viernes, 29 de enero de 2010

De la palabra a la acción o vice versa

Mi acción es conducir. Frenar. Esperar que cambie el semáforo y, mientras, mirar la enorme luna que me mira. Bajar la vista un poco y observar los carros que cruzan delante de mí en la noche lunada, como si fuera una película por el claror, mientras escucho a Rubén Blades pedirle a María Lionza que le haga un milagrito. "Canción grabada en 1978", dicen en la radio. Pienso en el documental que vi hace poco sobre el culto a María Lionza en Venezüela. Cómo la gente le pide aun hoy a la virgen desde su religión mulata, bienes. Recuerdo el espíritu absoluto de la filosofía, desde el que se pensará la relación del ser humano con el planeta y con lo trascendente. Pienso en las múltiples acciones comunicativas que se cruzan. La luz roja que provoca que frene, la luna que me convence de que soy lunática, a veces, desde este cuerpo que también funciona en ciclos, como ella, mas no por eso. Los libros que están metidos en mi cabeza y que también me hablan. El estómago hambriento que estoy a punto de atender, junto al hambre quisquillosa del niño. Los libros hablan, la luna habla, la radio habla, la virgen habla, las cosas hablan, el cuerpo habla. Todo es un cacareo. Un cruzamiento de acciones comunicativas. Bueno, algunas comunicaciones son acciones, otras rebotan de una lectura o de una conversacion o de una experiencia al objeto y de ahí a mi mente. Y me pregunto si todas esas acciones o rebotes significativos algo tendrán que ver con la paz.

miércoles, 13 de enero de 2010

Candada por error, Mara Pastor

El error es la búsqueda. La mujer candada busca una llave. Se mira desde adentro los afueras que están atrás, en el pasado, o hacia el lado, en el otro, los hermanos, el amante, las flores del camino. Les escribe cartas. La bicicleta está estacionaria. "Hoy busqué mi nombre en una foto vieja". Es una mirada vieja, que envejece o crece; madura. Hasta que por fin.

Quiero besar mi angustia para que me abandone
detrás de los altares, antes de su boda
con los calendarios, la angustia y su corona,
besarnos todas y olvidar al otro día lo que fuimos. (13)

Por aquí aparecen los aviones. La bicicleta está estacionaria pero a los aviones se los aborda.

Con Manuel se da cuenta de que "... El futuro es pensar como se escribe,/ y me has acompañado aunque no lo parezca, /hemos ido juntos // adonde me ha llevado la palabra. (23)

Porque a fin de cuentas el libro es un viaje en el discurso; porque se pregunta por la antropofagia y por los animales del zoolígico "¿Tendré que comerme a sus niños /para volver a besarlo?" y más adelante "Insisto en figuaras de animales /--que sólo he visto /en cautiverio--flotando/ en la espera" (35).

Termina en tono de film noir, con una mujer tal vez muerta, a quien le corre un hilo de sangre por la comisura de la boca. Pero no hay que espantarse. Esa muere para darle paso a la que se libera y vuela.

martes, 5 de enero de 2010

Dedos manchados de tinta

Leo el periódico al que tengo acceso en estos días en 5 minutos. Paso las noticias de los muertos del día anterior, el diagrama de dos páginas con fotos a colores sobre algún asunto de política púbica. Que el servicio de rescate de emergencia deja morir la gente, que aquél o este político dijo que haría o nos atacuñó una nueva ley que nos reduce el salario, los derechos, los espacios. Leo con interés los buscapiés y el horóscopo. Ya. Terminé. Luego la radio machacará la ínfima noticia ya repetida hasta el hartazgo. El debate público es un simulacro, pero esto no es noticia. Leo más ideas y propuestas, más debate, entre mis amigos y conocidos de facebook. Mientras, me doy cuenta de que pasar las finas páginas manchadas de tinta, su olor, su textura, es un homenaje a la nostalgia y me pregunto si los árboles que fueron ese papel merecían un fin tan innoble. Mis dedos se manchan de tinta y siento que soy ciudadana, pero no. Nada tiene que ver esa idea de un habitar por las esquinas isleñas desde el debate, activo y constructivo, con tomarse un café mientras se lee lo que ya cansa, sin saber cómo se sale del acoso del horror. Mis dedos estarán manchados, pero ese trabajo ínfimo de pasar las páginas y suspirar no es trabajo. Mi trabajo prescindirá de esa tinta. Saber eso, como se sabe el cansancio porque se lo siente entre las costillas, se vuelve luto. Pero habrá que construir.