sábado, 13 de marzo de 2010

Mientras, allá la playa

Si llegas contento y hay una fuente de agua frente a tu casa, ¿piensas que es una bendición o llamas al plomero? Si planificas mil salidas, a jugar, a mirar los caracoles jugando o a dejar que otros jueguen, y de momento las ruedas no giran en torno a su eje, ¿piensas en los beneficios de la inercia? Si de momento la puerta, más que cuidar bien de la casa, hace bromas, se abre y se cierra como si tuviera voluntad propia, ¿te ries por la ocurrencia? Y si un niño saltamontes hace un cálculo equivocado y deja, por un minuto siquiera, de ser un superhéroe, ¿meditas sobre los beneficios de la laicidad general? ¿Y si todo esto pasa en medio de la crisis? ¿Te preguntas qué crisis y sigues tu rutina? Habrá crisis peores. Allá los terremotos atestiguan este hecho. De todos modos hay que seguir pensando en beneficio de la humanidad que necesita los frutos de este trabajo intelectual (sí, anjá). Hay que poner cara seria mientras se profesa aunque cuando se termine de hablar o quizá aun antes de comenzar ya no se profese nada. Eso no tiene que ver con el acto ritual de abrir la boca, saludar al público, sonreír para la cámara, para la posteridad. Mientras, allá la playa espera tiempos mejores que seguramente llegan, es que se distrajeron saludando a algún conocido por el camino.

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