viernes, 29 de enero de 2010

De la palabra a la acción o vice versa

Mi acción es conducir. Frenar. Esperar que cambie el semáforo y, mientras, mirar la enorme luna que me mira. Bajar la vista un poco y observar los carros que cruzan delante de mí en la noche lunada, como si fuera una película por el claror, mientras escucho a Rubén Blades pedirle a María Lionza que le haga un milagrito. "Canción grabada en 1978", dicen en la radio. Pienso en el documental que vi hace poco sobre el culto a María Lionza en Venezüela. Cómo la gente le pide aun hoy a la virgen desde su religión mulata, bienes. Recuerdo el espíritu absoluto de la filosofía, desde el que se pensará la relación del ser humano con el planeta y con lo trascendente. Pienso en las múltiples acciones comunicativas que se cruzan. La luz roja que provoca que frene, la luna que me convence de que soy lunática, a veces, desde este cuerpo que también funciona en ciclos, como ella, mas no por eso. Los libros que están metidos en mi cabeza y que también me hablan. El estómago hambriento que estoy a punto de atender, junto al hambre quisquillosa del niño. Los libros hablan, la luna habla, la radio habla, la virgen habla, las cosas hablan, el cuerpo habla. Todo es un cacareo. Un cruzamiento de acciones comunicativas. Bueno, algunas comunicaciones son acciones, otras rebotan de una lectura o de una conversacion o de una experiencia al objeto y de ahí a mi mente. Y me pregunto si todas esas acciones o rebotes significativos algo tendrán que ver con la paz.

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