sábado, 12 de diciembre de 2009

Nostalgia charra vs. supervivencia



Tengo una familia folklórica. Lo digo en broma y en serio. Recuerdo que cuando leía La carreta de René Marqués o La llamarada de Laguerre en la secundaria, mi papá siempre pensaba que estaba leyendo su historia; la historia de un mundo que fue suyo y que estaba en vías de desaparecer. Después empezaba a hacer cuentos de cuando se comía las chinas sin bajarlas del palo, chupándoselas como si fueran una teta, o de cuando caminaban a la escuela por kilómetros y kilómetros con los zapatos en la mano. Con estos cuentos y la referencia literaria, me imaginaba a mi abuela y sus nueve hijos descalzos y piojosos en una choza con sobereao (piso de tierra) esperando a que la tormenta platanera se los llevara (Belaval). Pero esos cuentos de miseria nunca han salido de sus bocas y lo cierto es que mis tías saben cocinar con fogón.

Al lado de la finca de mi abuela había una pareja de viejitos, Nacha y Colacho, que mi papá visitaba con reverencia (Me daba órdenes secas, "saluda", "acéptales el café" "contéstale a la señora"). Ellos vivían arrimaos en un terreno y tenían una casita, tal vez de 10 x 10 metros, hecha completamente de zinc. Cocinaban en un fogón que mantenían prendío en el fondo de la pieza. Creo que Nacha era feliz. No quería que le tumbaran su ranchito y si mi papá se ofrecía a traerle una nevera o una estufa ("se le puede hacer un fuego ahí"), Nacha sonreía con condescendencia y decía que ella no necesitaba nada de eso. En fin, que cuando se hablaba en la Universidad, analizando cualquiera de estas obras, de que lo que había de fondo en ellas era una nostalgia por parte de terratenientes desplazados por un pasado que idealizan pero que en realidad estaba lleno de violencias y desigualdades, me costaba entenderlo. Esa no era la memoria de mis antepasados más inmediatos y, que yo supiera, ellos no eran terratenientes ni hacendados, sino peones (en verdad eran pequeños propietarios y esta historia ha sido poco documentada o discutida).

A tono con ello y por el hecho de que vienen las navidades y con ellas mucha de la familia dispersa, en estos días me dio con rescatar décimas viejas, en vista de la parranda que se acerca. En especial una que alude a una vida que desaparece. Mi papá la escuchó alguna vez y tenía ganas de volverla a escuchar. Descubrí con you tube que la DECEP había hecho un documental hace años, en blanco y negro, en el balcón de una casa de madera (mejor que la que yo me imaginaba; parecía más bien una casa de muñecas) en el que cantan unos jóvenes Ramito, Chuito el de Bayamón y la Calandria, acompañados por Maso Rivera. Allí Ramito canta la canción del Toro Barcino que termina:

Ya acabaron mis ganacias
Pero quedó esta canción
Murió el toro y el peón
Que triste quedó mi estancia
Ya se acabó la abundancia
Y este dolor me acrisola
Ya se secó la amapola
Ya murió el buey que pitaba
Murió quien lo pastoreaba
Y quedó la estancia sola.

A fin de cuentas la canción se refiere a un sistema económico que muere: "ya se acabó la abundancia". Será difícil de entender a qué abundancia se refiere quien tenga, como yo tuve, como mi hijo tiene, casa con piso y paredes de cemento, carro y la posibilidad de ir al chopin mol a comprar cada pendejá que se le ocurra. Pero se rumora que quieren vender la Plaza del Mercado de Río Piedras para que se instale allí un Wall Mart y algunos nos rebelamos, tratamos de evitar que eso pase. ¿Por qué si, a fin de cuentas, las Plazas del Mercado apestan rancio y la de Río Piedras está en pésimas condiciones? Mi abuelo bajaba al pueblo a vender sus productos (a la de Caguas), pero ahora en la plaza venden aguacates y mangós dominicanos y chinas de la Florida.


Mi razón para volver sobre la canción del Toro Barcino es simple, con todo y los símbolos eróticos (el toro que más fajaba, el buey que pitaba, el que abanaba la zorra) que construyen al toro muerto en un padrote muerto, o, dicho a la Lacán, quien ocupaba "el lugar del padre" es quien ha muerto, por lo que la soledad de la estancia es también una falta de orden, de ley. No es que necesitamos un toro barcino que nos ordene. No es que necesite idealizar una vida campesina pasada que nunca viví a fin de cuentas. Lo dice quien antes de dejarse fajar (en el sentido de poner en su lugar, i.e. el doméstico) se fugó por los caminos de Dios, como se decía en el campo. Vuelvo sobre esta canción porque yo he hecho morcillas y pasteles y he visto matar a un puertco y después echarle agua hirviente para pelarlo con un cristal de botella rota. He recogío verduras (no sé, yautías, malangas, apios) y habichuelas de las matas pa después sacarlas de las vainas (con pánico de no encontrar gusanos) mientras se habla de cualquier cosa y se miran las nubes encima de una loma. Claro, por ratitios, como un entretenimiento, mientras visito pa luego irme.

Después de mi generación no se sabrá el sabor de la cosa fresca. No se lo extrañará porque no se puede extrañar lo que no se conoce. Es más, tal vez terminen alimentándose de algas. Tal vez no me deba importar; que se las arreglen ellos. Pero me importa porque quiero a mis descendientes. Para evitar que ellos terminen alimentándose de algas o pastillas con sabor a pollo, tendríamos que acordarnos de como sembrar y criar animales. Si matáramos la carne que nos comemos en vez de comprarla en el supermercado la respetaríamos más. Tendríamos más claro la vida que se vence para alimentar la vida (¿la gordura?) propia. No es nostalgia romántica, es la desnuda voluntad de supervivencia lo que me hace acordarme del Toro Barcino, aprenderme la canción y cantarla (desafiná y fuera de tiempo seguramente) a la menor provocación.

2 comentarios:

espinasdepescado dijo...

Conocí la canción hace unos 5 días, y no he podido dejar de escucharla desde entonces. No sé porqué. Se repite una y otra vez en mi reproductor como si no hubiese más; he visto el video muchas veces también. Incluso logré con mi torpeza y mi guitarra tocar anoche las primeras notas de la canción.
Las líneas finales son las que más me estremecen, justo las que usted trascribió. Me gustó mucho su texto. Gracias por hacerlo.
Vivo en Barranquilla-Colombia, aquí no sé sabe quién es ramito. Y mucho menos se sábe qué es la música jíbara...
Por último, quisiera saber dónde puedo conseguir mucha más de esta buena música.
Hasta pronto.

Melanie Pérez Ortiz dijo...

Gracias... ¿Cómo llegaste a este blog? Supongo que puedes comprar discos por internet. ¿Amazon? Ojalá tenas suerte. Salduos, M.