"Eso es política"- Colegas intelectuales, en el contexto de analizar la crisis universitaria que este año es menos dramática porque no hay huelga y los medios no la cubren, al analizar el tranque de sectores que no quisieran que cambiaran nunca los modos de hacer las cosas ni los contenidos que se enseñan, defienden una mentalidad empresarial, menos burocrática para esta institución pública que tanto tiene que ver con la democracia (el acceso a la educación superior abre la puerta a esferas decisionales en el país y el mundo; también a otra clase social). Cuando se contextualiza esa argumentación para defender la Autonomía Universitaria, decir, por ejemplo: "Esa nueva estructura que se quiere crear tiene que venir de las facultades pues al mover lo económico, sin consulta, y obviar las instancias de representación se afectan contenidos en el aspecto académico, y esos contenidos son de la incumbencia exclusiva de los especialistas;" se responde que la Autonomía Universitaria no existe ni existió nunca y que eso no debe implicar que nos metamos en análisis políticos. Pero estoy hablando de forma abstracta. Mejor partir de ejemplos para luego argumentar.
La semana pasada, la Rectora del Recinto de Río Piedras, Ana Guadalupe, se ausentó de una reunión del Senado Académico luego de salirse de la Presidencia de la reunión para, como colega, explicar que su interés es ocuparse de una reforma de los estudios graduados (implícito a esta argumentación está dicho que lo demás no importa; que la Universidad tenga un déficit de 200 millones, el por qué, cómo se decidió quitarle recursos, que fuera la propia administración quien llamara a la Middle States Association para pedirle que evaluara la Universidad y así contar con la "acreditación en peligro" como herramienta de presión en los medios, que la propia Middle States hablara de una crisis de gobernanza ni que los distintos informes que se han redactado para esa institución se redacten sin consulta a los distintos sectores). Habló de estadísticas y de la necesidad del Recinto de volverse más competitivo y ponerse al día en cuanto a investigación. En ese sentido yo podría estar de acuerdo con ella. Ella se molesta porque el Senado discute por horas. Hace preguntas. Es ineficiente. Un colega (el compañero Senador de la Facultad de Ciencias Sociales, José Gaztambide), comentó la falta de liderato para resolver los asuntos en la Universidad. Eso fue lo que provocó el enojo de la funcionaria y su abandono del debate (lo da por inútil). Ella entiende que la oposición a su modo de mover los cambios que podríamos querer muchos es meramente "política", por lo que la descualifica.
El Departamento de Estudios Hispánicos de la Facultad de Humanidades también se resiste a dejarse gobernar por esta mentalidad empresarial. Este es un departamento que necesita muchos cambios en sus modos de proceder en cuanto a lo administrativo y lo académico. Quien promueve cambios (no me refiero al actual Decano, Luis Ortiz, pues en la Facultad han sido distintas personas en distintas coyunturas) tendría apoyo de distintos sectores, pero tampoco ha sabido agenciarse ese apoyo, pues tiene un problema de liderato. La semana pasada, una reunión que convocó la Decana de Asuntos Académicos de la Facultad, pues el departamento carece de director, precisamente para hablar de la necesidad de que se nombre al alguien, terminó como el "rosario de la aurora". La administración (no sólo el actual decano) entiende que la resistencia de este departamento que el semestre pasado fue puesto en "pausa" se debe a razones "políticas" (por lo cual no merecen consideración seria), mientras que quien se resiste entiende que se violan los procesos, por lo cual ni siquiera vale la pena intentar colaborar. Otra vez se abandona el diálogo posible (y porque conozco el Departamento desde adentro añado que no hay "edad de oro" que idealizar. Ese respeto a los procesos que se defiende no se da hace años por parte del mismo profesorado que compone el departamento).
Los fondillos de la política- Así que ahora la palabra política se usa para descalificar por quienes quisieran que las cosas no se hicieran como en el pasado (con tanta burocracia ineficaz). También por quienes reclaman que los cambios en los procesos respeten la autonomía (de individuos, sectores, instituciones) piensan el la política oficial como una falasia. Los políticos mienten sin preocuparse de que se note que están mintiendo pues saben que una mentira repetida lo suficiente se convierte en verdad para las masas que no piensan y, además, tienen la memoria corta. La democracia hoy día no es más que el acceso al consumo. Después que las personas tengan la posibilidad de experimentar el goce de adquirir un nuevo estimulante para su líbido (que no tiene que ser de calidad, pues pronto se lo reemplazará por otro) no alzará objeción alguna a procesos ni contenidos engorrosos de la construcción de una reforma social. El problema es que la mentalidad empresarial no funciona en una universidad, por definición. El universitario (y hablo de forma general, independientemente de su área de especialización pues su formación básica debe ser humanista pues así se concibió la universidad moderna) sabe que la democracia se ha vuelto un simulacro, lo estudia, publica sobre ello, lo comenta con sus estudiantes y se siente en el deber de defenderla. En eso se formó, eso profesa. Cree en otra política; la que le permite el despliegue de sus saberes que por definición colaboran con los procesos democratizantes.
Política- La palabra viene de polis y está relacionda con la ética. Cómo hacer las cosas éticamente en la polis, es el asunto que trata. Se debate ese asunto e, idealmente, a partir de un debate entre iguales se decide. Lo que pasa es que, como siempre ha sido, parece que unos son más iguales que otros. Los asuntos que nos incumben se debaten en otra parte y luego se imponen de manera jerárquica las decisiones tomadas de forma fantasmal. Se espera de las instancias de consulta la aprobación sin preguntas; que se acate lo decidido, pero eso implicaría entregar lo que nos define, la responsabilidad de profesar desde los saberes específicos de cada cual. No basta tener un plan, hablar de un qué que es importante. El cómo también es importante. Todo es político. Decir que no se quiere hablar de política es un gesto político. Se pretende descualificar la política de entrada, lo que quiere decir que no se quiere discutir las implicaciones éticas del modo en que se están manejando los asuntos en la polis, porque parece que lo más importante son los qués (con los que podemos estar o no estar de acuerdo; para saber eso es que se debe propiciar y no obstruir el debate). Un líder es capaz de tener un plan y decidir en torno a él en colectivo: convencer a quien no entiende o no está de acuerdo, e incorporar al plan cambios que en un diálogo honesto el otro puede aportar. En otras palabras, debe poder convencer al otro de que haga suyo el plan. Hasta que eso no ocurra, estaremos estancados en polos opuestos, unos que imponen decisiones fantasmales, y otros que se resisten a que los marginen.
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