lunes, 24 de enero de 2011

El lugar de las palabras


Nuestro mundo está organizado por palabras.  Todos tenemos una historia, la historia sobre nosotros mismos que nos contamos y que organiza nuestro mundo y nuestras acciones diarias.  Esa historia dialoga íntimamente con la historia que la comunidad inmediata le cuenta a sus individuos desde que nacen.  Esto es, las historias que la familia cuenta, que se relacionan con las que cuenta el país a través de sus instituciones y aparatos reproductores de discurso; la escuela, los periódicos, la radio, la televisión, el cine y también los viejos y sus cuentos, los adultos y sus palabras, junto con sus acciones.  En fin.  Estamos hechos de agua, células, dna, desde un punto de vista científico y estamos hechos de palabras desde el punto de vista cultural. Quien estudia letras estudia cuáles son las consecuencias de la palabra escrita en las sociedades y en los individuos.  El estudiante de letras, la literatura, la historia, el arte, aprende a pensar críticamente, a soñar otros mundos posibles y a comunicar lo que piensa de distintos modos: a través de un buen ensayo o artículo periodístico, o a través de un cuento, una novela, un poema, una pintura, una composición musical, las acciones que organizan una pieza teatral o un performance.  También debo decir lo siguiente porque es lo que importa a los ciegos que guían el mundo de hoy:  la habilidad, la destreza en el manejo de los símbolos, por la palabra (un poema), la vista (una pintura), el oído (una composición musical), también es lucrativa.  Sobre todo cuando hace veinte años más o menos el mundo está cambiando los modos en que se piensa a sí mismo (me refiero al fin de la guerra fría, a la sociedad informática, a la revisión de las premisas de la modernidad, sus ideas de progreso, de lo universal, la idea del hombre como el centro del Universo y hasta las nociones de lo que es una familia, que están en cuestionamiento constante).

Para entender como la palabra organiza nuestro quehacer diario basta pensar que un científico tiene que comunicar el resultado de sus investigaciones por medio de la palabra, un abogado gana o pierde casos mediante el uso de la palabra, un médico es efectivo en la medida es que puede interpretar lo que el paciente le comunica sobre sus males, sabe entender esas palabras y además comunicar sus teorías y sus propuestas de tratamiento de modo eficiente, en diálogo con su paciente, mediante la palabra, los periodistas trabajan con palabras e imágenes.  Para entender cómo la palabra es rentable basta un ejemplo:

Estudié en la Universidad de Stanford, en California, durante los años noventa.  Allí, por esas fechas, se dio la revolución de las “dot com” que comienza con el correo electrónico, la invención del internet, yahoo, se experimenta con programas de reconocimiento de voz; en fin, las consecuencias de lo que describo las vivimos en el día a día de hoy.  En esa Universidad está el Center for Computer Research in Music and Acoustics (CCRMA), donde John Cowning inventó el sintetizador de sonidos que posibilita los teclados electrónicos, por ejemplo.  Esa patente es la que más dinero deja a la Universdad de Stanford, después de la pastilla anticonceptiva, que también la tienen ellos.  En ese contexto revolucionario para el mundo, las compañías Mc Intosch, Canon, Yahoo, contrataban doctores en composición musical (humanistas) e incluso estudiantes graduados de ese centro, porque sabían programar pero también sabían pensar.  Estas compañías reconocían que más allá del pensamiento encajonado de un ingeniero en computación, los humanistas sabían pensar fuera de la caja y esa destreza era precisamente lo que necesitaban para poder inventarse el futuro (y lucrarse de sus inventos).  Los humanistas enseñamos a nuestros estudiantes a pensar y el país debe entender que sin pensamiento crítico y creativo no podemos construir el Puerto Rico del futuro, estar a la vanguardia, ser competentes, excelentes.  Estamos en un momento histórico en el que necesitamos de las palabras y su dominio más que nunca, porque estamos construyendo el futuro sin darnos cuenta.  La Universidad no puede existir sin un espacio para reflexionar sobre los usos de la palabra de forma práctica o artística, que es el modo más complejo en que ella se usa, ni sin un especio para adistrarse en el manejo de la palabra.  Su contribución a la sociedad tal vez no es medible, pero es palpable.  


Por otra parte, creo que es de igual importancia que quienes tenemos la responsabilidad de estudiar los usos de la palabra y enseñar la historia y las luchas de poder en torno a ella, estamos obligados a entender el mundo actual y cómo han cambiado las redes de poder que la afectan (el mercado del libro hoy es otro, por ejemplo, el internet tiene mucho que ver con eso) y reconocer que las formas de procesar ideas, pensamiento, también cambian con la mayor disponibilidad de información, el amplio procesamiento de información a través de imágenes, un uso distinto del orden y el ritmo (las estructuras no lineales y fragmentarias no son difíciles de entender por las nuevas generaciones).  Nuestra responsabilidad es ponernos al día para poder hablarle al mundo del futuro; inventárnoslo.  Así construiremos la libertad del futuro, porque lo que no cambia es que trabajamos para construir la libertad.


La autora, además de ser Catedrática Asociada en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, creó en colaboración con Rosa Luisa Márquez y Mayra Santos Febres el Programa de Escritura Creativa para el Programa en Estudios Interdisciplinarios de la Facultad de Humanidades de ese Recinto y, además, es Productora y Co-anfitriona con Santos Febres de el programa radial titulado En su tinta, donde los miércoles a las 4:00 pm hablan por Radio Universidad de Puerto Rico (89.7 fm)  de literatura y cultura actual.

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