sábado, 21 de agosto de 2010

Estrellas

Tal vez perdimos el rumbo porque ya no nos dejamos orientar por las estrellas.  Ahora existen instrumentos de navegación que hacen que mirar al cielo sea una actividad sólo romántica.  Superado ya el romanticismo, abandonada la creencia en Dios, no miraremos nunca más hacia arriba.

Creo que esa es la premisa escondida entre las casi 700 páginas del libro La carta esférica, que el novelista español Arturo Pérez Reverte publicó en 2000, cuando entrábamos al nuevo milenio, la era de las galaxias, con las películas "Star Wars" de Lucas y "2001" de Kubrik haciéndonos cosquillas en el subconsciente.  Es por esto que más que una novela de aventuras, como propone en su epígrafe, más que una novela marinera, género al que Coy, el marino que protagoniza el relato, era aficionado, más que un thriller, género más bien cinematográfico de suspenso que se apoya en la suceción rápida de acciones que van complicando cada vez más una trama de misterio, es una novela de amor (o de desamor). 

Pérez Reverte vuelve a inventar una protogonista mujer que resulta ser un pesonaje fuerte, aunque muy mujer, y súmamente creíble (hay otra en La reina del sur).  Su príncipe azul resulta ser un marino simple, todo hecho de instinto, que no más verla decide que quiere dedicar el resto de su vida a contarle las pecas.  Quiere saber leer la piel de mujer como sabe ponerle nombre a cada estrella de las constelaciones del cielo, pero esta mujer, llamada Tanger, como una ciudad al norte de Marruecos, no se dejará leer nunca como tampoco se dejará leer el otro del sujeto racional que se inventó la modernidad de occidente; tal vez sea ése el por qué del nombre.

La novela es una reflexión sobre la fugacidad de la vida, sobre su significado, sobre la fragilidad de todo, sobre todo, los humanos que nos pensamos tan potentes, porque esa reflexión la impone el hecho de estar a la merced del mar, con sólo las estrellas de testigo, a bordo de un barco.  Supongo que también la impone el hecho de atravesar una frontera tan falsa como una fecha, pasar de un milenio a otro en nuestra navegación por el tiempo, como son arbitrarios los paralelos y las longitudes en una carta esférica.

jueves, 19 de agosto de 2010

Permiso

     La Academia Puertorriqueña de la Lengua Española nos acaba de dar permiso a los puertorriqueños de usar ciertos puertorriqueñismos.  Parece una oración redundante, pero no lo es.  Léala bien y entienda a qué me refiero.  "Atrévete y dilo" es el nombre de la campaña, que estará presentando en la radio y otros medios pequeñas cápsulas que explican que palabras como "atrecho", "sato", "avanzar", "canoa" y "chango", entre otras, son palabras tan en español como otras, aunque sean nuestras.  Como si estuviéramos aguantando la respiración antes de atrechar por un camino más corto.  Como si tuviera miedo de decirle al veterinario que mi perrita es sata y él no me entendiera.  Como si no avanzáramos a coger la canoa más grande y más linda en el pasadía del domingo, antes de que otro aguzao nos la quite.  Como si éste, al momento en que se ve con la canoa más chiquita y fea, no se pusiera chango.  De toda la vida.  Así es.
     No me malinterpreten.  Cuando yo era niña todavía en la escuela se enseñaba a decir zapato, así, con la legua fuera de la boca, entre los dientes (tan feo gesto de los españoles que deberían prohibirlo).  Todavía cuando era estudiante de bachillerato se enseñaba a entender cuáles eran los problemas con el español de Puerto Rico que, que yo sepa, nunca ha ido al psicólogo ni ha necesitado que nadie lo rescate (aunque me consta que rescatistas quedan).  Me parece bien que la Academia haga un esfuerzo y permita lo que toda la vida hemos dicho sin su permiso.  Así no se vuelven locos dando multas.  Así no acomplejan a nuestros niños.  Así dejan de verse tan obsoletos.


     Nosotros seguiremos hablando español; con o sin su permiso.

martes, 3 de agosto de 2010

Pensando a Lola a través de su nieta, Irene Vilar...

Hace tiempo escribí algo sobre Irene Vilar y su libro "The Lady's Gallery" sobre Lolita Lebrón, su madre, el sacrificio en el nacionalismo cultural puertorriqueño.  Se publicó en una revista electrónica de Darmouth College.  Aquí está el link.

artículo

y la dirección por si no funciona el enlace:  http://journals.dartmouth.edu/cgi-bin/WebObjects/Journals.woa/2/xmlpage/2/article/81