I want to suggest that bourgeois democracy in the genteel metropolitan guise in which it appeared at the dawn of the public sphere should not serve as an ideal type for all modern political processes. Secondly, I want to shift concern with the problems of beauty, taste, and artistic judgement so that discussion is not circumscribed by the idea of rampant, invasive textuality. (78) Paul Gilroy. The Black Atlantic
Estaba en la fila de la farmacia para comprar no sé qué. ¿Un termómetro y supositorios antipiréticos para mi hijo? ¿Mi receta contra la migraña? De esto hace tiempo, pero estoy segura de que me comía la ansiedad. Me la paso pensando que el cuerpo es discurso. De eso escribo. Pero cuando las enfermedades del cuerpo se imponen el discurso se rompe, se vuelve inútil, desecho, un país extranjero. Sólo ayer hablaba con el médico con las piernas elevadas. Preguntaba sobre qué escribo, para que pensara en otra cosa. "Sobre los modos en que se construye el cuerpo en términos de raza y género en el siglo XIX en Puerto Rico". No entiende. Espéculo en mano, no puede concebir que el cuerpo se construya. A punto de ser penetrada explico: "El cuerpo es discurso", pero en ese instante me parece que no soy más que una estafadora. ¿A qué me didico? La ansiedad de aquel entonces, en la fila de la farmacia, se calmó, recuerdo. Porque quien estaba 5 ó 6 lugares antes de mí, pidió lo que necesitaba: "Dos phenergán, por favor". Pero lo pidió rumbeando. Se hizo un silencio repentino. Todos lo miraron, buscando una explicación a la broma extraña que acababa de hacer el ciudadano. Él entendió la pregunta implícita en el silencio, y tuvo la cortesía de explicarnos: Esta vez habló a ritmo de bolero: "Es que si no lo digo cantando, gagueo." Todos reímos.
La música lo salvaba a él a diario de gaguear. A nosotros nos dió alegría a pesar de la ansiedad de esperar en la fila de una farmacia. Había dicho lo que todos en la fila habríamos dicho. Pidió una cantidad específica de un componente químico que necesitaba para componer sus males. Pero había algo inefable en su voz, que yo dije que era rumba, bolero, pero era más que eso, porque era una gestualidad del cuerpo y de la cara, un modo tan distinto de estar en ese espacio que lograba posibilitar la comunicación.
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