martes, 21 de abril de 2009

La crisis

Se supone que si hay crisis económica (depresión, aunque no lo dicen) los precios bajen. La gente aguanta la cartera, no gasta. Bajan los precios para atraer clientes, compiten... Ya las cadenas de comida chatarra tienen el super dollar menu y lugares de chatarra chick, como Chili's tienen sus super value menu, comidas proporcionadas por menos de 7 pesos. Eso dicen ellos.

Lo demás, lo que depende de los boricuas, no baja sino que sube. ¿A quién se le ocurre? Yo quiero volver a pagar el café a 35 chavos y almorzar por 3 pesos. Quitaron el 6.6 pero no han bajado las tazas de interés en la planilla. Bueno, algo cambiaron pero no lo suficiente. ¿Y si dejamos de depender de las importaciones? Sugiero una idea. Que alguien haga un restaurante de comida de todas partes (World Cuisine, como le ñaman) hecha sólo con ingredientes locales... Que el restaurán tenga una finquita donde siembre muchos de los ingredientes que usan y vacas a las que le saquen la leche para hacer la mantequilla y gallinas que pongan los huevos que nos comemos. Agro-turismo le llaman en Italia. ¿Sería más barato así o más caro?

El asunto es que aunque haya crisis la gente tiene que comer. El asunto es que se nos olvidó comer bien. El asunto es que habría que tener ideas diferentes para ser competitivos.

¿Qué le parece chef Piñero? Don Cholito se murió, por lo que supongo se liberaron los derechos de autor para decir: "Chúpate esta en lo que te mondo la otra"...

domingo, 19 de abril de 2009

Gentrification

La gente es amable acá. ¿Le puedo ayudar? Los chicos te notan acá. "Hi, Gorgeous". Nueva Yol está más barata que San Juan. Concluyo, San Juan está en guerra civil. Hace tiempo que lo sospecho, pero ahora lo confirmo. Si nuestra niñez fue poblada por cuentos de puertorriqueños que la pasaban mal en el exilio nuyorquino y por escenas de películas como "The Warriors" (¿Recuerdan?, peleas entre gangas, una ciudad abandonada a la violencia) ahora parece que la tortilla se viró. Harlem y Brooklyn siguen siendo barrios "etnicos", pero parecen barrios más de clase media. Los niños juegan en las calles. Cuando llegué, esperaba a mi anfitriona parada en la calle frente al edificio. Una señora me invita a entrar al edificio. "No gracias, la espero aquí para que me vea". Me sobresalta una duda. Pregunto, "Es peligroso". La señora se ríe. Me contesta que no y entra luego de un saludo cariñoso. No se gentrificó como se decía a finales de los noventa, si esa palabra implica que se desplazarían los habitantes originales por familias blancas y pudientes... Era el boom de las dot com y se pensaba que la ciudad les pertenecería. No fue así. ¿Se fueron los habitantes originales y fueron reemplazados por la clase media de las mismas etnias u otras otredades?

Me pregunto. ¿Si acá también hay crisis económica, cómo es que la gente parece no sentirla como allá? O es que, si en los momentos de crisis sale lo mejor y lo peor de la gente, de los nuyorquinos sale lo mejor mientras que de los boricuas sale lo peor. Esto es una pregunta. ¿Cómo lograron los habitantes mantener sus barrios? ¿Evitar que la renta subiera al punto de tenerse que mudar? Me dicen que muchos se fueron a Connecticut, por ejemplo. En San Juan desplazan comunidades para construir apartamentos que nadie puede pagar. Nadie los compra. Literalmente. A la entrada de San Juan hay uno desde antes del 2000 que, si uno pasa por allí de noche y juzgando por la cantidad de bombillas prendidas, no está todavía vendido... Al menos la crisis desinfrará esas burbujas de precios inflados artificialemente...

Pero esa es otra historia y el desayuno está servido...

viernes, 17 de abril de 2009

Diálogos inquietos en Hunter College


Vengan, vengan, vengan...  El 23 de abril a las 6:30 pm, Faculty Dining Room, Piso 8, Hunter College West Building.  Conversatorio sobre escritores puertorriqueños y presentación de mi libro, Diálogos inquietos...  Estarán....  Melanie Pérez Ortiz, Urayoán Noel y Marissel Hernández Romero.

En Nueva Yol y otras gracias

A Patrica, donde quiera que esté, a Miguel y Stefano, con quienes tomo café cada tantos años y a Marissel, que está aquí a mi lado.

Viví en Nueva Yol por 3 años. Nunca me sentí que vivía en la ciudad. Estaba en una película de Woody Allen y mi rol era el de observar lo que pasaba a mi alrededor sin alterar mucho ese medio ambiente. De todos modos no sabía cómo (aunque no hay modo de no hacerlo, lo sé, pero una cosa es intervenir por estar y otra intervenir con la voluntad dirigida a alguna parte). Así, cada vez que me ponía un abrigo me estaba poniendo mi vestuario para el día y no sabía si ese era el vestuario adecuado. No sabía quién era (soy una estudiante graduada puertorriqueña que está escribiendo la tesis y tiene una trabajo parcial para pagar las cuentas... ¿Quién es esa? Aunque fuera yo, creo que no la conozco ni sé cómo se debe vestir). Nunca me supe enrollar una bufanda por el cuello de modo que no pareciera que estaba envolviendo un pastel para hervirlo y eso de las capas me volvía loca. ¿Dónde dejar las capas cuando uno se las tenía que quitar dentro de los edificios? ¿Cómo hacer para que no se te olviden pedazos por aquí y por allá? Y peor aún... ¿Cómo hacer para que a uno no se le salgan los mocos? ¿O cómo fumar con esos mismos guantes que usas para limpiarte esa aguita líquida y transparente que se te sale, a falta de mejor cosa (sí sí, habría que recordar llevar un pañuelo. Se puede a veces, pero no siempre). Y luego, ¿cómo no botar los guantes apenas llegas a tu casa? Digo, si es que no los dejaste en el taxi, donde te los tuviste que quitar par buscar los chavos pa pagar, pero luego tenías que guardar el wallet, volverte a poner el guante, la bufantda, abrocharte el abrigo y salir antes de que el taxi arrancara y se llevara tu pierna para su casa.

La calle 14 sigue estando ahí. También Union Square... Y mis pizzerías favoritas. Tan pronto llegué busqué a Stefano, quien dirige la Casa Italiana de NYU en la calle 12 entre 5ta y 6ta. Aunque me perdí por la 14 un rato (ay, esa memoria mía), lo encontré como siempre. Me ofreció un café como siempre y me sentí que, finalmente había llegado a la ciudad. Tengo memorias en la ciudad y lugares a dónde volver, por lo que supongo que, a pesar de mí, esta ciudad es también algo mía. Me pregunto, si se van los amigos, ¿seguiría siendo mía como antes? Digo, siempre habrá amigos nuevos con los que instaurar nuevas rutinas. Ahora me inventaré las rutinas con Marissel y Carlos y Ángel y Javier, a quienes conocí en Puerto Rico y ahora viven aquí. Siento que esta ciudad es menos un monstruo que San Juan. Al menos, físicamente cambia menos, porque la manía de los constructores allá no deja que la ciudad sea. Y, sorprendentemente, NY está más barata, todavía se compra en pequeños negocios además de en mega-tiendas. Y la comida, ahhhh, la comida.

Hace poco volví a ver en la isla a Miguel; un amigo de bachillerato que no veía hacía como 20 años (y me sorprendo de que ya tenga cosas separadas de la memoría por los años que Gardel decía que no eran nada). Tomando un café juntos, me dí cuenta de que mis amigos por esos años eran inteligentes, aplicados, pero no los que los profesores consideraban geniales. Estábamos siempre algo fuera de foco. Contrario a los geniales, quienes hicieron carrera a paso de liebre, mis amigos, como yo, prefirieron tomar café con otros amigos, tomar vino y cerveza, comer queso y uvas, en fin, aprender de la mundanidad tanto como de la academia, a la que veíamos con sospecha. ¿En verdad el trabajo que se hace es importante? ¿Hablamos con alguien que no sea nuestros parlanchines ombligos, nuestros reflejos en el espejo, nuestras sombras?

Más allá de esas dudas y sospechas, Miguel presentó un libro en Puerto Rico. Yo presentaré otro en Nueva Yol. Volveré a Hunter a cuya biblioteca iba a leer con miedo, sintiendo que no pertenecía, esta vez en calidad de ponente, y me siento contenta y no con menos dudas. Las dudas uno las enfrenta a veces y otras las arrincona en una esquina para que no molesten. Me acuerdo de Patricia Fox, quien se hizo amiga mía en California. Me habrá visto la cara de ratoncito asustado. Me invitó una pizza (en California son horribles) y me dijo, sin preguntarme nada: "A mí me pasó lo mismo. Cuando me admitieron en Stanford, pensé que alguien había cometido un error y una llega con la idea de que de un momento a otro alguien se va a dar cuenta del error y te mandarán de nuevo a tu casa. Pero estás aquí porque te lo ganaste, así que olvídate del desenfoque. Juega el juego, pero sabiendo que también puedes cambiar las reglas de vez en cuando."

Esa es otra amiga, a quien ya no veo, pero es un hogar que tengo en alguna parte del mundo que desconozco. Supongo que la vida es eso, inventarse hogares y relaciones en los lugares que uno menos se lo espera y saber que cuando uno menos se lo espera, llegan a tomar café con una.

domingo, 12 de abril de 2009

de ti sólo intereso la mordida


Estuve, antes de las ferias, en una presentación. Me divertí y admiré la capacidad organizativa de los talentosos Xavier Varcárcel y Ángel Antonio Ruiz, además de su madurez con la escritura. El libro se llama Anzuelos y carnadas.

El presentador me enganchó en su carnada. Hizo una lectura teatral, en la que impersonó a Borges en una llamada teléfonica. El famoso argentino decía que habría querido haber escrito un libro de agua, si hubiera sido caribeño. "Este es el libro de agua que Borges quiso escribir y no escribió" dijo el Dr. Abniel Marat.

Pero, aunque es cierto que éste es un libro de agua, no creo que Borges hubiera podido escribir nunca nada parecido. Su poesía es cerebral, conceptista, a veces, y otras, narrativa. Este libro está hecho de seducción y entredichos. Pero sí, los autores de este libro objeto (tarjetas insertas en un sobre) construyeron un libro de agua porque es un poema infinito y móvil... Cartas del Tarot, fue uno de los modos en que Marat describió el libro. Esa imagen vuelve sobre el carácter infinito del libro, ya que las cartas se barajan y a partir de ellas se construyen historias siempre distintas. Estos poemas no imponen un orden, no tienen número de página ni lugar fijo para las páginas. Son momenos de los actos de seducción y despojo que celebramos todos los días para construír una historia infinita sin nombres, más que una historia singular con actantes fijos.

Otro cuerpo que se nos muestra, además de los cuerpos de las carnadas y los pescadores en busca de la seducción, es el de la escritura. La letra y el cuerpo se unen cuando el texto dice, en "Humedal" : "quiero asomarme al humedal costero de tu ojal/ hilvanar mis letras --como cuerpos salvajes-- en tu jungla/ y perderme vagabundo en el camino salado de tu tinta". Y es que este libro está hecho de la exposición de muchos cuerpos, de modo muy honesto (en oposición a la exposición deshonesta). Está el cuerpo humano, el marítimo y el de la tinta. El libro es una orgía en la medida en que se desborda de cuerpos que se tocan. Está el toqueteo de la escritura a cuatro manos, lo cual reconoce que para escribir la seducción (en oposición a hablarla) hacen falta dos. Pero estos dos se vuelven tres cuando lanzan sus anzuelos tamibién al lector. Porque son pescadores deportivos. Agarran el pez para soltarlo del anzuelo y devolverlo al mar, al renunciar a la poseción que comparten con varios cuerpos y con quien lee: "pasa que deja de ser tuya/ esa pequeña muerte temblorosa/ y de ser mía esa amenaza de tajo/ al filo de volverse herida" (Bitácora).

No son marineros (tan machos ellos) sino pescadores, pero también Penélope que teje con su aguja: "constriñe este hueco zurcido en tu cadera/ y aprieta esta aguja torcida que te gusta" (Trampantojo). Son sirenos y cantan para seducir como los dioses: "yo juego a ser dios desde tu carne/ presiento engullir maná mojado / vísceras cuajadas y hostias nacaradas" (Mascarón). En todo caso son piratas y tienen garfios, cuchillos, anclas, arpones.

El ritmo, el tono, me recuerdan al bolero y por eso, a Manuel Ramos Otero y su unión de lo sacro y lo profano. Son poemas mareados de quien hubiera vivido en alta mar o bebido copas demás. Son poemas en despecho aunque han evitado la pelea y el reproche: "Si lo que te preocupa es mi después/ abre la boca./ la climatología nunca cuenta con mis lluvias/ leí sobre el servicio del dolor en la novela de Piñera/ y no pienso llover. / el llanto lo reservo a la nostalgia y yo nostalgio lo que intenso. / de tí sólo intereso la mordida."

Hubo vino, piscolabis, buena compañía.

Felicidades muchachos.

M.

Me han dicho de mi....

Teodoro Muñoz Oquendo commented on your status:

"el programa estuvo interesante, sera melany en la radio como en el salon de clases.....el; arte de preguntar; como hacia socrates hablaba preguntando."

Gracias por la comparación. Espero no terminar con cicuta. M.

lunes, 6 de abril de 2009

Foucault interpreta a Borges


Estoy escribiendo una cosa (una conferencia académica) y tengo culpa de que hace un tiempo no escribo nada para el blog. Recuerdo que mi psicóloga me recomienda que junte la multiplicidad de personas que me habita. Aunque las distintas escrituras son para distintos medios, se pueden juntar hasta cierto punto así que, por hoy, accedo. Lo que sigue es una reflexión sobre el barroco que es una entrada para hablar de otra cosa. Es, a fin de cuentas, una reflexión sobre la puesta en abismo...






La obra de arte tradicional presenta un todo orgánico redondeado al que se le ha conferido armonía por medio del borde que lo separa de su exterior, mientras que el modernismo, por así decirlo, internaliza este borde externo, que de tal modo comienza a funcionar como límite, como el impedimento interno para su identidad. La obra de arte ya no puede alcanzar su redondez orgánica, “convertirse plenamente en sí misma”; lleva una marca indeleble del fracaso y del deber; de allí su intrínseco carácter épico. (151) Slavoj Zizek. Porque no saben lo que hacen.

Es el año 88 y estoy en el Museo del Prado frente a Las Meninas, conmovida ante la explicación del cuadro que hace el guía, que va del pintor, a la Infanta, a los Reyes reflejados en un espejo, al señor vestido de negro que entra o sale, a los distintos focos de luz. Es un cuadro que se mueve. Como en las fotografías de hoy, el movimiento está congelado en su intensidad. Es como si el disparo del lente hubiera tomado a los personajes representados por sorpresa. El movimiento también está en la tensión que produce el conflicto de puntos focales, de una fuente de luz a otra, de unos ojos que miran a otros que devuelven la mirada. Años más tarde en mis clases de doctorado en la Universidad de Stanford leí al filósofo francés, Michel Foucault. Hubo una puesta en abismo cuando, al comenzar con Las palabras y las cosas me encontré nuevamente la explicación de Las meninas que había escuchado en el Prado hacía muchos años. En verdad no sé si fue primero la explicación del teórico francés o la del guía o la de otro, pero esta explicación del cuadro, con pequeñas variantes, es hoy la canónica y la reflexión o provocación visual de Velázquez nos sirve para explicar el barroco a turistas y estudiantes universitarios. Cito una versión de Carlos Fuentes que pone énfasis en como el espectador del cuadro es parte del cuadro en tanto es objeto de la mirada del pintor de Las Meninas. El afuera del cuadro confunde la ficción representacional con lo Real, porque puede que el espejo en el fondo refleje a los reyes posando, como puede que nos estén pintanto y mirando a nosotros, los espectadores. Cito extensamente a Fuentes:

Al entrar en esta sala, sorprendemos al pintor, Diego de Silva y Velázquez, cumpliendo su cometido, que es pintar. Pero, ¿a quién está pintando Velázquez? ¿A la Infanta, sus dueñas, la enana, o un caballero vestido de negro que está a punto de entrar a través de un umbral brillantemente iluminado? ¿O está en realidad pintando a dos figuras que apenas se reflejan en un espejo enterrado en el muro más hondo y sombrío del estudio del artista: el padre y la madre de la Infanta, el rey y la reina de España?

Podemos imaginar, en todo caso, que Velázquez está ahí, pincel en una mano, paleta en la otra, pintando la tela que ralmente estamos viendo, Las Meninas. Podemos imaginarlo, hasta que nos damos cuenta de que la mayoría de las figuras… nos están mirando a nosotros. Nos miran a tí y a mí. ¿Es posible que seamos nostros los verdaderos protagonistas de Las Meninas, esto es, de la tela que Velázquez está pintando en este momento?

Velázquez y la corte entera nos invitan a unirnos a la pintura; a entrar en ella. Pero al mismo tiempo, el pintor da un paso adelante y se mueve hacia nosotros. Somos libres para ver la pintura, y por extensión, al mundo, de maneras múltiples, no sólo de una manera dogmática y ortodoxa. Y somos conscientes de que la pintura y el pintor nos miran. (191-192)


Fuentes sigue su explicación para hablar de la incompletez de los cuadros de Velázquez y de la reflexión posmoderna que eso le supone a él sobre el ser. No somos nunca seres completos sino en un continuo hacernos. A Foucault le interesa encontrar en el cuadro una ruptura con el modo medieval de mirar, que era basado en la representación. El cuadro no representa sino que provoca unas reflexiones, precisamente, sobre perspectivas encontradas, multiplicidad de focos, sobre la relación del arte con la realidad que nos involucra en cuanto nos pone en abismo.

Aquí no está Borges todavía, pero envío un guiño a quienes puedan adivinar por dónde se perderán estas ramas.