martes, 8 de mayo de 2012

Defender la alegría: sobre masculinidades y costumbres varias

Me tomo un café en un café que tiene mesas afuera, en la acera.  Hasta allí llegué en bicicleta.  Miro la gente...  Conversan, discuten... Por un segundo nos preguntamos si estamos aquí o en otro lugar, pero el periódico esta mañana anunciaba otro tiroteo en el expreso, por lo que debe de ser aquí.  Allí están los carros impacientes de bocinas para probarlo.  En ese lugar tan improbable, es difícil adivinar la preferancia sexual de los hombres...  Los ricos tienen gustos muy alegres.  Los reggaetoneros se afeitan.  Ya mi hijo me da consejos sobre cómo mantener la forma de las cejas que yo siempre preferí llevar a la Frida Kalho.  Se sientan dos en una mesa, tres en otra.  No hablan duro de la pelea de box (aunque ayer lunes todos, hombres y mujeres, en las primeras horas de la mañana, compartían su opinión sobre el encuentro y sus entornos).  Sale uno del café con prisa y dos bultos... uno grande, de tela, de colores, que podría tener cosas para bebés (ya saben, el biberón y los pañales y la muda por si se vomita) o la muda del gimnasio.  La sala de espera del ginecólogo está llena de hombres, aunque, acá entre nos, esa presencia es la única que me molesta.  Que se vayan a trabajar o a lo que sea que tengan que hacer...  ¿En serio que tienen que acompañar a la esposa a sus citas ginecológicas?  En el parque en la tarde están ellos con sus hijos e hijas.  He conicido cantidad de padres solteros...  Y pienso que eso es lo que le molestaba a René Marqués.  Le causaba ansiedad que el orden de las cosas cambiara puesto que para él, eso equivalía a falta de orden.  Sin la imaginación para entender que de lo que él entendía como "desorden" puede surgir otro orden que puede que sea más democrático, se quedaba paralizado.  El caso es que aprendemos a leer códigos, y en este momento histórico tan cambiante, lo aprendido no sirve y hay que desecharlo para aprender nuevamente.  Pasa como con los programas y nuevos modelos de computadoras.  Solo que en el caso de las masculinidades, no es por el capital (saco nuevos modelos para que la gente bote la computadora que tiene y se compre otra) sino por la equidad en las relaciones.  Supongo que llegará el día que habrá que preguntar directamente para saber:  ¿Alegre, derecho o bi? Así nos hacemos la idea de si vale la pena invitar a compartir un café a alguien con intenciones de las derechamente bi alegres.

1 comentario:

José H. Cáez Romero dijo...

No sé por qué, pero me encanta!