domingo, 18 de septiembre de 2011

Un libro que pesa

Roberto Ramos Perea, ed.  Literatura puertorriqueña negra del S. XIX escrita por negros.  San Juan:  Ateneo Puertorriqueño, 2009.


Parece una redundancia.  ¿Lieteratura negra escrita por negros?  Parece; pero no lo es, puesto que se lee comunmente la literatura que habla de la negritud desde la óptica del blanco.  Entre ellas “La cuarterona”, de Alejandro Tapia y Rivera, la más conocida por el pequeño grupo de los espacialistas--pues en este país quienes conocemos más que ciertos títulos canónicos somos comparativamente pocos.  Es sorprendente que no sea hasta el 2009 que aparezca un libro que proponga un análisis del panorama de las letras durante ese siglo que incluya la biografía de autores (Eleuterio Derkes, Manuel Alonso Pizarro, José Ramos y Brans), sus obras, un análisis de sus fallidas estrategias discursivas para poder entrar al campo letrado.  Digo estrategias fallidas, pues sus obras desaparecieron a la mirada especialista, como consigna también Ramos Perea: 

A lo largo del siglo XIX la literatura puertorriqueña se mantuvo marginal y su proyecto ideológico tardó mucho en revelarse.  Durante los años que van desde el primer estreno de Derkes (1872), hasta la fundación de la Revista Obrera (1893) por Ramón Morel Campos y José Ramos y Brans, mulatos ambos, ninguno de los autores decimonónicos negros alcanzó notiredad o “visibilidad”—al decir de Fanon—o fama o reconocimiento por su trabajo.  (3)

El gesto de esta publicación es soberbio, si se quiere; arrogante.  Ahí está, parece que nos dice el editor, al presentarnos este corpus que había sido invisibilizado.
El especialista agarra el mamotreto entre las manos.  El libro es un volumen de 5 1/2” X 11” de 379 páginas.  Pesa.  El especialista también se acuerda de que la raza es un constructo social; que las identidades no son fijas y de que hace falta análisis que den cuenta de la complejidad de los procesos de inclusión y exclusión en los circuitos de poder por razones de raza en el Caribe.  Un estudio que no sea maniqueo, que vaya más allá de la denuncia, que de cuenta de estrategias para posicionar argumentos y cuerpos en espacios que propician que esos argumentos se muevan; que se escuche la voz que esos cuerpos emiten.  También recuerda que esos argumentos no siempre han sido verbales.[1]  Pero el libro pesa, literalmente y también metafóricamente, pues a un especialista sentimental como yo le da vergüenza ajena y propia.  O sea, la reacción al libro pasa por la razón y por el cuerpo cuando lee que el libro republica la obra de 3 autores—los citados arriba—pero también menciona los nombres de otros; más de veinte.  ¿Quiénes son?  ¿Por qué no los hemos leído?  Algunos de estos nombres los conocemos.  el Maestro Rafael Cordero, Román Baldorioty de Castro, Ramón Emeterio Betances, Sotero Figueroa, pero de algunos de ellos ni siquiera sabíamos que eran negros.  ¿Eran?  ¿Cómo se construye y deconstruye la raza en ese momento histórico?  Porque la raza no es color de piel, sino preconceptos en una mirada, y el juego con esa ideología por parte de los cuerpos.
Además del trabajo de recopilación y republicación de obra de los tres autores que menciono arriba, el ensayo introductorio al libro hace preguntas que se dirigen a entender estrategias.  Para hacerse visible en el siglo XIX, pregunta:  “Qué eufemismos, qué estrategias, qué metáforas, o por otro lado qué valores, qué sentencias brillantes e iluminadoras podían enarbolarse como banderas...?”  (1).  Le interesa saber la “...visión que tiene el negro de sí mismo” (2), más allá de las representaciones hechas por los blancos porque sabe que éstos construyen “...un sujeto negro a semejanza del prejuicio forjado en las instancias de la esclavitud, se su miedo, de su necesidad de impoer y hacer prevalecer sus códigos de conducta social y, sobre todo, de su aversión por lo diferente” (2, énfasis en el original).  El ensayo introductorio es también un estudio de los procesos mediante los cuales cierta obra queda consignada en la memoria institucional (se canoniza) y otras no.
Las estrategias que enumera, partiendo del análisis de la obra de Derkes:  1) hablar el lenguaje del blanco, esto es, ser “no agresivo, no conflictivo”; 2) escribir bajo la máscara de un personaje blanco sobre la necesidad de una sociead más justa (énfasis en el original).  Luego de esta etapa inicial, otra estrategia será la 3) presentación de valores del sector artesano, diferente al capitalista, 4) la anarquía como propuesta social.  Observa Ramos Perea que a Manuel Alonso Pizarro no le interesa el público blanco y lo ataca en sus obras.  De los escritos producidos por el numeroso grupo de autores que menciona el libro extrae que hubo estrategias plurales que van desde hacerle la corte al separatismo hasta al autonomismo y, como sabemos por José Celso Barbosa, la estadidad.
Además de lo dicho por Ramos Perea, propongo, por ejemplo, que lo que escriben estos autores son en su mayoría dramas.  El drama es la escritura de una puesta en escena del cuerpo.  Desde el cuerpo y la voz que éste emite, desde la oralidad y la corporeidad, el drama comunica.  No hay que ser letrado para debatir con estas obras que en general son piezas de ideas.  La propuesta es que mediante palabras se accederá a la construcción de otro mundo, como dice el personaje Ernesto en la obra de Derkes titulada:  “Ernesto Lefevre o el triunfo del talento”.

¡Palabras!...  Ideas que son las que gobiernan el mundo; pues triunfantes como se hallan las ideas modernas, esos hombres del día de que hablaís se ponene al frente de la civilización conduciendo a la humanidad por el camino del progreso y del trabajo, para librarl del caos por el que pretendieron guiarla esos viejos retrógrados, que rugen de desesperación, como los ángeles caídos, viéndose reprobados por la razón, la justicia y la conciencia de los pueblos.  (108)

La utopía inmediata puede ser el autonomismo o el separatismo o el asimilismo o la anarquía, pero debajo de todas estas propuestas está la idea de participar en el debate público en calidad de iguales, gracias al talento.  El mero hecho de estar ahí codificando el mundo desde su realidad subaltena añade riqueza y matices, mueve la historia.  Aunque no lo hayamos querido ver.  La idea detrás de cada texto es la de crear un mundo que permita o propicie esa participación en igualdad de condiciones.
Como dije; este libro pesa.  Está agotado.  Ojalá lo republiquen pronto, pues, debería estar en cada biblioteca, en cada escuela del país.  Nos hará, a los especialistas, reescribir la historia de las letras de modo que de cuenta de los enfrentamientos y complicidades, juegos, y transformaciones de las letras cuando pasan por el cuerpo; ese cuerpo negro y su voz, que no hemos sabido o querido mirar ni escuchar.


[1] Recuerdo aquí el buenísimo ensayo a cargo de la historiadora María del Carmen Baerga aparecido en esta misma revista recientementehttp://www.80grados.net/2011/09/los-avatares-de-la-blancura-betances-y-la-historiografia-del-siglo-xx/, el trabajo que está haciendo Jossianna Arroyo para pensar esa misma complejidad y que saldrá publicado en un libro prontamente (aquí un adelanto http://www.habanaelegante.com/Spring_Summer_2011/Invitation_Arroyo.html), el importantísimo trabajo del sociólogo Chuco Quintero titulado Cuerpo y cultura o The Black Atlantic, de Paul Gilroy.

domingo, 4 de septiembre de 2011

El desprestigio de la política y la responsabilidad de profesar: Reflexiones sobre la ética en la Universidad

"Eso es política"-  Colegas intelectuales, en el contexto de analizar la crisis universitaria que este año es menos dramática porque no hay huelga y los medios no la cubren, al analizar el tranque de sectores que no quisieran que cambiaran nunca los modos de hacer las cosas ni los contenidos que se enseñan, defienden una mentalidad empresarial, menos burocrática para esta institución pública que tanto tiene que ver con la democracia (el acceso a la educación superior abre la puerta a esferas decisionales en el país y el mundo; también a otra clase social).  Cuando se contextualiza esa argumentación para defender la Autonomía Universitaria, decir, por ejemplo:  "Esa nueva estructura que se quiere crear tiene que venir de las facultades pues al mover lo económico, sin consulta, y obviar las instancias de representación se afectan contenidos en el aspecto académico, y esos contenidos son de la incumbencia exclusiva de los especialistas;" se responde que la Autonomía Universitaria no existe ni existió nunca y que eso no debe implicar que nos metamos en análisis políticos.  Pero estoy hablando de forma abstracta.  Mejor partir de ejemplos para luego argumentar.

La semana pasada, la Rectora del Recinto de Río Piedras, Ana Guadalupe, se ausentó de una reunión del Senado Académico luego de salirse de la Presidencia de la reunión para, como colega, explicar que su interés es ocuparse de una reforma de los estudios graduados (implícito a esta argumentación está dicho que lo demás no importa; que la Universidad tenga un déficit de 200 millones, el por qué, cómo se decidió quitarle recursos, que fuera la propia administración quien llamara a la Middle States Association para pedirle que evaluara la Universidad y así contar con la "acreditación en peligro" como herramienta de presión en los medios, que la propia Middle States hablara de una crisis de gobernanza ni que los distintos informes que se han redactado para esa institución se redacten sin consulta a los distintos sectores).  Habló de estadísticas y de la necesidad del Recinto de volverse más competitivo y ponerse al día en cuanto a investigación.  En ese sentido yo podría estar de acuerdo con ella.  Ella se molesta porque el Senado discute por horas.  Hace preguntas.  Es ineficiente.  Un colega (el compañero Senador de la Facultad de Ciencias Sociales, José Gaztambide), comentó la falta de liderato para resolver los asuntos en la Universidad.  Eso fue lo que provocó el enojo de la funcionaria y su abandono del debate (lo da por inútil).  Ella entiende que la oposición a su modo de mover los cambios que podríamos querer muchos es meramente "política", por lo que la descualifica.

El Departamento de Estudios Hispánicos de la Facultad de Humanidades también se resiste a dejarse gobernar por esta mentalidad empresarial.  Este es un departamento que necesita muchos cambios en sus modos de proceder en cuanto a lo administrativo y lo académico.  Quien promueve cambios (no me refiero al actual Decano, Luis Ortiz, pues en la Facultad han sido distintas personas en distintas coyunturas) tendría apoyo de distintos sectores, pero tampoco ha sabido agenciarse ese apoyo, pues tiene un problema de liderato.  La semana pasada, una reunión que convocó la Decana de Asuntos Académicos de la Facultad, pues el departamento carece de director, precisamente para hablar de la necesidad de que se nombre al alguien, terminó como el "rosario de la aurora".  La administración (no sólo el actual decano) entiende que la resistencia de este departamento que el semestre pasado fue puesto en "pausa" se debe a razones "políticas" (por lo cual no merecen consideración seria), mientras que quien se resiste entiende que se violan los procesos, por lo cual ni siquiera vale la pena intentar colaborar.  Otra vez se abandona el diálogo posible (y porque conozco el Departamento desde adentro añado que no hay "edad de oro" que idealizar.  Ese respeto a los procesos que se defiende no se da hace años por parte del mismo profesorado que compone el departamento).

Los fondillos de la política-  Así que ahora la palabra política se usa para descalificar por quienes quisieran que las cosas no se hicieran como en el pasado (con tanta burocracia ineficaz).  También por quienes reclaman que los cambios en los procesos respeten la autonomía (de individuos, sectores, instituciones) piensan el la política oficial como una falasia.  Los políticos mienten sin preocuparse de que se note que están mintiendo pues saben que una mentira repetida lo suficiente se convierte en verdad para las masas que no piensan y, además, tienen la memoria corta.  La democracia hoy día no es más que el acceso al consumo.  Después que las personas tengan la posibilidad de experimentar el goce de adquirir un nuevo estimulante para su líbido (que no tiene que ser de calidad, pues pronto se lo reemplazará por otro) no alzará objeción alguna a procesos ni contenidos engorrosos de la construcción de una reforma social.  El problema es que la mentalidad empresarial no funciona en una universidad, por definición.  El universitario (y hablo de forma general, independientemente de su área de especialización pues su formación básica debe ser humanista pues así se concibió la universidad moderna) sabe que la democracia se ha vuelto un simulacro, lo estudia, publica sobre ello, lo comenta con sus estudiantes y se siente en el deber de defenderla.  En eso se formó, eso profesa.  Cree en otra política; la que le permite el despliegue de sus saberes que por definición colaboran con los procesos democratizantes.

Política- La palabra viene de polis y está relacionda con la ética.  Cómo hacer las cosas éticamente en la polis, es el asunto que trata.  Se debate ese asunto e, idealmente, a partir de un debate entre iguales se decide.  Lo que pasa es que, como siempre ha sido, parece que unos son más iguales que otros.  Los asuntos que nos incumben se debaten en otra parte y luego se imponen de manera jerárquica las decisiones tomadas de forma fantasmal.  Se espera de las instancias de consulta la aprobación sin preguntas; que se acate lo decidido, pero eso implicaría entregar lo que nos define, la responsabilidad de profesar desde los saberes específicos de cada cual.  No basta tener un plan, hablar de un qué que es importante.  El cómo también es importante.  Todo es político.  Decir que no se quiere hablar de política es un gesto político.  Se pretende descualificar la política de entrada, lo que quiere decir que no se quiere discutir las implicaciones éticas del modo en que se están manejando los asuntos en la polis, porque parece que lo más importante son los qués (con los que podemos estar o no estar de acuerdo; para saber eso es que se debe propiciar y no obstruir el debate).   Un líder es capaz de tener un plan y decidir en torno a él en colectivo: convencer a quien no entiende o no está de acuerdo, e incorporar al plan cambios que en un diálogo honesto el otro puede aportar.  En otras palabras, debe poder convencer al otro de que haga suyo el plan.  Hasta que eso no ocurra, estaremos estancados en polos opuestos, unos que imponen decisiones fantasmales, y otros que se resisten a que los marginen.