Las lenguas en las que Daniel Torres nombra las (sus, nuestras) bellaqueras son varias. Está la lengua callejera. Está la lengua en la recámara, en el cuerpo, en orificios y de fondo, la música que es otra lengua que enmarca las demás. Así el texto pasa de un foco a otro, de una toma panorámica de la ciudad a sus recovecos, sus baños, sus escaleras traseras y callejones a cuerpos que se lamen y se esculpen con la lengua. Sin bolero y sin pesares. De fondo está Bach o Chopin o un saxofón o Bárbara (¿Streissend?). El libro es una alegre fiesta de lenguas jubilosas, aún en la pérdida del amante. Pero otra bellaquera es la escritura misma. "Nace de mañana de a poquitito y sin frontera/de relato o de épica..."
Así, se pasa de la lectura al sexo:
Sala de lectura
Llegas,
te sientas por los bordes
de la estrategia.
Miras mientras lees,
remiras de reojo
y entonces:
comienza el furor de las batallas sileciosas,
la letra impresa te baila
entre los ojos,
el espacio se te llena en vertiginoso
aleteo de fragancias
(desprovistas de olor alguno)
los latidos se suceden
poco a poco y en ascenso
por toda la extensión de los relámpagos.
Espera todavía hasta el ahogo,
cuando comiencen los levantamientos
de armas licenciosas.
Se pasa de la lectura al sexo sin saber si lo que se lee es un cuerpo o un texto, porque el poemario está hecho de giros conceptistas que juegan con distintos sentidos que salen de los libros o de la calle para terminar siempre en el sexo (no en la cama):
3.
Buscamos
dando vueltas por las plazas
debajo de los carros
y en la mesa del frente
por las paredes
ese cansado olor a deseo.
También la música es un lugar del deseo:
Oír de Bach entre la lluvia y pensarte
del rezo prolongado
en los oficios nocturnos que fue nuestro amor.
Del canto gregoriano
en el silencio tendido
de tu mirada a la mía
y bajo las sotanas
los residuos de tanta vida
[...]
Este amor gozoso es homoerótico pero es más que nada humano. Es un libro sin rabia, que ronda por vivencias de bellaqueras felices, aunque no siempre exitosas o exentas de ausencia.
Debellaqueras es un libro inteligente, divertido, conmovedor. Habla de un deseo atemporal (sin fecha) y multisexual (cualquiera se pone el sayo). Como cuando dice:
Con la melancolía de las horas
después de hacer el amor
Con los cuerpos entreabiertos
uno al otro
detenerse con las alas sin ave
en la tierra de los nadies dispersos.
El libro seduce.
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